Enrique Berruga: “Me interesa que lean ‘El American Dream’ con buen ánimo porque es un libro duro”
https://www.youtube.com/watch?v=ccHOmz7C8Z4
Llegó a nuestro país como parte de la delegación mexicana invitada a la Feria Internacional del Libro Lima 2017. Enrique Berruga Filloy, diplomático de carrera, ex embajador de su país ante la Organización de Naciones Unidas (ONU) traía su último libro bajo el brazo: “El American Dream”.
Promocionada como “La primera sátira mexicana de la era Trump”, esta novela cuenta la historia de un curioso personaje que tiene la suerte (o quizás mala suerte) de ser testigo de los planes estadounidenses de anexar México sin mediar una bala, aviones o bombas.
Más allá del gratificante humor negro que despliega su autor, “El American Dream” esconde un intento por desentrañar algo nada gracioso: la decepción de un pueblo por su sistema político viejo y casi inamovible.
Berruga Filloy, autor de otras cuatro novelas, conversó con “Libros a mí” en el stand de México en la Fil Lima y, tras elogiar la cultura peruana -que considera un bastión de originalidad en el continente—nos contó algunas claves de su sátira protagonizada por un hombre que representa la más fiel esencia de millones de mexicanos.
Aquí la entrevista:
Adelantémosle algo a la gente que puede comprar el libro. ¿Cómo así el protagonista se ve envuelto en una la situación de escuchar que Estados Unidos quiere anexar a México?
Él es un especialista en relaciones entre México y Estados Unidos y los gringos se acercan a él tomándolo como una especie de ‘conejillo de indias’ para saber si el método que quieren aplicar para anexarnos va a funcionar o no. Ese es el origen de la novela.
¿Esas preguntas que el protagonista le hace a los gringos son las mismas que se haría Enrique Berruga en caso Estados Unidos planee anexar México?
El capítulo cuatro de la novela, que transcurre durante una cena en Dallas, es importante porque los gringos presentan las razones por las cuales es una necesidad y no un deseo anexar México. Dicen que han dominado Europa después de la II Guerra Mundial, que acabaron con la Unión Soviética, que Corea (del Sur) es mucho más norteamericana que asiática, Japón igual, entonces, ¿cómo es posible que este país vecino –que sí tiene una cultura diferente—ahora ya se convierta en un dolor de cabeza? Entonces, para resolver su problema existencial, deciden anexar su vecino del sur. Y buscan un método por el cual puedan lograrlo con el beneplácito de los mexicanos.
¿Y en la vida real hay muchos mexicanos que les gustaría ser parte de Estados Unidos?
Hay un sector que está muy deprimido y desmoralizado por cómo van las cosas en el país. Y piensan que quizás la única solución sería que los gringos se ocupen de las cosas y nos anexen.
¿Cuán representados están los mexicanos en el protagonista de “El American Dream”?
Yo espero que mucho. Él tiene tres nombres diferentes a lo largo de la novela. Y él es un México de bolsillo: tiene problemas de identidad, de rumbo, pero también pasiones, intereses y preocupaciones. El tipo es un México ambulante, que va por la calle sintiendo cosas, con todas las contracciones que tiene mi país.
El cambio de nombres está relacionado a los problemas de identidad…
México ha sido un país que hace 25 años tenía una identidad, después se globalizó rápido y obtuvo otra, y ahora mismo no sabe dónde está. No sé cómo será el caso peruano, pero la globalización nos ha quitado algo de identidad. Ya no es tan atractivo ir a tal sitio del mundo porque se parece mucho a de donde yo vengo. Los productos son los mismos, los deseos también. Todo el mundo quiere tener una camioneta bonita, plata para viajar. Por estas razones mi personaje cambia de nombre: tiene un problema de identidad bastante serio.
¿Qué hace que los estadounidenses lleguen a dudar de la posible anexación de México?
Es que esto ya pasó. Históricamente es una realidad. En 1847 Estados Unidos se quedó con la mitad de México. De hecho, el territorio con el que se quedaron es mayor al que actualmente tiene mi país. Y ahí hubo una discusión en torno a si se podía anexar el país completamente hasta Guatemala. Y surgieron dos razones para el no: entonces México tenía una población mayor a la estadounidense y, además, mi país era un país católico y con culturas milenarias de las que ellos carecían. Entonces en el Congreso de EE.UU decidieron quedarse solo hasta Río Bravo, comprendiendo Texas, California, Arizona y nada más.
Uno asocia usualmente a los diplomáticos con seriedad y hasta rigidez, pero en su faceta de novelista usted tomó otros rumbos. ¿”El American Dream” es su novela más humorística?
Esta es una novela agridulce porque tiene, según yo, un gran sentido del humor. Me interesaba que la gente lea con dulzura y buen ánimo el libro porque el fondo es muy duro. El personaje principal de la novela tiene dos grandes problemas: pierde el amor de su vida y también a su país. Y creo que el siguiente paso para cualquiera sería el suicidio…
No hay cosas más importantes que el amor y la patria…
Es cierto. En la vida andamos muy ligeros. Lo único que tenemos es la reputación personal y la nacionalidad. Puede ser una gente muy probada pero con la novedad de que tienes un pasaporte espantoso porque tu país es malo, tiene mala reputación. O al revés, tu pasaporte es buenísimo, de una nación muy admirada y respetada mundialmente, pero tú eres una porquería como persona. Deben funcionar las dos cosas. A mi personaje lo pongo en una situación intratable y la única manera de hacerlo es a través del humor. Que además es muy mexicano, porque nos reímos de nuestras tragedias como pocos países en el mundo. Yo no sé cómo sean las cosas en Perú pero en mi país ante cada tragedia salen ocho chistes más.
¿Cuánto de decepción hacia la clase política hay en su novela? Porque yo creo que eso puede compartirse en Perú pero tampoco a un nivel para imaginar, por ejemplo, que Chile nos anexe…
La literatura se da cuenta antes que la política o la sociología de varias cosas. Mi novela es un mensaje cifrado a la clase política mexicana: adviertan su desprestigio frente a la sociedad. Es una forma de resistencia y de catarsis ante la esta última. Los políticos tienen un problema serio: no leen nada, ya no se dan cuenta de lo que pasa. Leen algún artículo de periódico donde los atacan y reaccionan. El político mexicano no es una persona intelectualmente sólida. Eso es un problema. Gobernar es un tema complicado, multifacético, y los que lo hacen están pobremente preparados. Yo veo avances en la tecnología y la medicina pero, ¿qué hay de nuevo en la política? Hay un retraso tremendo, no están a la altura de las circunstancias que exige la sociedad.
El político más admirado a nivel internacional es Justin Trudeau, el primer ministro de Canadá…
Pero tiene que ver más con el manejo que con las ideas. Y ese es un problema muy grave. De hecho en una parte de la novela México ya no tiene gobernantes y todo funciona mejor. La gente dice: ya pasaron dos años, no tenemos gobernantes, ¿entonces para qué servían los políticos?
¿Siempre tuvo en claro que quería reflexionar a través de una sátira?
Claro que sí. Me parece que la lectura es un gusto, puede ser muy interesante, pero debe tener una parte que a uno le atraiga. Y creo que el humor ayuda en eso. Así que si te hizo reír a ti, me doy por servido.
Pienso la idea de que la diplomacia tenía mucho mayor peso hace 50 años que hoy. En Venezuela, por ejemplo, la OEA se pronuncia por la crisis pero parece que todo queda en un papel. ¿Cree que ese el futuro de la diplomacia o piensa que en algún momento esta actividad puede recuperar fuerza e incidencia en el acontecer mundial?
Por una parte las comunicaciones hoy en día hacen que los jefes de Estado, los cancilleres, se comuniquen directamente. Eso hace que la función de las embajadas deba, no eliminarse, pero sí transformarse. Lo que es la alta política internacional se maneja ya a nivel de jefes de Estado. En el último G-20 se pudo ver que lo más importante ocurría entre ellos. Esto ha transformado mucho la diplomacia convencional. Ahora, sí existe una parte que es de negociación, que es mucho más compleja. Por ejemplo, el caso que me dices requiere una negociación internacional. Los venezolanos quizás no se den cuenta de que no es solo Venezuela lo que importa sino su papel en el mundo. Eso nos interesa a peruanos y mexicanos. En eso la diplomacia sí tiene más importancia que en el pasado, porque como estamos tan imbricados unos con otros, es fundamental que se hagan cosas conjuntamente. Es decir, que los venezolanos no piensen que solo son eso sino también que son ciudadanos del mundo que tienen implicancias a nivel global: en el mercado petrolero, en los derechos humanos, en la vigencia del Estado de derecho y en el respeto a los tratados internacionales.
Hay mucho de México, de su cultura, de sus personajes, y yo quisiera trasladar esto al Perú. ¿Qué le podría decir a los peruanos para que se animen a leer “El American Dream”?
Creo que los dos motores, las dos potencias culturales de América Latina son Perú y México. Tenemos una identidad cultural, una originalidad que nos ha dado la trayectoria histórica. Para mí realizar este viaje es muy importante. En el mundo son muy pocos los países originales y estoy visitando uno de ellos.
Los peruanos solemos ver a México como ejemplo de preservación de la cultura. Hemos visto, a través de la televisión y el cine, huellas notorias de su historia…
A nosotros nos ha tocado ser vecinos de una súper potencia. Y es una cosa muy rara porque, de un lado está Canadá –que tiene una cultura muy afín a EE.UU., incluso el idioma—y del otro nosotros, que tuvimos que mantenernos como mexicanos, algo ya de por sí difícil. Veamos la influencia de Estados Unidos en Medio Oriente, en Asia, Tailandia o Corea (del Sur), no sé. La influencia de Hollywood o el ‘American Way of Life’ es brutal. Y nosotros estamos pegaditos, somos como una especie de Texas, pero no, pasan los años y mantenemos una fortaleza cultura bastante importante. Y me preguntabas qué le diría a los peruanos para que se acerquen a mi novela, y yo creo que Perú tiene precisamente esa fortaleza. Uno de los pocos países que podría ser vecino de EE.UU. y jugarle a las ‘vencidas’ (fuerzitas) es el Perú. Ustedes culturalmente tienen peso.
El final de su novela me dejó frío. ¿Prefiere Enrique Berruga este tipo de desenlaces tan sorpresivos?
Odio cuando viene una argumentación fantástica, que te lleva de la mano, que te hace desvelar, y termina con un final espantoso. No voy a mencionar algunos autores de ese tipo, que te traen comiendo de la mano capítulo tras capítulo y al final dices ¿qué pasó? A mí me gusta exactamente lo contrario. Esta novela comienza con una cuestión algo ambigua, luego toma cierta columna vertebral, y termina con un golpe a la cabeza tremendo. Estás viendo que pasó una cosa tremenda y a cinco páginas sigues pensando en cómo se resuelve este desmadre. Espero que eso le pase a mis lectores.