"Una tarde de lluvia", "Abril entre tinieblas", "Lo que no mata, fortalece", "Lloverá" y "Galindo el que canta lindo"
Seguimos con la publicación de los cuentos de nuestros lectores. A continuación 5 nuevas narraciones.Una tarde de lluvia
Ese día por la tarde nos encontramos cerca de la catedral de Oviedo, fue el acuerdo para ir a tomar un café. Yo no muy acostumbrado a lo que pueda ocurrir con el clima en esta ciudad, dejo el paraguas en la habitación; pero ella muy europea lleva el suyo consigo. Un café mediano con leche y un café americano. Y mi primera cita en el otro lado del charco empieza. Su castellano no es bueno pero qué más da si el mío tampoco lo es, felizmente que ella no lo sabe, así que eso me da seguridad por un momento. Me habla de República Checa y un tanto de su vida y sus viajes. Sorbo a sorbo vamos bebiendo nuestros cafés bajo la atenta mirada de López Albujar y Borges en un bar con un toque bohemio con estantes llenos de libros. Intento pensar por qué ella aceptó salir conmigo, quizá simplemente por practicar su castellano, o por no estar aburrida en la habitación de estudiante en la que vive, o por simplemente conversar con alguien… ya tenemos que salir de la cafetería y nos damos cuenta que el clima cambió por una tarde de lluvia, el cielo como el limeño, gris, y las primeras gotas advierten una lluvia de aquellas que mojan hasta las basta del pantalón.
Un paraguas con la mitad de sus varillas rotas y la lluvia que empieza a caer con mayor intensidad. No quiero otro café y hay algo en ella que me impide ir a dejarla a su piso. Medio paraguas para los dos, unos pasos fuera del bar y la mitad de mi cuerpo empapado por las gotas de lluvia, fue algo bueno que ese paraguas estuviera estropeado ya que ahora ella tomaba de mi brazo, pensaba, tan cerca que podía sentir la brisa de sus cabellos al caminar. No conoce la ciudad y me dice que siempre se pierde cuando va a algún lugar. Buena hora para emprender un paseo por el casco antiguo, y su habilidad comunicativa empezó a mejorar junto con sus segundas intenciones, el papel de guía turístico recayó sobre mí y por cierto tampoco conocía las calles; pero sí uno que otro bar.
Caminamos por todo el centro de la ciudad buscando cualquier tipo de lugar ya sin importar lo mojados que estábamos, dando vueltas por las callejuelas y plazuelas del Oviedo antiguo, riéndonos como viejos amigos o simplemente como dos desconocidos que hasta ese momento intentaban pasarla bien incluso debajo de una lluvia que inundaba nuestros zapatos, dando vueltas en círculos y yo maquinando mentalmente un beso, pero la idea de cometer un error me mantendría a distancia. Y de nuevo en el lugar de donde emprendimos nuestro recorrido, la catedral, ya era de noche y la lluvia continua llenaba de emoción nuestros corazones, vivir ese momento irrepetible era lo primordial, su cara mojada y un grito alegre, su sonrisa resplandeciente hicieron que siguiera con mi trama y con el inicio de un segundo recorrido a la cuidad. Bajamos por Gascona donde el suelo dejaba notar la presencia de sidra escanciada, entramos a un bar nos topamos con amigos no tan empapados como nosotros, bebimos una cerveza y la calle nos esperaba llena de charcos y con la promesa de una segunda cita.
La conocí en una fiesta de Halloween a la que no pensaba ir, siguió una tarde de lluvia, un café mediano con leche y un americano, un paraguas roto, unas cervezas, un billete de avión, la ciudad de las cien torres, un bosque encantado y una promesa por cumplir.
José Abanto Muñoz
DNI 42844863
Abril entre tinieblas
Caracas, abril de 2002
Compañera:
Es 13, aun se siente el humo penetrante de los gases, sin embargo, no me atrevo a salir. No hemos sabido nada de lo que está pasando fuera, apenas uno de los muchachos que llegó recién al refugio nos contó que el Presidente no había renunciado como se dijo y que hay muertos y heridos por doquier. Me asusta entonces saberte desprotegida.
Estos días convulsionados me han servido para pensar mucho en nuestras diferencias, en aquellas discusiones bizantinas sobre lo que entendemos por bueno y por malo, en mi cabeza retumban los versos de aquella canción que no entendías por qué yo cantaba si no creo, como dices tú, en la izquierda verdadera, he evaluado todo y hoy sumido en este encierro clandestino, sin saber, si seguiré en este país o tendré que dejarlo y dejar con él una vida amarrada a la memoria, siento que nada ha valido la pena, excepto las tres noches de marzo último, cuando dejamos regada en la escalera nuestra distancia y nos dimos permiso para amarnos.
…..
He perdido noción de la hora y sólo me anima el hecho de pensarte, he naturalizado lo oscuro y hasta creo que todos los que estamos acá hemos desarrollado una capacidad para ver entre tinieblas que no conocíamos. Es sorprendente.
Lo que me aturde es el silencio, por eso esta carta y, te imagino leyéndola, apretándola a tu pecho y renegando como yo, de todas nuestras diferencias.
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Ha bajado un poco la temperatura y al tratar de conseguir calor envolviéndome en mi mismo volví a ti, volví a marzo, volví a la forma perfecta en que encajamos como si fuéramos parte de un mismo todo, como las dos últimas piezas de aquel rompecabezas infinito que por años tratamos de armar.
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Acá, ya casi no hablamos, es extraño porque apenas han pasado unas horas y ya parecen siglos, la noticia de la no renuncia ha aumentado la angustia y si antes había temor de perder la vida, en este instante hay algunos que ya la perdieron en sus almas. Yo me sigo alimentando de ti.
Por lo último que se ha sabido, el país vuelve a la calma, imagino que tú también. No sé cuándo podrás leer esta carta, ni dónde estaré yo, sólo te pido que no me juzgues cuando lo hagas, que entiendas que mis razones eran tan validas como las tuyas y aunque hoy a todas luces reconozco equivocada la forma, ten la certeza, porque yo la tengo en medio de esta oscuridad, de que mi camino está del lado del tuyo, como mi cuerpo, como tu mano entrelazada con la mía y como el sueño prolongado que nos acompañó aquella madrugada primera. Sé que nunca pudiste compréndeme pero hoy que empiezas este 14, celebrando la vuelta del Presidente seas capaz de hacerlo. Soñaré que sí.
…
Nos acaban de avisar que saldremos del país en unas horas, según escuché los militares negociaron nuestra vida a cambio de silencio y olvido, como si esto se consiguiera a la distancia, como si el silencio pudiera con tu nombre y como si el olvido pudiera borrar cada pedazo de ti que llevo incrustado en el cuerpo y en el alma.
Me voy con el dolor de la derrota pero no por la gesta no alcanzada, sino por no haber podido descubrir en nuestros ojos lo que nuestros cuerpos se dijeron.. eso, que al final de todo es lo mismo por lo que luchamos tanto tiempo tú y yo, y que nunca supimos alcanzar.
Joaquin
Nombre: Igor Olsen Suárez
D.N.I. 10274295
Lo que no mata, fortalece
Diego llegaba a las ocho siempre. Había trabajado toda su vida en el mundo editorial, desde las librerías, y había escalado hasta su actual puesto con sangre, sudor y todo el resentimiento del mundo que se podía concentrar en su metro sesentaiocho. Era la versión lorcha de Scarlet O ‘Hará: Así tenga que rajar o asolapar y pisotear, jamás volveré a ser un simple vendedor. ¡Jamás!
Entonces Diego era un colaborador ejemplar. El tiempo trabajado en el mismo giro le habían permitido conocer casi todas las materias del mercado y casi a todos los integrantes del elenco editorial, lo que le permitía tener la ventaja con la que aplastaba cualquier viso de competencia a su alrededor. Él era DIOS.
Hasta que una mañana sucedió lo inevitable: Pondrían a alguien trabajaría a su lado. Y ese alguien era yo.
Mañana de lunes, día soleado. Llegaba a mi nuevo puesto con la mayor de las ilusiones de trabajar con gente joven y hacer lo mejor que pudiera en una actividad para la que sin quererlo me había formado los últimos nueve años. El clima laboral era perfecto. Sólo faltaba que los pajaritos cantaran y que el cielo dentro de la oficina fuera azul para ser una fotografía de dibujos animados con final feliz. Me presenté y mi jefa me asignó el asiento que ocuparía: Al lado de Diego.
Diego y yo ya nos conocíamos de tiempo atrás, pero nunca se le hubiera ocurrido que trabajaríamos juntos. En realidad ahora sé que para él nadie, salvo MVLL, podía dar la talla de compartir el ambiente laboral con él. Así que me acerqué con una espontánea sonrisa y le extendí la mano con un inocente buenos días. Él me miró de pies a cabeza me extendió la mano y respondió con un cortante buenos días, para luego darme la espalda y seguir trabajando. Me quedé estático, pero justifiqué su actitud con lo ajetreada de su labor, después de todo, Diego tenía una jefatura que hasta ese momento yo creía, era subvaluada, incomprendida, maltratada y sacrificada.
Así que simplemente me senté en el lugar asignado y comencé a hurgar en el escritorio recientemente desocupado. Una vez terminado, comencé a revisar la agenda para continuar con los compromisos adquiridos, y fue ahí cuando empezaron a surgir nombres, datos, fechas y lugares que no comprendía bien, pero que seguramente Diego sí, después de todo, ese puesto también lo habría ocupado él hace algunos años. Fue así como en un arranque de inocencia me acerqué para preguntarle por lo que acababa de descubrir, obteniendo como respuesta un Cómo, ¿No sabes? Mientras sostenía una sonrisa torcida. Las monjas me enseñaron a tener paciencia, pero la vida me ha enseñado que sólo una vez patea el burro. Así que mezclando estas dos vertientes de conocimiento, además de aplicar las sumas y restas respectivas, le contesté con tono de súplica Hay Diego, porfis pues, dime a qué corresponde esto, yo sé que tú sabes… plis. Y fue así como obtuve la respuesta que necesitaba. Al terminar me acerqué a mi jefa y le pedí que me cambiara de lugar, y obtuve una negativa.
Pasó el tiempo, me cambié de lugar a la semana y semanas después lo cambiaron a él también cerca de mí. Mientras tanto, el destino se encargó de hacer que nuestras obligaciones confluyeran, y aprendí que mis ideas también tenían la firma de Diego al ser presentadas a los jefes. Yo seguía trabajando, aprendiendo cada vez más hasta que después de un par de años decidí salir para seguir creciendo, mientras que Diego sigue en el mismo lugar.
Carlomagno Iglesias
DNI 10801259
Lloverá
No habrá lluvia este año don Gabriel. Jiménez se arrodilló y recogió un puñado de tierra. La tarde se emblanquecía y los silbidos por las calles se hacían más fuertes. Las ráfagas de viento se escapaban entre los bordes de los cerros, surcaban caminos fantasmas entre el ichu y luego se iban.
- Este pueblo está muerto, desdichados. Ni siquiera el viento se queda. Vámonos Doctor, hemos llegado muy tarde.
Muy al fondo Miguel Coarpía miraba el humo salir de la cocina de ladrillos. Una fuerte mancha negra se dibujaba en el techo de paja y le recordaba la noche aciaga en que había llegado a este lugar. Temblaba y se llevaba las manos a la boca, rascaba sus piernas y buscaba en ellas un consuelo a su muerte, completamente deshidratado, lleno de llagas por las hortalizas, gimiendo en medio de un barro seco que rodeaba su cuerpo blanco y gélido. En ocasiones abría los ojos, escuchaba algo y luego los cerraba, en otras unas manos secas le frotaban pero no lo calmaba, sin embargo tenía la noción de que no podía estar muerto.
- ¿Qué hacemos?
- ¿Los matamos o qué?
Miguel Coarpía temblaba, de pronto una voz llegó a sus oídos. -No tengas miedo, ven aquí ojos de coca, toma esto-.
Jiménez presentó a Don Gabriel en la lengua de ellos, pero el poblador alzó la mirada y frunció el ceño.
- ¿Tú crees que soy cojudo?
- No señor
- Don Gabriel Ajustó la correa- ¿Quién le enseñó español?- Los mineros señor, fueron ellos, yo les enseñé quechua.
El poblador sujetó fuertemente el pico, hizo un ademán de ataque, pero se detuvo, Una sonrisa se dibujó en ese rostro seco, lleno de arrugas, amarillento.
-Señores, vengo a ayudarlos, puedo curar a los niños de aquí, he nacido en un lugar parecido a este, sé cómo se vive, confíen en mí.
Una gota de sudor recorrió el rostro del poblador, las venas de la frente se le hincharon y mostró los dientes, un odio guardado brotó, sus manos se cerraron y alzó su puño directamente hacia el rostro de Jiménez, la brutalidad del golpe lanzó al traductor al piso.
- Señor, aquí la tierra no se vende.
El pueblo comenzó a caminar hacia ellos, agarrado de palos, y picos.
Don Gabriel se sacó el anillo de su esposa Dorian y lo enterró detrás de él.
Los pobladores alzaron los picos, Don Gabriel Soltó una lágrima, Jiménez se limpió el rostro, Miguel Coarpía que se había escabullido entre todos alzo las manos, entonces se oyó un sonido seco que venía de los cielos, un largo silencio se apoderó del momento, y de pronto…
Comenzó a caer la lluvia.
Acto seguido, los pobladores tiraron los picos y trajeron a sus hijos, los niños tenían los ojos grandes, jamás habían visto caer agua del cielo.
Un niño se acercó a Miguel Coarpía y le jaló el brazo mientras decía algo.
- ¡Qué dice Jiménez carajo, qué dice!- los surcos del rostro de Miguel sirven de canales para las gotas que caen y se deslizan después de tanto tiempo, alza sus manos y recorre la imagen amansada del hombre ante la lluvia, a lo lejos, se ve la lucha constante entre el polvo que se alza ante la precipitación del agua, esa guerra imposible de ganar, ha empezado, y terminará tal vez, cuando la lluvia cese de caer. Miguel gira su rostro y clava la mirada en los ojos atónitos del Traductor, que ha dicho carajo, ¿no le has oído?
- Los milagros existen, ha dicho que los milagros existen.
Oscar Augusto Salazar Trigoso
70021958
Galindo el que canta lindo
Galindo se escapo de casa a temprana edad. Se convirtió en un pequeño vagabundo. Tenía una voz preciosa, cada vez que cantaba la gente se emocionaba y le regala unas monedas. Eso fue el motivo de su huida, su padre no quería que él cante y que la gente le diera dinero.
Siempre cantaba todas las mañana en la Plaza Francia, comía muy poco y dormía a las orillas del rio Rímac. Su cuerpecito siempre era preso de diversas enfermedades, prefería llevar esa vida antes de que su papá le prohibiera que cantara. Galindo amaba la música.
Cuando él empezaba a cantar, la plaza Francia se llenaba, la gente se emocionaba y algunos lloraban al escucharlo. A Galindo siempre le gustaba cantar música muy triste y a veces mientras cantaba lloraba.
Mientras Galindo contaba sus monedas, dos jóvenes se acercan a él y a punta de puñetes le quitan todas sus monedas. Galindo estaba tirado en el suelo y uno de sus ojitos estaba morado, su ropa estaba desgarrada. Galindo tenía la piel color canela, sus ojitos parecían a los de un perrito tierno, siempre los mocos se le chorreaban y siempre se le formaba un punto negro en la nariz a causa de la suciedad.
Un día cuando él estaba cantando, un joven italiano se le acerco. Miro la cara del pobre niño todo golpeado con signo de no haber comido por días y se compadeció de él.
- ¿Cuál es tu nombre pequeño?
- Galindo señor
- Haces honor a tu nombre Galindo, el que canta lindo.
- ¿Cuántos años tienes?
- 10 años señor
- Te gustaría comer algo.
Galindo derramo unas cuantas lágrimas. Él no había comido dos días.
El joven italiano empezó a preguntar al niño sobre su vida. Galindo mintió y dijo que venía de Huancayo que sus padres habían muerto y no tenía ningún pariente y que vino a Lima para convertirse en un gran cantante.
El joven le propuso que se quedara en su departamento y que los dos podían cantaran juntos. Galindo se sorprendió y pregunto si él era un cantante, el joven lo miro, le sonrió y este empezó a cantar una canción de su ciudad natal Génova. El joven era profesor de música y canto.
Galindo se quedó con el joven por varios meses y aprendió mucho de él. A pesar de que ya tenía una cierta comodidad, él siempre iba a las plazas y los parques a cantar, pero desde que empezó a vivir con el joven italiano, nunca regreso a la plaza Francia.
Una mañana de invierno, se levantó sudando y llorando, no sabía por qué, pero en ese instante quiso regresar a la plaza Francia, tenía un presentimiento, algo malo estaba pasando, cogió su moral y salió muy temprano sin despertar al joven italiano. Llego a las 6:55 am a la plaza Francia, saco su charanguito y empezó a cantar un hermoso huayno. A su padre le gustaba mucho esa canción.
A los 10 minutos un joven lo abraza y se puso a llorar.
- Hace meses te he buscado pequeño pajarito, desde que echaste vuelo buscando tu libertad, nadie sabía nada de ti. Tu padre está agonizando hace dos meses, él aún se aferra a la vida, no quiero morir sin antes ver a su pequeño pajarito.
Galindo tomo un auto y llego al cerro San Pedro, donde vivía con su padre.
Su padre estaba muy delgado, parecía un esqueleto. El padre vio a su hijo y pronuncio sus últimas palabras.
- Pequeño pajarito toma estas monedas y cántame una canción.
Jeff Huckleberry (Jeffrey Palian García)
DNI 42714139