Dos nuevos relatos: "Éxito, fracaso, éxito" y "Fui y volví"
ÉXITO, FRACASO, ÉXITO
Autora: Dayanira Natalie Silva Escalante
Lo tenía todo, capitán del equipo de futbol, como enamorada la chica más hermosa de la escuela. Un día todo cambió, me enamoré de mi mejor amigo. Él se llamaba Joshua, éramos mejores amigos desde los cinco años, nuestras madres eran muy amigas. Aún lo recuerdo… las pestañas más largas que había visto, decorando sus perfectos ojos cafés, la luz los transformaba en verde agua. Todo lo que yo quería era estar con él, deseaba pasar el resto de mi vida con él.
Todo estaba bien, amándolo en secreto, observándolo cómo era feliz con su novia. Paso el tiempo, solo era su amigo, un día decidí dedicarle mi amor en una carta; es cursi, lo sé, así que, hice la carta expresándole todo mi amor, puse mi nombre y lo deje en su casillero, un viernes.
El lunes, cuando volvimos a clases, encontré la misma carta que había escrito, estaba en mi casillero; la abrí rápidamente pensando que tal vez, solo tal vez, él sentía lo mismo, me llevé una gran decepción, en la carta estaba escrito: “MARICA”. La rompí y llorando salí corriendo a casa.
Me pase tres días en cama, fingiendo estar enfermo, no deseaba verlo, me había roto el corazón. Un día, mi padre me obligó a ir, trague todo mi dolor y camine hacia el colegio. Cuando llegué todos me miraban, murmuraban y reían, no entendía, hasta que apareció Josh junto con un grupo de chicos, estos caminaron hacia mí y me empujaron contra la pared, gritándome ¡márica!, ¡gay!, Josh lo había contado todo, no me importó, me dolió más verlo reírse de mí. En ese momento quería morir, no saben cuánto deseaba nunca haberle escrito esa maldita carta. Un mes entero soporté en la escuela, golpes, burlas, insultos, mi novia me dejó, no quería ser la chica que cubría al gay, el entrenador me sacó del equipo; claro, los otros jugadores no querían compartir el vestidor con un “rarito”, deje de ser el chico más popular y pase a ser un excluido, un enfermo.
Había pasado un año, mis padres tenían sospechas, ¡claro! siempre llegaba a casa golpeado, hablaron conmigo, no tuve otra alternativa, conté todo, la reacción de mi padre me sorprendió, me dijo tranquilamente “Tienes una hora para largarte de mi casa”, comencé a llorar, mi madre solamente me miro y se fue a la cocina. Subí corriendo a mi habitación y empaque lo necesario, baje a la cocina, agarre comida que me serviría, luego me dirigí a la puerta de mi casa, sabía que no había nada que hiciera que mi padre cambie de opinión. Me fui y jamás los volví a ver, continué yendo a la escuela hasta que me expulsaron por no pagar la matrícula. Solo sabía de mi madre, me escribía cartas todas las semanas, diciéndome que estaba bien y que me cuidara, me mandaba dinero para poder pagar un lugar donde vivir.
Cuando tenía veinticuatro años, sobrevivía con muchas carencias, sentía no haber vuelto a recibir afecto desde los dieciséis, trabajaba regularmente en lo que fuera, a veces al enterarse de mi orientación sexual, perdía el trabajo, eso no me detuvo a responder con la verdad. El dinero que mi madre mandaba me ayudó a terminar mis estudios, hacer una carrera, con mucho esfuerzo, lo admito, siempre con el vacío de no tener familia y amigos.
Ha pasado el tiempo, ahora tengo treinta años, tengo un buen trabajo, un novio al que amo mucho y un hijo, mi vida es perfecta, mis amigos me aceptan como soy, no me juzgan. No dicen, “al final, las cosas siempre mejoran”.
FUI Y VOLVÍ
Autor: Nicolás Dawson Barragán
Mientras los restos del polvo blanco terminaban de destruir lo que quedaba de mis fosas nasales, mi corazón dejó de latir. Y me quedé ahí, inmóvil aunque aún consciente sobre la cómoda arena. El olor a alcohol y el humo del tabaco todavía rondaba en el aire cuando dejé de existir. O eso creía.
Poco a poco sentí que me desintegraba, aunque sin dolor físico. Inconscientemente, mi nueva forma o masa (como quieras llamarle) se elevaba lentamente hacia arriba, en dirección al cielo. Mi metamorfosis pudo haber durado milisegundos u horas, mi noción del tiempo era nula. Más bien era inútil. Subiendo, llegué a divisar una luz más potente y brillante que cualquier otra cosa en el universo, una masa de luz que me jalaba con una gravedad fortísima. Mientras me dejaba llevar por mi atracción natural hacia la luz, escuché los sonidos más terribles que voy a escuchar jamás. Miles de voces provenientes de todos lados me gritaban a la misma vez. Voces en todos los idiomas; hombres y mujeres; rezaban, maldecían, lloraban, llamaban y gemían directamente a mí.
Las voces pararon, y en cambio unas imágenes se proyectaron al frente mío. Mi vida entera pasó a mi alrededor en forma de gotas de agua, cada gota conteniendo segundos de información. Todo era abrumante, todo era como un choque de cargas eléctricas, energía siendo disparada por todos lados. Me era imposible hacer algún movimiento, ya que al parecer no contaba más con algún tipo de masa, era energía flotante, aunque diferente a la demás ya que mi aura era más densa, menos pura.
Inundado por la lluvia de gotas conteniendo mi vida, sentí que mi energía se atraía por la luz brillante y de un momento a otro me trasladé a los mismos pies de la luz. En ese momento descubrí que la luz era el universo, la historia, los seres y el tiempo junto. La luz era todo, y me atraía hacia ella. Mi energía iba a formar parte de la luz, estaba a un paso de unirme a la gran luz, cuando de un violento brote de energía proveniente de esta volví a pasar la lluvia de gotas conteniendo mi vida, las voces horribles que llamaban por mí, y mi energía cobraba peso mientras la gravedad me chupó como un agujero negro.
Oscuridad. Luz blanca de nuevo. La luz se mueve hacia un costado y veo a un hombre vestido de azul con una máscara en la cara. Sonidos mecánicos me rodeaban, me atraía un “beep” con repeticiones pausadas. Tubos salían de mis venas y mi boca. En mi desconcierto me desvanecí. Oscuridad.
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Sufrida Madre,
¿Qué otro remedio me queda ahora, más que escribir?
¿Cómo no sumir mi mente, y sobre todo mi alma, en la literatura después de todo esto?
¿Acaso no se dan cuenta que para mí lo cotidiano, los amigos, la familia, y todo lo material es totalmente irrelevante para un alma que tocó lo divino, que vio la luz?
La poesía, la prosa, el verso, literatura. Situaciones ficticias que crean situaciones totalmente reales. Lo único importante ahora es lo infinito, y la única infinitud que tengo ahora son los símbolos que habitan entre la tinta de mi lapicero y el papel.
Doctor, mamá, por favor ya no se preocupen por mí. Ninguna pastilla va a hacer que vuelva a interactuar con ustedes o el mundo en el que estoy atrapado. Por ahora escribiré todo lo que me quiera llevar hacia la luz.
Te escribo por última vez, te ruego que por favor no me busquen más.
Hasta pronto,
Martín