Un gran nombre
Por Jenny Pérez Oyague
¿Por qué algunos profesores insisten en tomar asistencia, leyendo el nombre completo del alumno? Debería bastarles con pronunciar los apellidos, los dos si quieren, pero para qué los nombres? De los 11 años que tengo, llevo 5 años diciendo siempre que mi nombre es Esteban, y me va bien, pero en el colegio y con profesores que insisten en llamar leyendo el nombre completo, pierdo.
Francisco Esteban Romero Tapia! Presente Miss, tengo que decir, y lo hago con la voz más baja que me salga, con la más desanimada, y eso sí, mirando a la profesora, porque de ninguna manera resistiría que al no escucharme tuviera que volver a llamarme. Es un momento nada más, pero no puedo evitar sentir fastidio al escuchar el “Francisco”. Seria bueno que ahí terminara todo, pero luego viene como un gran eco el “Paaaancho”, pronunciado por más de la mitad de la clase, en diferentes estilos y volúmenes, y con intervalos de un segundo entre ellos, además de “Pancheca”, “Panchis”, “Panchus”, “Panchito” y otros más.
Sólo una vez recuerdo haberle dicho a un profesor, que no me llamara por mi primer nombre, y que más bien, utilizara siempre mi segundo nombre, pero fue peor, porque me dio la charla de mi vida, diciéndome que si mis padres me lo habían puesto, yo debía estar feliz, en lugar de quejarme y decir que no me gustaba mi nombre. El incidente sirvió para que no olvidara nunca cuáles eran mis dos nombres, y en adelante, cada vez que se refería a mí, lo hacía pronunciando con especial esmero: Francisco Esteban.
En general mis amigos del barrio y del colegio me llamaban por mi segundo nombre: Esteban, y eso me gustaba. En casa era otra la historia, la única persona que me llamaba por mi primer nombre era………mi madre. Por suerte cuando estaba de buen humor, que era la mayor parte del tiempo, tenía otras maneras de llamarme: Tesorito, Turroncito, Caramelito, Amorcito, Terremoto, y cosas así, por lo tanto, el “Francisco” lo escuchaba sólo cuando se ponía seria conmigo por algo, la típica.
Un buen día, escuché a mi hermana mayor, que sí tenía sus dos nombres bonitos “Karen Thalía”, conversar con mi papá sobre unos familiares que al parecer no veíamos muy seguido, es más, que ni ella ni yo conocíamos. Resulta que mi papá tuvo un tío de nombre Francisco, quién a su vez tuvo un hijo de nombre Francisco y además éste último tuvo también un hijo al que puso como nombre, Francisco. Pero había algo más bonito si se quiere, o anecdótico, y es que a mis 11 años recién me venía yo a enterar que el primer Francisco que menciono, fue el autor del Himno de la Marina de Guerra del Perú, nada más y nada menos, y todo el mundo le dijo siempre Pancho o Panchito.
En ese momento sentí tanto orgullo! Se trataba de todo un personaje, que además de haber hecho algo muy importante, era un familiar mío y que llevaba mi nombre, Francisco. Mejor dicho, al haber nacido él primero, era yo quien llevaba su nombre.
El día lunes llegué al colegio, y llevaba conmigo la historia del tío Panchito, que me preocupé en buscar en Internet, con el afán de compartirla con mi Profesora de Ciencia y Ambiente, que era la que mejor me caía.
No más volvió a molestarme el hecho que me llamaran por mi primer nombre y creo que por el contrario, me llenaba de orgullo saber que un tal Francisco había pasado a la historia como todo un gran compositor.