Constantine, el personaje dentro de la gabardina (o una reseña sobre "Hellblazer")
Esta noche se estrena en el Perú la serie Constantine y me he prometido verla armado de harta canchita, un cuba libre con hielo y el cuadro del Corazón de Jesús como mudo testigo al fondo del pasillo. Mi hijo mayor amenaza con hacerme grata compañía y al menor habrá que hacerlo dormir antes para que no me pida jugar ni ayudarlo con un rompecabezas en plena transmisión.
Tanta expectativa tiene dos simples razones. La primera: los avances de las escenas vistas en los avances y los comentarios de quienes ya han disfrutado la serie permiten aventurar que esta pega y pega fuerte. No solo por la trama sino por los efectos especiales y la ambientación. La segunda razón es porque se basa en “Hellblazer”, uno de los cómics de mayor impacto que he leído y porque su protagonista, John Constantine, es uno de los jijunas más cínicos y adorables del mundo del noveno arte.
O sea, soy fan de “Hellblazer” y quiero contarles por qué. Quienes no conocen de qué va la cosa, la resumo rapidito: John Constantine es un inglés que funge de mago, pero no uno que utiliza juegos de naipes o conejos en sombreros, sino uno que entabla contacto con brujos, demonios, ángeles, seres fantásticos y tenebrosos, nigromantes, psíquicos, etc. Un tipo que ha hecho de la ironía y el cinismo sus escudos preferidos, y que puede ser perfectamente calificado como un truhán.
Constantine es un bribón capaz de engañar al mismísimo Lucifer. Un tipo que tampoco duda en utilizar a sus amigos y conocidos si de llevar adelante sus planes se trata. Y sacrificarlos, aunque ello signifique colmarse de pesadillas y fantasmas que habrán de perseguirlo por dondequiera que vaya. Y hablo literalmente. Un tipo que se siente más cómodo en los ámbitos del ocultismo y que deambula en un mundo muchas veces opresivo.
Pero paso a contarles cómo fue que me enganché con este personaje. Diría que fue un amor a dos vistas. La primera vez fue a mediados del 2005 si mal no recuerdo, cuando concretaba una compra online de cómics desde España. Me fijé que en el catálogo había varios títulos de “Hellblazer” correspondientes a distintos arcos argumentales. Escogí uno al azar, “Hielo en el infierno”, y pagué por él. “Veamos qué tal es”, me dije y punto.
Semanas después, con la novela gráfica en manos, tenía la primera historia de John Constantine a mi alcance. Guion de Brian Azzarello y dibujo de Marcelo Frusin. Una historia con mucho de suspenso, un grupo de personas atrapadas en un bar en medio de una tormenta de nieve, la leyenda del Hombre de Hielo que mata sin compasión amparado en un clima como ese, y la aparición de un tipo atravesado por un carámbano de hielo. Y Constantine en medio de todo ello.
Me absorbió el cerebro. Ufffff… “Elige las palabras adecuadas… y puedes convencer a una persona de cualquier cosa”, dice en una parte de la historia y me convencí de que este era EL PERSONAJE. ¿Pero quién diablos era este tipo de gabardina y cigarrillo fácil? ¿Quién era este timador que usaba juegos psicológicos como quien respira? La curiosidad por conocer más sobre Constantine se empezó a apoderar de mí y lo lógico fue comprar más títulos (anteriores y posteriores). Así que me pegué a la serie del sello Vértigo y a los números que salían.
Pero el segundo momento clave fue más bien casual. Caminaba una noche por la avenida Larco, en Miraflores, cuando al pasar por un quiosco, me detuve. En exhibición estaban colgados algunas revistas, periódicos y también cómics viejos. Y en medio de tan variopinta oferta, una edición antigua doble de “Hellblazer”: los números 3 y 4 de la serie original, una historia sobre demonios yuppies con una crítica agria y feroz contra la Inglaterra de Thatcher, y otra sobre los espíritus de unas niñas víctimas de un pederasta que conocen a la sobrina de Constantine. Fue el momento decisivo, porque ahora sí tenía una ansiedad enorme por conocer más, mucho más sobre este personaje.
En esa nueva ruta, empecé a conseguir y comprar las primeras historias de Constantine y conocí que detrás de toda esa aura de misterio, de ese hombre que usa las (malas) artes, los trucos, la manipulación, había un tipo atormentado por sus errores, con una carga enorme de conciencia, que disimulaba sus escrúpulos con su parloteo, sus bromas cargadas de humor ácido y su aparente indiferencia hacia el mundo y los mundanos.
Y empecé a conocer también que había nacido en Liverpool, que era un hijo no deseado, que había integrado una banda de punk, que había desarrollados sus habilidades mágicas, y que había ocurrido algo terrible en Newcastle, algo tan terrible que lo llenaban de miedo y remordimiento. Y que, en el fondo, este tipejo era un antihéroe, o mejor dicho, un héroe de nuestros malos tiempos y que la gabardina era su capa, y que la burla y el escabullirse de todo problema era su poder.
Y llegaron más personajes, como ese brujo neoyorquino llamado Midnite, el chofer de taxi Chas, su hermana Cheryl , su sobrina Gemma, y otros que irrumpían y morían, siempre por alguna acción u omisión relacionada con John, o simplemente porque se acercaban a cosas que no manejaban o que creían manejar…
No eran solo historias de entes buenos y malos, de maldades y bondades, eran historias que te dejaban pensando y que se mantenían vigentes, cargadas de crítica política, social y económica, a pesar de que se remontaban a 1988, 1989, 1990… Y claro, ahí también averigüé que Constantine no solo era ya un veterano del cómic y que yo tenía un retraso de casi 20 años en seguirlo, sino que también era el título que había servido para fundar Vértigo, la línea para adultos de DC Comics.
O sea, era su personaje más longevo y Jamie Delano era el guionista británico encargado de pintar a ese anticapitalista de blazer imperecedero y corbata desatada, fumador empedernido, enemigo de todo concepto de autoridad impuesta (y no ganada). Y lo mejor de todo, lo había vuelto real. O mejor dicho, verosímil, porque era un tipo que más allá de sus aventuras supernaturales o sobrenaturales, era un sujeto que se emborrachaba, tenía peleas, entonaba canciones y detestaba otras, sufría heridas y atropellos, padecía problemas para pagar tributos, tenía sexo ocasional y períodos de abstinencia forzada. Es decir, podía ser como tú, él, yo, nosotros.
Y entonces leyendo, leyendo, descubrí que Delano era el padre adoptivo de John, el que lo había cobijado y hecho crecer, pero que el progenitor, el padre del mago mordaz era otro mago de alto calibre: Alan Moore. Sí, el mismo de “From Hell”, “The League of Extraordinary Gentlemen”, “Watchmen”… Y que Constantine había nacido en el número 37 de “La Cosa del Pantano” (“Swamp Thing”), en junio de 1985, a instancias de los dibujantes John Totleben y Steve Bissette, quienes animaron a Moore a incluir en la trama a un personaje que se pareciera físicamente al cantante Sting del grupo “The Police”.
“Me parecía que podría ser interesante por una vez crear a un hechicero obrero”, explicó Moore sobre la génesis del mago que en principio cumplió un papel secundario, pero que irradiaba un carisma incontrolable que llevó a los editores a tener su propio título.
Constantine ha sido una presencia tan fuerte en el mundo de Vértigo y DC Comics que ha aparecido en historias como “The Sandman” y “Crisis en Tierras Infinitas”, mundos de fantasías y sueños y de superhéroes, y varias novelas gráficas autoconclusivas fuera de la línea cronológica del personaje.
No obstante, si hubiera que clasificar las historias de “Hellblazer” en algún género diría que son de terror. Pero un terror opresivo y angustiante, no exento de esperanza, y que convierten a John en un optimista a pesar de su permanente pesimismo. Lo cual se vuelve en una contradicción y lo hace más humano si fuera posible, porque así somos las personas: un cúmulo de contradicciones que respiramos.
Constantine ha viajado por varios países, pero también ha estado en prisión y en un manicomio, ha superado un cáncer –como se ve en la película que protagonizó Keanu Reeves y que no le hace mucho mérito al personaje, la verdad- y se ha suicidado, ha visitado el infierno y se ha quedado atado a sus culpas. Y ha sido gracias a los guiones de Moore, Delano, Grant Morrison, Neil Gaiman, Garth Ennis, Paul Jenkins, Warren Ellis, Brian Azzarello (el primer estadounidense en medio de la banda británica de autores), Mike Carey, Denise Mina, Andy Diggle, Peter Milligan y de otros que pudo alcanzar los 300 números en su serie propia.
Y aunque ahora DC Comics ha reanudado la franquicia con el título “Constantine” y John se ha convertido en una suerte de líder de la Liga de la Justicia Oscura afincado en Nueva York, yo sigo atado a la oscuridad de esos 300 números que guardo en mi biblioteca, en medio de los tomos de “Fábulas” y de “100 balas”.
Aunque aún creo que la serie debió llegar al número 666 y allí recién acabar. Ya saben, por eso del número de La Bestia. Hubiera sido el homenaje total.
¿Y TE ANIMAS A LEER “HELLBLAZER” O VER LA SERIE DE TV?
PD: En la edición impresa de hoy, en la sección Luces, hay una entrevista al actor Harrold Perrineau quien interpreta al ángel Manny en la serie. Léanla para ir calentando más el ambiente.