Es fundamental romper el límite entre interiores y exteriores, entre aulas y patios, integrando así los espacios abiertos a las dinámicas de clase, señala Michele Albanelli. (Foto: Adrián Zorrilla  / GEC)
Es fundamental romper el límite entre interiores y exteriores, entre aulas y patios, integrando así los espacios abiertos a las dinámicas de clase, señala Michele Albanelli. (Foto: Adrián Zorrilla / GEC)
Redacción EC

Los centros educativos deben prepararse en cuanto a infraestructura para salvaguardar la salud y el aprendizaje de los estudiantes debido al anuncio que hizo el sobre el retorno a las en el 2022, tomando en cuenta que los menores de 17 a 11 años ya se están vacunando contra la COVID-19 y los de 11 a 5 años están programados para inocularse en enero del 2022.

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Entonces, debido al inminente regreso a clases de forma general, Michele Albanelli, arquitecto y autor de Espacios de aprendizaje de la Editorial UPC, brinda cuatro consejos que las escuelas deben tener en cuenta para potenciar sus espacios de aprendizaje sin descuidar el distanciamiento social.

  1. Integrar los exteriores a los procesos pedagógicos: Es fundamental romper el límite entre interiores y exteriores, entre aulas y patios, integrando así los espacios abiertos a las dinámicas de clase y a los procesos pedagógicos. Por lo que se debe fomentar la idea de aprender en movimiento, cuestionando los paradigmas del aprendizaje relacionado a una postura estática y reconociendo la conexión entre cuerpo y mente para la producción de procesos de aprendizaje basados en la emoción y en el placer. Posibles aplicaciones: patios transformados en aulas, circuitos ecológicos, proyectos interdisciplinares.
  2. El valor social de la escuela: Ha quedado claro que la escuela es un espacio social antes que didáctico. Ante este punto, es importante que la escuela se prepare para propiciar espacios de encuentro sanos y controlados, confiando que los procesos de aprendizaje volverán a buen ritmo y se logrará recuperar los conocimientos siempre y cuando sepamos reconocer lo que hemos aprendido en estos dos años de virtualidad.
  3. El mundo virtual y la escuela como taller: Es imprescindible mantener y potenciar los aprendizajes derivados de la virtualidad, no solo el manejo de la tecnología sino la propia capacidad de convivir en el contexto virtual. En paralelo nos hemos dado cuenta que necesitamos ir a la escuela también para encontrar aquellos espacios de producción creativa que no tenemos en casa. Quizás deberíamos pensar que las escuelas en un futuro próximo se flexibilicen: hay procesos que requieren presencialidad y otros que funcionan bien virtualmente. Así las infraestructuras podrían ser más pequeñas, pero más flexibles, como talleres de trabajo y producción de ideas. Para ello, habría que reformular normativas, horarios y paradigmas; pues hay que cambiar el propio concepto de escuela.
  4. Protocolos de bioseguridad: Es bastante evidente la necesidad de establecer ciertos protocolos que nos permitan encontrarnos reduciendo los riesgos de contagio, por lo menos en la primera etapa de regreso a la escuela y hasta que la pandemia sea un recuerdo. En este sentido, la gran lección que estamos aprendiendo es que debemos aprender a confiar en los niños y niñas, pues está demostrado que son absolutamente capaces de entender e interiorizar códigos de comportamiento que apuntan al bien común. La confianza genera autonomía.

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