(Foto: Unicef)
(Foto: Unicef)

Por: Andrés Eugenio Cotaquispe (*)

Este año se cumplen 35 años de la , y aunque suena como mucho tiempo, en realidad todavía nos falta mucho para que todos los derechos de los niños, niñas y adolescentes se cumplan de verdad. Muchas veces sentimos que no nos escuchan al momento de participar o de dar a conocer nuestras ideas innovadoras.

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Antes de la Convención, los niños, niñas y adolescentes no teníamos voz. Si queríamos hablar sobre algo que nos preocupaba, nos ignoraban o nos decían que “eres niño, no sabes nada”. ¿Te imaginas lo que era vivir así? No teníamos derecho a opinar, no teníamos derecho a ser escuchados. Eso era lo que pasaba, pero desde 1989, todo eso cambió. La Convención vino a darnos el derecho de opinar y de participar. Nos dio el derecho a ser escuchados, a que nuestras ideas cuenten y a que nos tomen en serio.

Desde esa época, hemos logrado varios avances, como la creación de los Municipios Escolares, los Consejos Consultivos de Niñez y Adolescencia, espacios liderados por nosotros, las y los adolescentes, y hasta hemos logrado diálogos con autoridades. Esto ha permitido que nuestra participación crezca, no solo a nivel local, sino también regional, nacional, y también a nivel internacional. Ahora podemos ser parte de discusiones globales, compartir nuestras opiniones y saber que nuestra voz sí importa.

Pero aún falta mucho. A veces, los adultos piensan que, por ser adolescentes, no tenemos las capacidades para opinar sobre cosas que afectan a la sociedad. Nos ven como una población vulnerable, sin entender que desde pequeños ya estamos aprendiendo a tomar decisiones, a reflexionar sobre problemas sociales, a involucrarnos en los temas que nos afectan. Crecemos, estudiamos y trabajamos para poder hacer cambios en el futuro, pero también estamos listos para participar activamente en el presente.

Es ahora el momento en el que muchos adultos necesitan cambiar su mentalidad. No estamos pidiendo que nos dejen hablar solo por “cumplir”, queremos ser parte real de las decisiones. Necesitamos que nuestras voces no se queden solo en las fotos de los eventos, sino que se tomen en serio. Y eso tiene que empezar en la escuela, donde debemos tener más espacio para hablar y ser escuchados. Impulsar los Municipios Escolares es una forma de hacerlo. Además, es importante que las autoridades se comprometan a hacer presupuestos donde podamos participar activamente. Muchas veces tenemos ideas increíbles que pueden cambiar las cosas en nuestra comunidad, pero el problema es que, cuando pedimos apoyo, no siempre lo conseguimos.

Por eso, mi invitación a todos es que empecemos a tomar en serio lo que opinamos los adolescentes. Que no solo pensemos en el futuro, sino que trabajemos por el presente, por un presente donde todos tengamos los mismos derechos y oportunidades. No queremos promesas, queremos acción. Queremos que nuestras ideas sean escuchadas, que nuestras voces cuenten. ¡Es hora de actuar!

Andrés Eugenio Cotaquispe es un adolescente que ejerce sus derechos. (Foto: Unicef)
Andrés Eugenio Cotaquispe es un adolescente que ejerce sus derechos. (Foto: Unicef)

(*) Adolescente estudiante de Derecho

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