En el contexto de las últimas elecciones, se realizó una encuesta a trujillanos para conocer su opinión sobre este proceso democrático.
En primer lugar, en una pregunta del tipo escala Likert, más del 80% de participantes calificaron con una puntuación menor a cinco al cumplimiento de propuestas de campaña, señalando incluso que se tendría que ser “muy terco” para creer que estos planes realmente se llevarán a cabo.
Por otra parte, cerca del 70% indicó que los recursos económicos sí son un factor importante dentro de las campañas políticas, manifestando que un candidato con mayor solvencia económica tendría más posibilidades de ganar. Esto último debido a una mayor omnipresencia en las calles y a una mejor logística en el manejo del proceso. No obstante, supone un problema, ya que el vencedor no sería necesariamente el candidato con mejores propuestas, sino el que se promociona más estratégicamente.
Según Daniel Blondet, licenciado en ciencias políticas, esto no debería ser así, ya que la norma electoral determina topes para los gastos en campaña. Tristemente, esto no se suele respetar en la práctica. “Sin embargo, en el plano de la realidad, los partidos y candidatos en cada proceso electoral hacen gastos superiores a los que declaran. (...). Esto demuestra, una vez más, que las normas no se elaboran de manera eficiente”, indica.
También hallamos que la ciudadanía en general no ve con entusiasmo participar más activamente en la vida política.
Esto se verifica con los resultados en la pregunta “Del 1 al 10, ¿qué tanto le gustaría ser candidato a regidor, alcalde, gobernador, etc.?”, en donde el 47.7% dio la mínima puntuación.
Para la politóloga Sofía Plasencia, en toda Latinoamérica el ciudadano promedio, sobre todo el grupo que ella etiqueta “jóvenes adultos”, ha estado viendo a la política como un “chiste de mal gusto”, considerándola como algo que no afecta directamente a su vida. “A nivel de Latinoamérica diversos estudios recalcan y resaltan el gran desinterés del ciudadano en la política, que con el paso de los años se ha ido incrementando a raíz de diversos factores”, agrega.
Asimismo, un hallazgo interesante fue que no todos confían en que las elecciones se dieron limpiamente, solo el 43% por ciento dio una respuesta mayor a 5 en la pregunta “Del 1 al 10, ¿qué tanto cree usted en la legitimidad de los resultados?”.
Para Blondet, a pesar de que la ciudadanía pueda desconfiar de los resultados electorales, sobre todo cuando las diferencias porcentuales son mínimas, “existen instituciones sólidas en el Perú que brindan la confianza necesaria para no deslegitimar los resultados electorales”.
Plasencia comparte que las denuncias de fraude a veces son inevitables tras los resultados, especialmente si de un candidato y sus previas negociaciones con empresas que invirtieron en campaña dependen negocios personales y contratos para obras públicas.
“Al final del día, el peruano vota y reclama con el corazón y el hígado. Son pocas las ocasiones en las que se demuestra empatía con el vencedor respetando la legitimidad de los resultados y del respaldo a la gestión del Jurado Nacional de Elecciones (JNE) y la Oficina Nacional de Procesos Electorales (ONPE)”, señala la politóloga.
Afortunadamente, en las recientes elecciones, en su mayoría, sí se respetaron los resultados oficiales y hubo pocos rumores de fraude.