La pandemia causada por el coronavirus SARS-CoV-2 ha impactado negativamente al medio ambiente, pues el número de mascarillas y guantes descartados, así como los residuos hospitalarios, ha aumentado considerablemente, sobre todo, en los 1.585 botaderos a cielo abierto en el litoral peruano.
El Ministerio del Ambiente estima que en un promedio de 14 días de tratamiento, más de 300.000 personas contagiadas de COVID-19 habrían generado más de 8.400 toneladas de residuos. Sin embargo, en los últimos dos años la mayor preocupación en el mundo fue combatir al coronavirus para evitar más contagios y pérdidas humanas. Luego de que en muchos países del mundo parece haber pasado la peor parte de esta paandemia, es momento de volver a enfrentar la problemática ambiental.
La mala gestión de residuos sólidos permite que solo el 52% de estos vayan a rellenos sanitarios, el resto tiene como destino botaderos, la vía pública o termina en cuerpos de agua, originando no solo una contaminación directa del medio ambiente, sino potenciales problemas para la salud para las personas. De acuerdo con Isabel Quispe, ingeniera industrial y doctora en Ciencias de Recursos Naturales, “estamos con un déficit alto de rellenos sanitarios”.
Y es que en Lima, la ciudad más grande del país, con una densidad poblacional de casi 10 millones de personas, se generan 8.468 toneladas diarias de basura. Eso es solo el 47 % del total de desperdicios producidos. Del total, solo se recicla el 4%. Aunque el panorama luzca desalentador, todavía existen alternativas que pueden ayudar a mitigar esta situación.
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Dándole valor al residuo
Una planta de valorización de los residuos sólidos permite la recuperación de nutrientes por medio del compostaje (degradación biológica) para mejorar el suelo de los parques, jardines y agricultura local.
Estas plantas son infraestructuras establecidas en espacios autorizados por los gobiernos locales, en los que se acumulan los residuos recolectados en hogares, mercados, instituciones públicas y privadas, así como espacios públicos de esa jurisdicción; así como en el campo no municipal, es decir, establecimientos donde se hacen ocupaciones extractivas, productivas o de servicios. Todo ese material recibe un tratamiento que permite su reutilización y reciclaje con un enfoque económico circular.
Al respecto, Daniel Lizarzaburu, máster en gestión ambiental y docente de la Universidad César Vallejo sostiene que “la primera solución que se debe implementar a nivel nacional, es que todas las municipalidades empiecen a instalar infraestructura para segregar los residuos. Pero, para que esto se logre, obviamente hay que tener una fuerte campaña en relación al nivel de cultura y el grado de conciencia que tiene la población”.
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Central térmica de biomasa En la zona de Huachipa-Huaycoloro (Lima), existe un relleno sanitario que utiliza los desechos para generar energía y que recibe diariamente de 6.000 a 8.000 toneladas de residuos sólidos. Esta central genera energía a partir de la basura, empleando el biogás generado en las plataformas del relleno sanitario, para el proceso de generación eléctrica.
El gas generado a partir de este proceso puede brindarle energía a un grupo electrógeno, que generará energía eléctrica, la misma que puede ser transportada por una red subterránea de seis kilómetros hasta una subestación de distribución de Luz del Sur.
Estas son dos alternativas que pueden ayudar a reducir la contaminación generada por los residuos sólidos y orgánicos, aprovechándolos al máximo. “Los programas de valorización orgánica o los programas de segregación en la fuente, son programas que el Estado ha definido a través del Ministerio del Ambiente y que son propuestas para que las municipalidades puedan implementar dentro de su gestión local”, recalca Lizarzaburu.