Una encuesta de Trabajo.com reveló que en el Perú el 85% de individuos está de acuerdo con la igualdad de género en el mercado gremial. El 55% de féminas se siente igual de valoradas que los hombres en su trabajo. Otro grupo considera que hay ofertas exclusivas para hombres (35%) y un 20% siente que hay falta de respeto y abusos. Solo el 5% cree que tienen salarios bajos.
“Si bien las cifras de participación laboral femenina han aumentado, las mujeres no han abandonado los roles tradicionalmente asignados: cuidado familiar y del hogar. Esto ha significado que se desempeñen en jornadas parciales, lo que justificaría que los empleos de ellas sean de menor calificación y remuneración”, afirmó Ernesto Velarde, country manager de Trabajando.com Perú.
Según Ricardo Ruiz (2009) el estudio del origen de la desigualdad de género entre hombre y mujer precisa conocer que desde la religión, la filosofía, la psicología y la literatura; se ha establecido en el imaginario colectivo que las mujeres “por naturaleza” son inferiores, lo que genera innumerables situaciones de desigualdad. Los roles que se han establecido por motivo de género y la catalogación de las mujeres como “ciudadanas de segunda” ha motivado que esta concepción se vaya perpetuando en los aspectos biológico, intelectual y moral, que ha desencadenado en discriminación en los ámbitos educativos, políticos, sociales y laborales.
Para poder comprender este tema es preciso saber qué es la discriminación, la discriminación, es aquel trato de desigualdad que se adentra a una sociedad o en un colectivo en función a una o varias categorías.
Por ello, al hablar de género esto cambia, en palabra de Monserrat Boix “su origen se encuentra en las definiciones sociales y culturales que rigen la conducta de los hombres y de las mujeres y se transmite de generación en generación a través de procesos de socialización”. En nuestra sociedad el conjunto que sale más perjudicado son las mujeres; pero tenemos que tener en claro que esta definición hace referencia a todos los géneros.
Dentro de los ámbitos laborales vemos muy claro cómo estos estereotipos siguen marcando ocupaciones de generación en generación respecto a un género, haciendo de ello la existencia de diversas consecuencias. La especialista en psicología Ivegenia Adela Tamara(2021) nos afirma que “el desempleo genera problemas en el ámbito personal, familiar, social, político y económico de quien lo padece. El desempleado normalmente pierde la principal fuente de ingresos de su economía, su estatus, autoestima y seguridad”.
Es por ello que la desigualdad en el género conduce a la existencia de la discriminación dentro del ámbito laboral. El pedagogo del sector público, Henry Rojas Aguado, respalda que la discriminación en el trabajo “incluye el menor trato reservado a las personas por causas ajenas a su capacidad en el ámbito de la libertad de trabajo y el derecho al mismo”. La discriminación en el trabajo puede destacarse en todas las etapas de la relación laboral.
Recordemos que las oportunidades de trabajo son desiguales, según el programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) las mujeres están sobre-representadas en el sector informal, en Perú el 82% de mujeres de la PEA trabajan en MYPES, las más vulnerables a los impactos económicos. También se refleja en los salarios percibidos y las brechas existentes, tras el informe del Instituto Peruano de Economía (IPE) indican que en el Perú, una mujer recibe S/0.70 por cada sol que se paga a un hombre. Mientras que el INEI informó que en Lima Metropolitana entre junio y agosto 2020, el ingreso promedio mensual de los hombres fue de S/1.694 y el de las mujeres S/1.391.
Lograr el equilibrio de remuneración entre los géneros en el ámbito laboral produciría beneficios económicos y sociales, debido a que la brecha de pobreza se disminuiría al incrementar las ganancias que las mujeres obtienen a lo largo de su historia, así como mejorar sus condiciones de jubilación gracias a mejores pensiones de las que recibirían.