Cuando César tenía siete años, sus padres lo enviaban a comprar con sus primas mayores. Dicha compañía, sin embargo, no tenía como finalidad resguardar la seguridad del niño, sino la de sus primas. “Siempre me decían que las acompañara para que las protegiera, por si venía una persona o un ratero. Yo siempre me preguntaba: ¿Por qué si yo tenía siete años y ellas 10 u 11, tenía que protegerlas? Eso podría ser un estereotipo, que el hombre, desde chiquito, tiene que ir a proteger a las mujeres. Yo no hubiera sabido qué hacer si algo pasaba”, cuenta a sus ahora 14 años de edad.
El de César es tan solo uno más de los diversos casos de estereotipación por género en niños y adolescentes que, a diario, ocurren en nuestro país. La Organización Mundial de la Salud (OMS) define el género como “los roles, las características y oportunidades definidos por la sociedad que se consideran apropiados para los hombres, las mujeres, los niños, las niñas”.
Sobre los roles que se consideran apropiados por la sociedad, Adhamaryz, de 14 años, recuerda haber recibido frases como “las chicas no hacen eso” o “pórtate como señorita”.
Testimonios
Una encuesta realizada por los corresponsales escolares de El Comercio a un grupo de 30 alumnos de entre 12 y 18 años arrojó que el 73,3% se ha visto afectado por estos estereotipos al menos una vez en su vida. Asimismo, al menos 19 de ellos afirmaron que los estereotipos y roles de género han provocado algún impacto negativo en su salud mental.
“Los estereotipos me han afectado de tal manera que ya no quiero salir de casa, me da miedo lo que me pueda pasar en la calle. Todo culmina en estrés y ansiedad”, relató una alumna. Otro encuestado refirió haber tenido inseguridades por “no cumplir roles de género y miedo a ser objeto de burla”.
Por otro lado, la mitad de los alumnos aseguró sentir que recibe un trato diferenciado al resto. “Hacen que limite mis acciones por el simple hecho de ser mujer”; “me tratan como débil, como que (las mujeres) tenemos que estar protegidas, pero al mismo tiempo nos ven como objetos de consumo”; “siento que esperan conductas más delicadas, que entren dentro del concepto de femenino”, fueron algunas de las respuestas dadas por alumnas.
Los varones, no obstante, también señalaron tener dificultades por no cumplir con los estereotipos de género. Uno de ellos, por ejemplo, se refirió a la homofobia que existe en la idea de que “los hombres no lloran”. Esto me afectó, porque tratan como homosexual a un hombre si es que llora”, dijo.
Otro señaló que “cosas como la presión de siempre actuar masculino y fuerte de vez en cuando llegan a causar ansiedad y estrés”.
“Los estereotipos ayudan a catalogar y ordenar la realidad vincular de las personas; sin embargo, dichos estereotipos pueden ser rígidos, reduciendo la identidad del adolescente a ciertas características particulares”, explica el psicólogo José Antonio Perez-Wicht. Según el también psicoterapeuta, si bien los estereotipos por sí mismos no afectan la salud mental de los adolescente, “estos pueden ser utilizados como armas sociales para resaltar lo diferente y solidificarlo como abyecto”.
El reto de los colegios
Entre los encuestados, un 23,3% señaló haber sido testigos u objeto de estereotipación por género en el ámbito académico.
Para Perez-Wicht, los colegios no solo deben tener apertura a lo “diferente”, sino que deben “abandonar la intención de querer encajar a los y las alumnas en estos estereotipos más aceptados por la sociedad”.
Según el psicoterapeuta, el currículo con enfoque de género propuesto por el Ministerio de Educación “hacía un buen trabajo preliminar ofreciendo libertades de elecciones a los y las alumnas”. Para el especialista, la polémica generada por dicho currículo es “injustificada”.
“Mientras el abanico de experiencias sea más amplio, el o la adolescente podrá tener más herramientas de llegar a una identidad más sólida”, indicó.
“La sociedad actual ha caído en una penosa situación de polarización como, por ejemplo, se ve claramente en la política. Dicha polarización ha infectado los aspectos más íntimos de las personas y pretende moralizarlos. La sociedad debe entrar en diálogo, no desde trincheras, sino desde el encuentro que permita vincularnos con personas, no con géneros”, agregó Perez-Wicht.