La Alameda de los Descalzos es uno de los lugares más emblemáticos de Lima. Este histórico paseo, que data del siglo XVII, ha sido testigo de múltiples cambios y ha formado parte de la vida cotidiana de los limeños a lo largo de cuatro siglos. Su belleza arquitectónica y su rica herencia histórica la convierten en un destino imperdible para quienes desean conocer la historia de la capital peruana.
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Ubicada en el distrito del Rímac, la Alameda le debe su nombre a que, en sus inicios, era frecuentada por religiosos descalzos, quienes encontraban en este lugar un remanso de paz para sus meditaciones como parte de la orden de los franciscanos, que es especialmente importante para los vecinos rimenses.
Conexión religiosa
“Los franciscanos fueron una de las primeras órdenes religiosas que llegaron con los conquistadores españoles. Se considera que Marcos de Niza fue el primer franciscano y custodio de la orden que llegó al Perú en 1532, justo para la época en que fue ejecutado el inca Atahualpa”, cuenta para este artículo el historiador Juan San Martín Vásquez.
Los franciscanos eran conocidos por su labor misionera y varios de ellos murieron predicando a Cristo en Japón en 1597. Una pintura de un franciscano que sufrió martirio en el país asiático, realizada en 1622, se encuentra en la iglesia de los Descalzos en el Rímac, que se ubica al final del Paseo y que también preserva sus propios tesoros, como unas iconografías del periodo barroco relativas a los estados del alma que incluye la “buena muerte” y la “mala muerte”.
Hasta el día de hoy, la Alameda de los Descalzos se encuentra rodeada de importantes iglesias que enriquecen su entorno. Entre ellas destacan las iglesias de Santa Liberata, El Patrocinio y Nuestra Señora de los Ángeles, que son verdaderas joyas del arte colonial. Estos templos religiosos, con sus fachadas ornamentadas y sus interiores llenos de historia, son un reflejo de la profunda religiosidad de la sociedad limeña de antaño.
Arte en las calles
Aunque fue concebida como un espacio de esparcimiento para la aristocracia limeña, con el paso del tiempo, la Alameda se convirtió en un punto de encuentro para toda la sociedad. Desde los más altos estratos sociales, pasando por religiosos hasta los sectores populares.
“A mediados del siglo XIX, la ciudad de Lima estaba en pleno proceso de modernización y durante el segundo gobierno de Ramón Castilla se colocaron unas estatuas de mármol de Carrara en la Alameda de los Descalzos porque era un lugar amplio, un espacio público en el que los vecinos de Lima podían ir y admirar las estatuas que eran un producto del arte italiano de la época”, cuenta San Martín, director de la revista de historia y cultura “Tiempos”.
“A mediados del siglo XIX, la ciudad de Lima estaba en pleno proceso de modernización y durante el segundo gobierno de Ramón Castilla se colocaron unas estatuas de mármol de Carrara en la Alameda de los Descalzos porque era un lugar amplio, un espacio público en el que los vecinos de Lima podían ir y admirar las estatuas que eran un producto del arte italiano de la época”, cuenta San Martín, director de la revista de historia y cultura “Tiempos”.
A lo largo de la Alameda, se pueden apreciar diversas esculturas que embellecen el paisaje y le confieren un aire de serenidad. Estas obras de arte son un testimonio del rico patrimonio cultural de la ciudad. Estas esculturas que representan figuras históricas y mitológicas fueron traídas en barco hacia el Perú el año 1858 y ubicadas en la Alameda de los Descalzos.
“El presidente Ramón Castilla ordenó, por medio de un embajador que viajó a Italia, que se construyeran las estatuas con mármol de Carrara, un mármol muy caro que fue pagado por el Estado peruano con los ingresos económicos que generó la venta del guano peruano”, explica el historiador.
La temática de las esculturas también está ligada, según señala el experto, a su punto de origen. “La mitología griega, como se sabe, con dioses y héroes fue adoptada por la civilización romana y los italianos siempre estuvieron orgullosos de sus antepasados romanos y gustaban de estos monumentos que adornaban las ciudades y los espacios públicos”, cuenta Juan San Martín.
En sus inicios, la Alameda de los Descalzos cumplía diversas funciones. Además de ser un lugar de esparcimiento, era un espacio donde se realizaban actividades sociales y culturales. Ferias, conciertos y desfiles eran algunos de los eventos que se llevaban a cabo en este lugar. Con el paso del tiempo, la Alameda fue perdiendo protagonismo y su esplendor se fue deteriorando. Sin embargo, en los últimos años se han realizado diversas obras de restauración que han permitido recuperar parte de su antiguo esplendor.
La casa de una vecina ilustre
Frente a la Alameda de los Descalzos se encontraba la Casa del Molino, propiedad de Micaela Villegas, más conocida como La Perricholi. Esta mítica figura de la historia peruana fue actriz y amante del virrey Manuel de Amat y Juniet, y su casa era uno de los lugares más frecuentados por la alta sociedad limeña. Micaela adquirió la casa ubicada frente a la Alameda en el cruce de las calles Peines y Madera en 1781 a un señor llamado Adrián del Portillo.
“Manuel de Amat y Villegas, hijo de ‘La Perricholi’, vivió en esa casa hasta su muerte en 1847 y luego funcionó allí la fábrica de tocuyos ‘Los tres amigos’, cuya propietaria fue la Viuda de Santiago, quien tenía una parte de los derechos del predio. Las otras partes la tuvieron en propiedad los hermanos Eleodora, José, Federico, Melchora Amat de Solís y Victoria de Amat. Para el periodo posterior a la Guerra con Chile, en la década de 1880, la casa era utilizada como una fábrica de tocuyos y su propietaria conocida como la Viuda de Santiago había contraído serias deudas con la Familia Candamo y se decidió por vender su parte de la propiedad, mientras que los hermanos de Amat vendieron también cada uno sus derechos propietarios por separado a Backus y Johnston”, relata el historiador San Martín.
La casa de la ‘Perricholi’ tenía una ventaja que resultaba de mucho interés para sus compradores: un pequeño brazo del río Rímac, el Peines, pasaba por la propiedad moviendo un molino con la caída de agua que se acarreaba. “Los dos empresarios estadounidenses Jacobo Backus y J. Howard Johnston se enteraron que la propiedad estaba en venta y la compraron para instalar ahí la Fábrica de Hielo y de Cerveza de la Compañía Backus y Johnston y en la fecha 15 de noviembre de 1888 en la Notaría Berninzon establecen la sociedad comercial Backus y Johnston”, detalla San Martín.
Actualmente, este edificio histórico se encuentra en proceso de restauración y se espera que en el futuro pueda ser abierto al público. De momento, una placa recuerda su peso histórico a los visitantes.
La Alameda de los Descalzos es mucho más que un paseo. Es un espacio donde las historias se entrelazan y donde el visitante puede revivir la esencia de una Lima de tiempos pasados.
Nota escrita por los estudiantes Jalizme García Flores, Jean Paul Tume Acosta, Alexandra Díaz Sánchez, Luciana Enriquez Alejandro y José Alfredo Cáceres Sánchez de la Institución Educativa Emblemática Ricardo Bentín del Rímac bajo la mentoría de la docente Mariana Figueroa y la periodista de El Comercio Melvyn Arce Ruiz.
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