La violencia familiar es un problema crítico en Perú, con profundas repercusiones en la vida de quienes la sufren, especialmente niñas, niños y adolescentes en etapa escolar. Este tipo de violencia, que incluye abuso físico, psicológico, sexual y económico, impacta no solo el bienestar emocional de las víctimas, sino también su desempeño académico, habilidades sociales y desarrollo personal.
La Ley N.º 30364 busca prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra los integrantes del grupo familiar, reconociendo que afecta con mayor intensidad a sectores vulnerables como menores de edad, adultos mayores y personas con discapacidad. Según el Programa Nacional Aurora, entre enero y septiembre del último año, se registraron más de 124,000 casos atendidos en los Centros de Emergencia Mujer (CEM). De ellos, el 41.8% involucró a menores de 17 años, siendo la violencia psicológica (40.4%) y física (35.4%) las más frecuentes.
El entorno escolar no está exento de esta problemática. La violencia familiar repercute en el ámbito educativo, afectando el rendimiento académico, la autoestima y la interacción social de las víctimas. De acuerdo con UNICEF, los altos niveles de cortisol generados por el estrés derivado de la violencia influyen directamente en la capacidad de concentración, memoria y aprendizaje. Estas dificultades pueden manifestarse en cambios de comportamiento, aislamiento social, ansiedad, trastornos del sueño y hasta conductas disruptivas en el aula.
Es fundamental que las escuelas desempeñen un papel activo en la detección y abordaje de estos casos. Expertos en la materia coinciden en que un agresor suele mostrar comportamientos como manipulación, control excesivo, celos extremos, baja autoestima, consumo de sustancias tóxicas o problemas de salud mental. En contraste, las víctimas suelen presentar signos como retraimiento, dificultades académicas, desconfianza, temor y sentimientos de culpa.
En este contexto, resulta indispensable que docentes, estudiantes y padres de familia estén preparados para actuar frente a situaciones de violencia familiar. Especialistas en el tema brindan las siguientes recomendaciones:
- Informar a adultos responsables o autoridades escolares. Si sospechas que un compañero está siendo víctima de violencia, comunícalo a padres, docentes o directivos. Es importante que las denuncias sean tratadas con confidencialidad y sensibilidad.
- Crear espacios seguros en las escuelas. Los colegios deben implementar canales de comunicación y orientación donde los estudiantes puedan expresar sus problemas sin temor a represalias.
- Buscar ayuda profesional. Los Centros de Emergencia Mujer (CEM) y otras instituciones especializadas ofrecen apoyo psicológico, legal y social gratuito. Este acompañamiento es clave para ayudar a las víctimas y sus familias a superar la violencia.
- Fomentar la observación y el diálogo. Prestar atención a cambios de comportamiento y promover conversaciones abiertas sobre el tema pueden facilitar la identificación temprana de casos.
- Participar en campañas de sensibilización. Estas iniciativas ayudan a prevenir la normalización de la violencia en el entorno escolar y promueven una cultura de respeto y empatía.
Abordar la violencia familiar desde las escuelas es una tarea urgente y colectiva. La detección temprana, junto con la implementación de medidas preventivas y de apoyo, puede marcar la diferencia en la vida de quienes sufren en silencio. Actuar no solo es un deber, sino también un paso esencial hacia una sociedad más justa y segura.
Informe elaborado por las corresponsales escolares Carla Bances Pérez, Claudia Carbajal Palacios, Adriana Céspedes Alvarado, Dayra Correa Aguilar y Gianella Yoclla Mogollón de la I.E. Tungasuca, Lima, con la asesoría de la docente Analí Quispe Gala y la mentoría del periodista de El Comercio Ángel Navarro Quevedo.
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