Fuera de las fronteras españolas, el nombramiento de Quique Setién como director técnico del Barcelona generó extrañeza por el poco bagaje que tiene el cántabro de 61 años. Durante su presentación, el propio presidente del club blaugrana, Josep Maria Bartomeu, amortizó toda duda razonable sobre su elección con una justificación que sonó gaseosa: “Es un entrenador que cuida el juego y el estilo. Y coincidimos totalmente con esa idea”.
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Ser uno de los autoproclamados apóstoles de la escuela cruyffista le valió a Setién para cruzar el Rubicón de una carrera trazada por cuatro efímeras temporadas en la Liga y reconocida por la versión 2017-18 de su Real Betis, la que encandiló con su juego ofensivo y atractivo fiel a los ideales del gran Johan, los del toque y posesión como idea primigenia e innegociable. Su tránsito por Las Palmas (2015-17) y su segundo año con los béticos marcados por la línea ecuatorial de la clasificación no dejaron mucha huella en la memoria colectiva del aficionado español.
“Cuando voy a un equipo solo garantizo una cosa: mi equipo va a jugar bien”, prometió el nuevo estratega culé. Y remarcó que todo lo que le falta en su currículum lo plasma en el atractivo juego que despliegan los clubes que dirige.
La primera prueba ante el humilde Granada fue tierra fértil para poner en práctica su propuesta. Los 1.002 pases y el 82,6% de posesión –los blaugranas no tenían cifras parecidas desde el 2012 con Tito Vilanova en el banco– reafirman las diferencias con la versión pasada de Ernesto Valverde –su tope fue de 719 pases– en cuanto a las formas. Como resultado, el 1-0 se parece mucho por el padecimiento para resolver los partidos, un déficit mostrado en muchos encuentros de la era anterior.
Las primeras estadísticas de Setién apuntan a un acercamiento al ADN blaugrana –ojo que desde el minuto 69 tuvieron un hombre más ante el Granada– que no te asegura el triunfo, pero sí es positiva la mutación a un estilo que recupera los ideales fundacionales de la escuela holandesa. Y teniendo un plantel configurado para hacer fluir esa propuesta –reforzado con Frenkie de Jong y Antoine Griezmann para este curso–, sin dudas se estará siempre más cerca de la victoria.
Salida desde el fondo sin sortear el balón, adelantar a Jordi Alba como extremo izquierdo para configurar un 3-5-2 en ataque -considerando que Luis Suárez será baja buen tiempo-, rotar el balón con paciencia hasta encontrar los espacios y presionar al segundo para recuperar la posesión son parte del manual blaugrana que Setién está recuperando. Su llegada también es una inyección anímica que refresca a un grupo que jugaba casi por inercia, que necesitaba algunos retoques para recuperar la vivacidad en el juego.
Con Setién se recupera la cadena del eslabón establecido por la directiva catalana –rota en su momento por la sorpresiva apuesta por el ‘Tata’ Martino en el 2013-14–. Se pondera el estilo antes que el currículum, como ya pasó con los exitosos casos de Frank Rijkaard, Josep Guardiola, Tito Vilanova y Luis Enrique, y también con la oferta a Xavi Hernández antes de la llegada de Setién.
“Nos hacía falta un impulso”, justificó Bartomeu sobre el cambio de mando. Y al presidente blaugrana nada le importó que el nuevo técnico haya estado paseando al lado de las vacas en su pueblo de Liencres, en Santander, horas antes de enterarse de que llegaría al Camp Nou. Cuando se tiene estilo, lo demás poco importa. Al menos para el Barza.