ELKIN SOTELO C. @elkinsot_DT
En 1997 Alianza Lima buscaba entrenador con la consigna de terminar con la pesadilla de no salir campeón en 18 años. Alberto Masías era el nuevo presidente del club, pero no contaba con experiencia suficiente ni contactos para realizar una búsqueda cabal. Solo había tomado la decisión de que el brasileño Gilberto Alves, 'Gil', no siga en el club porque había abusado de la vida ligera y no proponía rigor.
Existía una generación interesante de jugadores, pero que no había obtenido el gran objetivo principalmente porque carecieron de un líder con la seriedad suficiente. Masías se apoyó en el dirigente Fernando Farah, este a su vez con el desaparecido periodista Micky Rospigliosi, quien en Colombia tenía radares de mucho peso que le sugirieron a Jorge Luis Pinto.
El técnico tenía 45 años y su antecedente inmediato era haber dirigido al modesto Unión Magdalena de su país. Pero se ajustaba al perfil que quería Alianza y al presupuesto económico. Cuando la prensa en Lima se enteró de que Pinto era el elegido empezó a investigar. No había Internet ni Wikipedia y las únicas referencias posibles eran telefónicas con periodistas cafeteros incrédulos de que pudiera salir de su país.
PINTO, EL TIRANO
Por ahí alguno mencionó la palabra disciplina y los diarios quedaron prendados del término. Se exageró en dicha característica porque provocaba mucho morbo que se venga a enfrentar a los famosos 'Potrillos' descarriados que solo sabían estar en salsódromos por las noches, según la prensa. Por eso Pinto vino precedido por una aureola de caporal distorsionada y los jugadores de Alianza tomaron el mensaje de que venía un general inhumano a entrenarlos. Se generó una excesiva actitud defensiva de ambas partes, un tira y afloja que se demoró en recomponerse.
Antes de llegar a Lima Pinto empezó a marcar diferencias: pidió que la pretemporada sea en un sitio de altura y con muchas áreas verdes. Fue la primera vez que Alianza salió de Lima y viajó a Arequipa con buenos resultados.
CHOQUE CON EL PLANTEL
Jorge Luis tomó la decisión de prescindir de Mario 'Kanko' Rodríguez tras algunos días de trabajo con él. Se dice que 'Kanko' no tenía buena disposición y que incluso fumaba dentro del club. Separarlo fue una decisión arriesgada porque otros jugadores referentes como Waldir Sáenz y Juan Jayo Legario sintieron que estaba yendo contra la unidad del grupo.
Pero el clima empezó a mejorar cuando Pinto eligió a Marco Valencia como su 'chochera'. La relación entre el técnico y el volante se mostraba a través de largas charlas que sostenían en las concentraciones porque al jugador le gustaba mucho ver y hablar de fútbol y Pinto lo visualizaba como futuro entrenador. Los 'Potrillos' observaron mucha honestidad porque esa relación no indicaba preferencia hacia 'Cuchara' a la hora de alinear al equipo: Marquinho era el dueño de la 10 o incluso César Rosales. Valencia aceptaba su suplencia con mucho profesionalismo.
PINTO DE NOCHE
Eso sí, aquello de la vigilancia nocturna que implantó Pinto no era una práctica habitual y sucedía apenas con algunos elementos que dejaban indicios de descuidarse. Sáenz, Del Mar, Marquinho, eran los jugadores a los que el técnico necesitaba al 100% y que visitó en alguna oportunidad.
Ese Alianza Lima fue el primer equipo peruano que obtuvo el título por ganar los dos torneos del año (Apertura y Clausura). Las lágrimas de Pinto y el abrazo con Juan Jayo y Waldir Sáenz en Talara luego de obtener el campeonato despejaron todo tipo de dudas: los jugadores reconocieron que el colombiano había sido el entrenador que más los había exigido, pero que con ello habían conseguido su máximo sueño.
SU MÁXIMO ENEMIGO
Al año siguiente, Pinto se reencontró en Lima con uno de sus máximos enemigos. Luis 'Chiqui' García fue contratado por Cristal y el aliancista se enteró de ese fichaje por la prensa, justo a la salida de un entrenamiento en Matute. "Está bien. Ojalá que no venga a hacer sus porquerías al Perú", señaló contrariado. Siempre acusó a García de arreglar partidos en Colombia y de esa forma obtener sus títulos.
Así era Jorge Luis Pinto entre 1997 y 1998. Un técnico que supo de dificultades en Matute, pero que siempre salió bien librado. Ganó y perdió, como en cualquier equipo de fútbol, pero dejó la confirmación de que era capaz de hacerse cargo de retos complicados y con grupos humanos diversos. Comprometió a los grones y sacó lo mejor de ellos. Fue el primer título de su carrera y por eso es que cada que ve una camiseta blanquiazul le gana el sentimiento.