Desde el descubrimiento de la tumba del Faraón Tutankamon, ningún egipcio había acaparado tanto la atención mundial como hoy lo hace Mohamed Salah. El delantero del Liverpool tiene la opción de derrocar a Messi y a Ronaldo -y alzarse con el Balón de Oro- tras diez años de pareja competencia entre el argentino y el portugués. Con sus dos magníficos goles ante la Roma en la semifinal de la Champions -y toda su temporada con el Liverpool- Salah se instauró en la final de este sábado en Kiev. Y de ganarla, tendría un mérito más que le daría argumentos necesarios a su postulación como Balón de Oro.
Nombrado como el mejor jugador -y goleador- del año de la Premier League, con posibilidades de ganar la Champions League y con un cupo para disputar el Mundial Rusia 2018 con Egipto, Mohamed Salah tiene suficientes argumentos para reclamar el Balón de Oro. Obtener la 'Orejona' sería un plus que potenciaría su ascenso al trono.
Pero los goles de Mohamed Salah también tienen otro efecto: sus tantos provocan felicidad en su pueblo. El sentimiento anima a los egipcios y los ayuda a combatir la dura lucha contra la inestabilidad gubernamental, la crisis social y la falta de agua en la nación. El atacante, que increíblemente recibió un millón de votos en los recientes comicios electorales de su país quedando en segundo puesto sin haber presentado su candidatura, amagó los problemas de su infancia y hoy se ha convertido en ídolo absoluto de su gente.
El futbolista que de niño jugaba como lateral zurdo y lloraba pues no podía marcar goles, ante la Roma en la semifinal celebró dos veces e influyó en los goles de Firmino y Mané. Exaltado hasta la estratosfera de la admiración, los niños egipcios cambiaron las camisetas de Messi y Ronaldo por la de Salah. La revitalización de la esperanza tiene más impacto que un par de tantos.
Una de las gestas más épicas de Mohamed Salah fue convertir el gol con el que Egipto regresó a un Mundial luego de 28 años. La repercusión de la clasificación fue tal que un rico empresario le ofreció una lujosa mansión como agradecimiento. La estrella del Liverpool rechazó el obsequio pidiéndole que mejor la donara a su ciudad natal: Basyoun.
Prodigioso con espacios y letal si pisa el acelerador, Mohamed Salah es un problema constante cuando se acerca al borde del área rival. Dueño de un disparo curvo demoledor, que casi siempre hace reposar el balón en la red, hoy ante el Real Madrid tendrá que demostrar su talento para alzarse con la Champions League y llegar inspirado al Mundial Rusia 2018.
Pero quizá la victoria más importante para Salah es volverse ídolo de los niños de su país. En tiempos de Messi y Ronaldo, los pequeños faraones llevan la camiseta del Liverpool con su nombre en las polvorientas calles de El Cairo. En cafés y calles, su figura aparece en los murales como si fuera un ídolo pop. Su amplia sonrisa, dientes blancos y frondosa barba brillarán una vez más este sábado en Kiev; pero, ya reposan en la memoria de los egipcios al lado del Faraón Tutankamon.