Gonzalo Banda

Los saltamontes pigmeos de Japón y las larvas de las hormigas león se hacen los muertos para burlar a sus depredadores. Suele ser una astuta manera de sobrevivir. Sin embargo, el Real Madrid Club de Fútbol no se hace el muerto para evitar ser cazado por un depredador, sino para cazarlo. Cuando los rivales se sienten ya saboreando la victoria, cuando comienzan a saltar sus jugadores en el banquillo creyendo que lo han matado, en ese preciso momento, con crueldad inexorable, aparece el Real Madrid una y otra vez.

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Decía Johan Cruyff que la suerte en el fútbol no existía y el Real Madrid no tiene suerte, es un depredador que te caza cuando ya piensas en empezar a desollarlo. Cuando el partido de fútbol entra en la zona donde la gran mayoría de equipos del mundo agachan la cabeza y empiezan a rumiar la derrota, entre el minuto ochenta y pico y el noventa y tantos, el Madrid vuelve a aparecer en un déjà vu interminable que se repite. Así apareció en el Santiago Bernabéu la noche del 8 de mayo de 2024. Así ganaba el Madrid.

El partido fue todo lo que la Champions League puede ser. El Madrid de la batuta de Tony Kroos dictaba el tempo del partido durante los primeros cuarenta y cinco minutos. Movía la pelota de un lado a otro, pero sin generar peligro hasta que apareció Vinicius Jr, que no se cansó de encarar y encarar rivales a los que pasaba la facilidad que un Ferrari pasa a un autobús en una carretera, y estrelló la pelota en el travesaño, Rodrygo cazó el rebote y Neur la bajó con la autoridad con la que siempre la bajaba en los viejos días. El Bayern tampoco dañaba, salvo un disparo de Harry Kane que Lunin rechazó al córner. Pero salvo los fogonazos de Vinicius Jr, era un partido espeso que no se condecía con la atmósfera eléctrica de un ruidoso y frenético Santiago Bernabéu, ni con el aliento inacabable que bajaba de los cuatro mil bávaros que nunca cesaron de cantar en el fondo norte.

El Real Madrid dominaba, pero no conseguía el gol. Gnabry había abandonado el partido con una lesión muscular en los primeros minutos y dejó paso a Alphonso Davies. Y fue precisamente Davies quien asestó la daga cabalgando en un contragolpe que hizo recordar su mejor versión, clavando un derechazo por toda la escuadra que fue incontestable para Lunin. Era el minuto 73. Davies que venía sonando para el Real Madrid desde hace meses. Tras la daga de Davies, el Bayern planchó el partido. Y cuando mejor se veía a los bávaros en la cancha, a su entrenador le entró el miedo. Sacó a Kane, sacó Musiala y se apertrechó para resistir. Se olvidó que al Madrid no puedes resistirlo, sino que tienes que tienes que terminar de acribillarlo. Pecó de ingenuidad.

Y entonces con más ímpetu que con ideas, apareció el héroe de la historia, Joselu, el goleador obrero. En el minuto ochenta y pico y en el noventa y tantos, en ese tiempo que es eterno para Real Madrid. Dos goles en cinco minutos. El Madrid lo había vuelto hacer. El Santiago Bernabéu había vuelto a ser testigo de lo innombrable. El polaco Marciniak añadió casi 15 minutos al tiempo regular. Cuando caía el martillo, los alemanes protestaron en el minuto 104 una injustificable decisión arbitral de pitar un offside que no parecía tan evidente. Marciniak pitó, acabando la jugada antes que los alemanes continuaran la jugada y, desde ese momento, no había lugar a la revisión del offside semiautomático por el VAR. Modric, Kroos, Carvajal y Nacho van a luchar por ganar su sexta Champions League en Wembley, el santuario del fútbol mundial donde le espera el otro héroe de la historia: el Borussia Dormunt.

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