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Zidane y los dos cabezazos que marcaron para siempre su carrera - 9
Miguel Villegas

tenía más pelo, menos años y un alias que resumía su pasarela en el campo: el genio de la lámpara. Lo apodaban así por su talento para inventar jugadas -que disfrutó Juventus-, para marcar golazos -que celebró Real Madrid- y, sobretodo, por su facilidad para leer el juego un segundo antes que los demás. Lo que Cruyff llamaba “jugar al fútbol con el cerebro”. Era fácil suponer, sin necesidad de la ciencia, que en esa cabeza había un notable hijo de Platini, acaso su mejor heredero. Todo salía de esa cabeza, que lo iba a marcar en su momento de gloria, y en su ocaso.

Con la cabeza le ganó a Brasil el Mundial de Francia 98, cuando marcó dos goles y fue todo lo que quiso ser Platini: campeón del mundo. Con la cabeza agredió a Materazzi en la final del 2006, en un hecho bochornoso que cerró su carrera y se tuvo que ir en silencio, demasiado podría decirse.

y está en su primera final de fuste en ese cargo: juega contra el Atlético de Simeone. Como en la definición del Mundial en su país, Zidane necesita organizar un equipo que contrarreste, básicamente, dos cosas: 1. El orden defensivo de fabricación uruguaya del Aleti (Giménez y Godín). 2. El fervor del plantel, que llega a esta final de Champions con la idea de cobrarse una revancha.

Ese es su futuro. Su pasado tiene estos dos episodios épicos que marcaron una carrera gloriosa por números y juego -Mejor jugador del año FIFA 98, 2000 y 2003, y campeón del mundo en Francia-, uno ante Brasil y el otro ante la Italia de Materazzi. Los misterios de la cabeza, sin duda. Los héroes también se equivocan.

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