"Tiempo de decir adiós", por Jerónimo Pimentel. (Foto: AFP)
"Tiempo de decir adiós", por Jerónimo Pimentel. (Foto: AFP)
Redacción DT

El anunciado retiro de por una lesión a la cadera deja una sensación amarga en el aficionado: el último sueño de todo deportista de alta competencia es decidir cuándo deja las canchas, no que los médicos escojan por uno.


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El sinsabor es mayor, ya que se trata de un tenista enorme que cumplió prácticamente todos los objetivos que se propuso, entre ellos, ser número uno, ganar Wimbledon (el primer británico en hacerlo desde 1936), liderar el triunfo de Gran Bretaña en Copa Davis y obtener dos medallas de oro en los Juegos Olímpicos para su país.

El fondo de esta galería extraordinaria de éxitos fue formar un cuarteto prodigioso junto a Federer, Nadal y Djokovic que, difícilmente, se repetirá.

Técnicamente fue un prodigio, quizás el mejor jugador de línea de fondo en pista dura de su tiempo (en arcilla es Nadal). En plenitud leía estupendo el juego y era famoso por construir los puntos con paciencia, por lo que se le reconocía una capacidad táctica tremenda.

Gran devolvedor, no era el suyo un estilo espectacular ni pretencioso, quizás su creatividad se podría calificar de intelectual o flemática, para ir de la mano con el cliché cultural. Manejaba los cambios de ritmo a placer y desconcertaba a sus rivales aplicando efectos que forzaban a sus oponentes al error. Su estilo, sobrio pero versátil, le permitía obtener ángulos de tiro imposibles (prefería precisión a potencia) y, cuando se le requería, se defendía perfecto con ‘passing-shots’, globos o drops justísimos. Su revés a doble mano fue un lujo cotidiano al que, ingenuos, nos acostumbramos torneo a torneo en la última década.

¿Su forma de entender el tenis habrá tenido que ver con el desgaste de su cuerpo? Es probable. Murray favorecía los intercambios largos y su posición defensiva implicaba un sacrificio físico constante.

Hacia el año pasado se propuso un cambio de enfoque para favorecer un tenis ofensivo, pero ese proceso de adecuación se truncó en la enfermería. Federer –de nuevo– quizás sea el mejor ejemplo de adaptación: decidió dosificar su presencia en torneos, acortar deliberadamente los puntos y depender casi exclusivamente de su saque y drive. El trabajo que hizo Nadal con su servicio es también una lección de cómo aliviar muñecas y rodillas.

"Tiempo de decir adiós", por Jerónimo Pimentel. (Foto:AFP)
"Tiempo de decir adiós", por Jerónimo Pimentel. (Foto:AFP)

¿Pero por qué hablamos de Murray en pasado? Porque a pesar de contar con solo 31 años, el escocés ha confesado, entre lágrimas, que este será su último año como profesional.

Esta mañana, a las 2 de la madrugada, se habrá batido con Bautista Agut y el lector tendrá a la mano ya el resultado, que él mismo anticipaba como derrota. Se haya cumplido o no su pronóstico, es conmovedor ver a un gigante sometido por el dolor que le inflige continuar con su pasión, su empresa. Es el corolario injusto de una carrera gloriosa.

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