En el fútbol, pasar de ser ídolo a villano, o viceversa, es algo muy natural. Son pocos los jugadores que mantienen una imagen impoluta en un club. Diego Armando Maradona es uno de ellos. Tras ser sancionado en Barcelona por una gresca en un duelo ante el Athletic Club, su salida era inminente. Lo inesperado fue su destino: el Napoli, un club chico que casi ni figuraba en el mapa de los fanáticos fuera de Italia. Ahí, el ‘Pelusa’ no solo escribió las páginas más gloriosas en la historia del equipo, sino que inició un romance que hasta el día de hoy se mantiene intacto. Pese a que este martes 23 de marzo se cumplen 29 años de su último partido con la camiseta napolitana, al Sur de Italia todos siguen recordando al ángel caído que sigue siendo Dios pese a despedirse tras una sanción por dopaje.
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Para la temporada 1984-85, la gran sorpresa fue que eligiera el Napoli como nuevo destino, porque no solo era una institución pequeña, llamada pobre por los ricos del norte italiano -Juventus, AC Milan, Inter de Milán-, los acostumbrados a pelear los títulos. Además, el ‘Pelusa’ llegaba a un club que quedó a un punto del descenso. Para Maradona el reto le quedaba chico: ya con Argentinos Juniors en sus primeros años debió luchar contra los más grandes.
Una liga italiana con diversidad de estrellas buscaba posicionar a Maradona como una de ellas. El primer año del argentino fue un proceso de adaptación, pero ya en el segundo su pie izquierdo guió a los napolitanos hasta el tercer lugar, con una clasificación a la Copa UEFA. Luchar por el Scudetto ya era una posibilidad latente pese a la incredulidad de toda Italia. Pero el regreso del ‘Pelusa’ convertido en ‘D10S’ tras el Mundial de México 86 ya llevó al Napoli a otro nivel. El 10 de mayo de 1987 el título prometido era por fin una realidad en el sur del país de la bota. El cuadro celeste derrocaba a los poderosos con un Maradona brillante, auténtico, idolatrado. Era el primero de los dos únicos Scudettos que lucen en su vitrina (el otro conseguido en la temporada 1989-90 también fue con el argentino como gran gestor).
Napoli no dejaba de impresionar y a la temporada siguiente tuvo un arranque de ensueño. Maradona compartía equipo con Giordano y Careca, formando el tridente Ma-Gi-Ca (bautizado así en Italia). Una derrota ante el AC Milan de los holandeses Gullit, Rijkaard y Van Basten en el estadio de San Paolo marcó la pequeña diferencia en la tabla de posiciones.
Sin embargo, el ‘Pelusa’ cambió la desilusión con otro logro histórico: la Copa UEFA 1988-89, la primera gran conquista internacional para colocar al Napoli en el mapa del Viejo Continente. Al año siguiente, llegó el último Scudetto en la historia del club otra vez con un mágico Maradona. Las épocas de turbulencia empezaban a llegar con el argentino ya siendo protagonista de muchas situaciones extradeportivas.
Se avizoraba una debacle que muchos no querían aceptar. Lo peor llegaba tras el Mundial Italia 90: eliminar al anfitrión en semifinales fue para Diego Armando una cruz demasiado pesada de cargar. Las críticas en su contra fueron cada vez más ácidas. La tarea era tumbar al mito. Y los rumores de un posible dopaje ya eran tema de discusión en las páginas de los diarios italianos. Su séptima temporada en Napoli (1990-91) Diego la empezó a pasar muy mal y el 24 de marzo de 1991, ante la Sampdoria, jugaría su último partido tras dar positivo en un dopaje. Su cuenta goleadora se detenía en 115 conquistas en 259 partidos. Su historia terminaría con dos Scudettos, una Copa Italia, una Supercopa de Italia y una Copa UEFA, demasiado para un club chico que se hizo grande con el ‘Pelusa’.
¿Cómo se dio este caso? En enero de 1991, Maradona ya era investigado por una posible posesión de drogas y estar implicado en casos de prostitución. En marzo de 1991 se encontró cocaína en su orina, la sanción de año y medio se hizo efectiva para terminar un ciclo.. “Cuando llegué, me recibieron 85.000 personas. Cuando me fui, estaba completamente solo”, declaró años después Maradona.
Pese a ese triste episodio, todo Nápoles lo recuerda con alegría y lo sigue viendo como a un héroe, como a un dios. Pocos como Diego Armando Maradona pueden disfrutar de un romance eterno y sin límites.
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