En el principio, todo fue ránking. Abrumados por la distancia, empezamos a desplegar puentes hacia los que sentimos lejos y, apelando a ese rasgo tan distintivamente humano de jerarquizar las cosas, les preguntamos por sus favoritos. Así, de un momento a otro, buscando bocanadas de aire, instamos a nuestros amigos a postear sus listas de escritores predilectos, conciertos en los que perdieron la cabeza o series de TV que les calaron más hondo. En una primera etapa del COVID-19, enumerar preferencias en las redes era una forma de acercarnos.
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¿Maradona, Pelé o Messi?, ¿Federer, Nadal o Djokovic? El deporte, por supuesto, también fue tierra fértil para que los cibernautas elijan entre sus héroes. Con el paso de las semanas el debate en Internet alcanzó las coordenadas de las estrellas que asumíamos olvidadas como Freddy Ravello, Dennis Rodman o Alberto Juantorena. También hubo espacio para juegos atemporales y combates imposibles. ¿Qué hubiese ocurrido si el Brasil del 70 y el del 2002 se enfrentaban, o si ‘Manos de Piedra’ hubiera calibrado la fuerza de sus puños contra los de Carlos Monzón?
Evocando recuerdos andaba, cuando un mensaje directo llegó para perturbarme. Tras un tuit rememorando un aniversario más de la obra cumbre de Sugar Ray Leonard frente al ‘Maravilloso’ Hagler en el 87, Chalaco, ese era el nombre del otro lado de la pantalla, criticó la frivolidad de la publicación en tiempos de pandemia. No se trataba de un ‘hater’, de esos que gozan de envidiable salud, sino de un usuario que genuinamente pensaba que, por el contexto, abordar estos temas era una pérdida de tiempo. “Con todo respeto creo que no es el momento de ocuparnos de cosas intrascendentes. Si eres periodista, cumple con tu misión de educar, instruir e informar”, descargó en mi muro.
“Tenemos miedo. Tenemos el valor de tener miedo”, reflexionó Villoro tras el terremoto en México hace un par de años. No es que el quehacer deportivo ningunee la pandemia, ni que los comunicadores del rubro no entiendan que la coyuntura es delicadísima; por el contrario, hay conciencia respecto de la gravedad del virus, pero también la hay sobre que el deporte es un bastión al que podemos acudir a refugiarnos. ¿Cuántos gestos solidarios hemos visto de los futbolistas, los pilotos, los luchadores, etc., en los últimos días?
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Las gestas atléticas tienen una épica llena de lecciones. Del deporte aprendemos que el dolor no es permanente, que como decía Kipling tanto el fracaso como el éxito son impostores a los que debemos tratar con la misma indiferencia y que mañana es siempre otro día para competir. El deporte borra las distancias. Por eso, como con el cine, el arte o la música, ocupamos buena parte de nuestro tiempo de la cuarentena averiguando cuál de los dos Ronaldo, el brasilero o el portugués, fue superior. “El deporte, mi amigo, nunca es intrascendente. Nunca”, fue toda la repuesta que obtuvo Chalaco.
Es común que el observar solo un árbol nos impida ver todo el bosque, pero no siempre es así; a veces, es el bosque el que no nos deja contemplar el árbol.
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