Una encuesta publicada por el diario “Folha de San Pablo” hace unas semanas afirmó que uno de cada cinco brasileños es hincha del Flamengo. Haciendo cuentas rápidas: si Brasil tiene 209 millones de habitantes, el ‘Mengao’ cuenta con cerca de 41 millones de torcedores. Es decir, si todos los flamenguistas decidieran venir a Lima este 23 de noviembre para la final única de la Copa Libertadores ante River Plate, la ciudad colapsaría. El Perú, desde Tumbes a Tacna, tiene una población de 33 millones de personas, una cantidad menor a la hinchada del ‘rojinegro’.
De lejos, el Flamengo es el club con más hinchas del mundo. Sin embargo, su popularidad, por más indiscutida que sea, no ha ido de la mano con los títulos internacionales. Fundado en 1895 en Río de Janeiro, el ‘Mengao’ tardó 86 años para tocar la gloria en América. Recién en 1981 logró alcanzar la Copa Libertadores la mano del ‘Pelé blanco’ llamado Zico y el técnico Paulo César Carpegiani.
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Eran tiempos en el que en el fútbol aún no existía el VAR, no había controles antidopajes ni cámaras televisivas que grababan hasta el guiño de cada jugador. De hecho, el slogan del ‘fair play’ aún no estaba instaurado. Por eso el cuadro brasileño tuvo que pasar duras pruebas en el camino y superar a contrincantes que no dudaron en recurrir a sucias artimañas. Incluso, en la final jugada en Chile sufrió agresiones y amenazas por mandato de Augusto Pinochet. El rival fue Cobreloa, un club impulsado en 1977 por la dictadura con el objetivo de entretener a los combativos mineros de Calama, en pleno desierto de Atacama.
La historia de la final: ¿mito o verdad?
Luego de superar dos fases (ambas divididas en grupos), Flamengo y Cobreloa se citaron en la primera final el 13 de noviembre de 1981. El mítico Maracaná lucía totalmente repleto: 93.985 espectadores, según estadísticas oficiales. Y afuera habían más, claro. Dos goles de Zico le dieron la victoria al ‘Mengao’ por 2-1 y había una amplia ventaja entre un equipo y otro con respecto a la vuelta. Todo hacía creer que el partido en el Estadio Nacional de Santiago sería mero trámite.
La revancha se dio el 20 de noviembre. Habían casi 61 mil hinchas en el recinto de la capital chilena. Y aquí nace el mito de Mario Soto. Aunque para él todo es una leyenda –“esa historia de las piedras surgió porque siempre tuve las manos duras”, dijo alguna vez-, fue acusado de jugar con una piedra en la mano. El central y capitán de Cobreloa se ensañó con dos delanteros del Flamengo: le produjo un corte en la oreja a Lico y lastimó en el ojo a Tita. Su compañero Armando Alarcón también lo negó. Aceptó, sí, que Soto “mordió algunas orejas”.
Según cuentan, el propio Pinochet, presente en el Estadio Nacional, preguntaba a sus más cercanos: “¿No se le estará pasando la mano a nuestro Mario Soto?”.
A pesar de todo, el ‘Mengao’ estaba resistiendo el cero en su arco. Sin embargo, a once minutos del final, el chileno Víctor Merello puso el 1-0 a favor de Cobreloa, obligando así un partido extra para definir al campeón.
El desempate se jugó tres días después en el Estadio Centenario de Montevideo. Fue un 23 de noviembre, en campo neutral, dos coincidencias con la final que disputará ante River Plate este Flamengo.
“La final contra Cobreloa fue la victoria del fútbol sobre la violencia”, contó en el 2012 Zico, autor de los dos goles con el que el ‘Fla’ ganó su primera y única Copa Libertadores hasta el momento.
A los 88 minutos de ese tercer partido Paulo César Carpegiani, técnico de 32 años, hizo entrar a Anselmo. El entrenador brasileño, según dicen las leyendas urbanas, le ordenó que hiciera justicia con Soto. Total, la victoria estaba casi asegurada. El delantero golpeó por atrás al defensor. Ambos se fueron expulsados al vestuario, mientras que producía una batalla dentro del campo.
Treinta y ocho años después, Flamengo buscará su segundo título de Copa Libertadores. Y para ello no solo se aferra a su buen fútbol o figuras como Filipe Luis, Diego, Bruno Henrique y Gabriel Barbosa ‘Gabigol’, también a esos guiños que da el destino. No solo está lo de la fecha y el campo neutral, también hay un dato a tomar en cuenta: el entrenador de aquel Cobreloa (Vicente Cantatore) era argentino, como Marcelo Gallardo.
Otra similitud es que en aquella Libertadores de 1981, el goleador del torneo fue del Flamengo: Zico anotó once tantos. Este año, el máximo anotador es ‘Gabigol’ con siete festejos, cuatro más que Nicolás de la Cruz, el artillero de River Plate en la Copa.
¿Simples coincidencias? El sábado 23 lo comprobaremos en el Estadio Monumental de Ate.