Solo 16 minutos marcaba el reloj en el Maracaná. La final soñada para ambos equipos estaba en juego. Christoph Kramer corre a disputar un balón con vehemencia y Ezequiel Garay, hace lo propio. El choque es tan brutal que el estupor baja desde las gradas del Maracaná. Kramer yace en el suelo, los alemanes piden falta, los argentinos continuan el juego.
El alemán se levanta mareado. Al cabo de unos minutos le pregunta al árbitro si es que ya estan jugando el partido de la final. El árbitro cree que es broma, lo ignora. "Árbitro, necesito saber si esta es la final", reitera su pedido. "Sí, lo es", responde y luego habla con Bastian Schweinsteiger sobre un posible cambio. Minutos después es reemplazado.
“No sé nada sobre el primer tiempo. Me enteré después que dejé el partido inmediatamente después del choque. No tengo idea cómo llegué a los vestidores. No sé nada más. En mi cabeza, el partido comenzó en el segundo tiempo”, declararía el mismo día de la final y sostendría la tan ansiada Copa del Mundo, sin recordar absolutamente nada.
"Los médicos están seguros de que los recuerdos de la final del Mundial no regresarán", declaró el centrocampista del Borussia Moenchengladbach en la edición de la revista Focus, próxima a publicarse.