Hans-Peter Briegel, recordado defensor alemán de medias caídas y pinta de fisicoculturista, el que no pudo alcanzar a Burruchaga en el tercer gol argentino en la final de México 86, disparó con munición pesada apuntando a la cabeza de Guardiola. “Nos ha engañado diciendo que para ganar era suficiente con tener el 75% de posesión”. El ‘Tanque’ reniega de la influencia del catalán en el juego de la Mannschaft. Lo acusa de ser el impulsor de la mutación del fútbol directo y efectivo a uno totalmente frívolo. Lo culpa del humillante descenso a la Segunda División de la novísima Liga de Naciones de Europa por el excesivo juego de toques.
Bajo esa mirada apocalíptica, la tesis del dos veces subcampeón mundial podría encorsetarse en las seis derrotas de Alemania este 2018 –el peor año en toda su historia– en las que tuvo más el balón que su rival: 58% frente a Brasil (0-1), 64% contra Austria (1-2), 60% ante México (0-1), 70% frente a Corea (0-2), 58% contra Holanda (0-3) y 56% ante Francia (1-2). Sin embargo, esa es una visión sesgada si no aclaramos que en sus 13 duelos (cuatro victorias y tres empates incluidos) solo Holanda lo superó en posesión el último martes (54%) y que España dividió en partes iguales la misma en su primer amistoso del año. Ambos terminaron igualados. La conclusión, entonces, es que tener el balón no es el problema de los germanos, el déficit está en saber qué hacer con él, en la falta de profundidad y efectividad del sistema, algo totalmente distinto a lo que expone Briegel.
El título conquistado en el Mundial 2014, el cenit de la era de Löw, se logró bajo una clara influencia del guardiolismo. Siete jugadores del Bayern fueron la piedra angular en la dinámica del juego del campeón. Neuer, Boateng, Lahm, Kroos, Schweinsteiger, Götze y Müller no solo eran habituales titulares en canchas brasileñas, sino también fueron excelsos protagonistas en la cuadratura teutona. Ese mismo estilo se impuso con una selección coronada con otros intérpretes en la Copa Confederaciones de hace solo un año.
La crisis de la Manschasft se enmarca en dos problemas principales: la falta de gol –con el retiro de Klose se fue la opulencia goleadora– y la apuesta por una vieja guardia que pese a no ser veterana del todo tiene muchísimos kilómetros recorridos.
Tras 12 años al mando de la Mannschaft, luego de tomar la posta que le dejó Klinsmann, Löw entra por primera vez a un terreno pantanoso. La eliminación temprana en Rusia y la goleada sufrida ante Holanda (3-0) obligan a un cambio de chip.
La misión de Löw es armar un nuevo rompecabezas. Su ventaja es que tiene las piezas correctas para encajarlas. Los Ter Stegen, Sané, Werner, Goretzka, Gnabry o Kehrer deben asumir ya el protagonismo de una selección que requiere un entramado distinto, uno más fresco, más veloz. Ese cambio ya se vio en los últimos partidos.
La Mannschaft, aplicando o no el manual del guardiolismo, tiene material para una nueva eclosión en el fútbol mundial, para volver a su zona de confort. La historia está de su lado. Lo sabe Briegel, que perdió dos finales seguidas y luego disfrutó de la resurrección de su selección en Italia 90. Ya con él frente al televisor.