(Foto: Reuters)
(Foto: Reuters)
Ricardo Montoya

El miedo ayuda a entender. No es sencillo, aun para los investigadores del fútbol como fenómeno social, el explicar por qué en la Argentina en estos días previos a la final de la Libertadores, se habla más del eventual derrotado que del probable campeón. Lejos de hacer foco en la conquista de la cuarta Copa para River, o la séptima para Boca, el hincha de uno y de otro consume sus energías imaginando las catastróficas secuelas de una posible caída. Duele más si, estando tan cerca, es el vecino quien se lleva la gloria.

A pocas horas de que ruede el balón, el ambiente se ha adueñado de la extraña sensación de que, en un solo partido, de una vez y para siempre, se va a saber cuál es el mejor de los dos. Es como si los más de cien años de historia de ambos se hubiesen escrito preludiando este momento. Es el instante definitivo en que el uno le demuestre su superioridad al otro. Xeneizes y millonarios saben que esto no es verdad; que habrá más clásicos y que, en el futuro, alguno será tan importante como el de mañana. Pero prefieren creer, hinchas al fin, que es en “este” partido en el que se decide la auténtica paternidad. “No nos une el amor sino el espanto”, confesó entre los suyos alguna vez Jorge Luis Borges. Y tiene razón. Hay más ansiedad que gozo en la víspera del duelo en el Monumental de Núñez.

En las actuales circunstancias, explicar el estrés, en la idea generalizada del argentino pasional y extremista, es una simpleza que, en cuanto al balompié refiere, sí funciona como hipótesis. El corazón del fútbol mundial está en el sur del continente y late con mayor intensidad en la Argentina. Entonces, no es casual que en el país que alumbró a Di Stéfano, a Maradona y a Messi, le confieran al deporte rey un espacio prioritario dentro de los asuntos nacionales.

Así también lo ha entendido la Sociedad Cardiológica Argentina, que, a través de un comunicado, ha sugerido que dentro del grupo que vaya a observar el juego en un bar o en una casa particular, debería haber algún “hincha” que no sea fanático y que pueda conservar la calma ante la presencia de alguna crisis.

Los mismos médicos también han manifestado que, en términos de angustia individual o colectiva, será más duro manejarla para los riverplatenses que para los de Boca, por el hecho de jugar en casa. Esto está comprobado, aseguran, y por lo tanto una derrota de los millonarios, representaría un mayor nivel de sufrimiento, estrés y eventos cardiovasculares. Las expectativas de los locales suelen ser más altas siempre. Por esa razón, en Uruguay, una radio decidió realizar una peculiar transmisión del partido para pacientes cardíacos, a base de voces pausadas y música de fondo muy relajante.

El Gobierno, pese a estar preparando el recibimiento de los mandatarios del G-20, se ha dado un tiempo para inundar la patria con mensajes de confraternidad en los que se destaca que, al margen del resultado, la Copa se queda en el país. Y es que, como versa “Igual que vos”, una de las canciones más emblemáticas del compositor riverplatense Ignacio Copani, en el fondo, millonarios y bosteros tienen mucho más en común de lo que admiten. “Sufro a tu lado, reís conmigo, soy tu adversario, tu rival, no tu enemigo”.

Que mañana gane el fútbol.

Contenido sugerido

Contenido GEC