Una triste sucesión de hechos fue la que provocó la caída del vuelo 2933 de la aerolínea LaMia, que se precipitó cerca a la ciudad colombiana de Medellín llevándose la vida de 71 personas entre los cuales se encontraba la delegación del club Chapecoense de Brasil que se dirigía a jugar el primer partido de la final de la Copa Sudamericana ante el Atlético Nacional.

El avión donde iban 77 personas, según el recuento más reciente, presentó fallas eléctricas cuando se encontraba a 50 kilómetros del Aeropuerto Internacional José María Córdova, cerca de las 9:42 p.m. del lunes. En ese momento, el avión donde iba el club Chapecoense de Brasil volaba a 22.950 pies de altura (6.995 metros).

Según el testimonio de la azafata sobreviviente, Ximena Suárez, ese fue el momento en el que el capitán decidió vaciar los tanques de combustible para evitar que, en el caso se decidiera por un aterrizaje forzoso, la aeronave no se incendiara.

A partir de ahí, los hechos se precipitaron. El piloto pidió que la torre de control le de prioridad para el aterrizaje pero, en el mismo momento, una nave de Viva Colombia sufría un desperfecto y se había declarado en emergencia. Este fue el momento en el que el control en tierra pidió al piloto de la nave donde iban los jugadores del club Chapecoense de Brasil, que diera giros hasta que fuera su turno de aterrizar.

Entonces fue su perdición. Mientras el avión de los jugadores del Chapecoense de Brasil daba vueltas por el Valle de San Nicolás, la torre de control perdió contacto y decidieron, poco después, declarar extraviada la nave. Horas después se confirmaría lo peor.


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