La última semana del mercado europeo siempre deja una sensación de ansiedad. Los primeros resultados se convierten en presión para los clubes grandes, obligados a ganar o a reforzar plantilla. Pero esta coerción también aprieta a los cracks que no se encuentran cómodos en casa. El Manchester United está regalando una telenovela alrededor de este conflicto, como se vio ayer ante el Southampton.
Ten Hag ha empezado a subsanar su mal inicio en la Premier League con dos triunfos seguidos en los que se han visto algunos correctivos: le han ordenado a De Gea que no juegue con lo pies y se dedique a atajar y despejar; en la defensa Lisandro Martínez se asienta desde el juego posicional y la anticipación para compensar biotipo; algunas asociaciones por las bandas de Dalot, Malacia y Elanga empiezan a encontrar fruto en Bruno Fernandes; cuando van encendidos Sancho y Rashford crean peligro. No da para soñar, pero sí para empezar un nuevo ciclo: prueba, error, corrección.
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Sin embargo, las oportunidades de mejora también son evidentes. Eriksen luce descubierto por McTominay (pero ahí cubrirá Casemiro, con toda seguridad); Sancho no regresa y expone a Malacia; si el Ajax entra en razón Antony tendría que reemplazar a Elanga en el titularato pronto, este último muy ligero en el desborde; la idea de atacar con falso 9 no está consolidada; tampoco es que este Manchester pueda controlar la posesión, aunque por ahora al menos la busque. La pregunta inevitable es cómo Cristiano Ronaldo encaja en este planteamiento.
Contra los “santos” su ingreso fue irrelevante. Perdió en la fricción contra los centrales (un hallazgo Bella-Kotchap), perdió en velocidad, no se le vio dispuesto a las coberturas que dan sentido a la dinámica de Ten Hag, asustó con un amago de lesión a la rodilla y desperdició una contra en el minuto final donde fue incapaz de asociarse con sus compañeros incluso con ventaja numérica. En otras palabras, su actuación validó la suplencia, lo que produce una sensación rara: ¿así es como esta estrella se apaga?
Sin lugar evidente en el once de Old Trafford y con clubes de segunda línea en el chismorreo para el posible traspaso (el Marsella francés, el Nápoles italiano), no parece que Cristiano tenga una opción más digna que volver al Sporting de Lisboa, lo que sería una salida deportivamente cuestionable pero sentimentalmente honrosa. El refranero antiguo lo expresaba de esta manera: es mejor ser cabeza de ratón que cola de león. En el Sporting podrá jugar por lo menos la fase de grupos de Liga de Campeones y tendrá la cobertura emocional que da el regreso a casa, una narrativa decorosa para un campeón crepuscular.
Una reflexión adicional se deduce de este proceso y es si presenciamos un momento de reconfiguración o consolidación en la liga inglesa. Quiénes serán los ganadores y perdedores es un asunto que está por verse, pero cuesta ver por ahora que el dominio del City de Guardiola y el Liverpool de Klopp vaya a ser cuestionado en el corto plazo.
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