“Dieguito, qué lindo que escribes”. Las palabras envueltas de sorpresa y orgullo que viajan a través de una llamada telefónica desde Buenos Aires hasta México DF son de Dalma Salvadora Franco, Doña Tota, el gran amor de Diego Armando Maradona. Y la única mujer en la tierra que era capaz de influir en él, en sus decisiones. Se estaba jugando el Mundial de México 86 y el Diego se convertía en ‘D10s’ sobre el césped y en una suerte de periodista en sus ratos libres “escribiendo” columnas para el diario “Tiempo Argentina”. Como si supiera que levantaría la copa el 29 de junio de 1986 -un día como hoy- en el estadio Azteca, dejó para la videoteca goles (5), asistencias (5) y gambetas, y para la hemeroteca textos que hoy son reliquias.
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En sus 60 años, Diego tuvo varias facetas. Como los superhéroes. Fue mago del balón, cantante, presentador de tv, bailarín y gran fabricante de titulares. Esta última cualidad fue aprovechada por Juan Presta, hoy de 68 años, periodista argentino que fue enviado especial por “Tiempo Argentina” a México para jugar su propio Mundial. Juan, entonces, fue las manos del “D10s”. Se encargó de transcribir al papel las 19 cartas-columnas de Maradona, algo que los argentinos tomaban como si su ídolo les escribiera personalmente.
“Un día me quedaron como 20 líneas en el camino y no había forma de llenar. No se me ocurría nada más que poner. Entonces pasó un colega argentino que se llamaba Héctor Drasser y le pregunto si había hablado con Maradona en esos días. Me dice que sí, que le habló sobre el tema de las iglesias y me pasa la grabación donde Maradona le pide a la gente que vayan a orar por el equipo. Al otro día, todas las iglesias de Buenos Aires estaban llenas. ¡Vaya uno a saber cuándo y en qué circunstancias lo dijo! Pero yo no tenía otra cosa para poner y eso me venía bien. Eso sí, yo le había prometido que no iba a poner una sola línea que él no dijera, y lo cumplí a rajatabla”, nos cuenta a través del teléfono el propio Presta en esta entrevista para conocer el detrás de escena del Diego columnista.
—¿Cómo se dio el trato para que Maradona escribiera una columna en medio del Mundial?
El contrato se firma con Guillermo Coppola en Argentina con la gente de “Tiempo Argentino”. Antes de irme a México me enteré de la posibilidad, aunque ahí el contrato todavía no estaba firmado. Recién estando allá me avisaron que todo estaba listo.
—¿Tenía preferencias para hablar con Maradona o cómo se dieron los encuentros?
Yo tenía las mismas limitaciones que el resto del periodismo. En la selección atendían cada dos días. Solamente tuve dos entrevistas exclusivas con él porque se lo pedí y él hizo la gestión. Me avisaban por dónde salía, yo lo alcanzaba y le hacía dos o tres preguntas como máximo. Lo guiaba hacia dónde podía ir la columna. Después le grababa todo lo que decía y sacaba conclusiones de ahí.
—¿Cómo era Diego en cuanto al trato? ¿Se mostraba reticente a firmar una columna que, en teoría, no escribía él?
Al principio fue bastante frío porque no me conocía. No era amigo mío. Desconfió bastante y estaba en su derecho, yo también lo haría. En definitiva yo estaba escribiendo en nombre de él.
—¿Cuándo cambió todo?
Cuando llamó desde Buenos Aires, Doña Tota, y le dijo: “Dieguito, qué bien escribes”. A partir de ahí se acabaron todas las dudas y la desconfianza.
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—¿Cuánta influencia tenía Doña Tota sobre Maradona?
Yo creo que Doña Tota era la única autoridad que él respondía. Al padre lo quería mucho, era un tipo sensacional, pero era más un compinche, un amigo. La que ponía autoridad era la Tota.
—¿A Maradona le entusiasmaba el hecho de salir en el diario como columnista?
Hubo un momento en el que pensé que no iba a poder hacer la columna porque no colaboraba. En la previa del Mundial le dije para sentarnos a charlar después de un entrenamiento. La idea era hacer una entrevista larga así tenía para tres o cuatro columnas y ya no lo molestaba por una semana. Llegó el día, termina el entrenamiento y me dice: ¿me dejas ir a bañar? Y, claro, cómo no lo voy a dejar. Al rato viene y me dice: me estoy muriendo de hambre, déjame comer. A la media hora apareció el preparador físico de la selección y me dijo que a Maradona le duele la rodilla, que mejor mañana.
—¿Qué hizo?
Al día siguiente fui y ellos estaban saliendo de compras. Agarré el grabador y se lo di. Le dije: toma, di lo que quieras que yo mañana lo vengo a buscar. Al otro día voy y me agarra el suegro y me señala que Maradona estuvo intentando toda la noche grabar y no le salía nada, que si no lo ayudaba, no iba a poder. Ahí viene Diego y me dice: no me sale nada, si no me ayudas, no podré. Y le repliqué: si tú no me ayudas, yo tampoco voy a poder. Ahí la cosa fue bastante mejor.
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Las columnas acompañadas por la ilustración de un Diego con la melena larga, más acorde a su look en los años previos al Mundial, empezaron a salir y ser la conexión entre el hincha argentino y el seleccionado. Pero a su vez fue mensaje esperanzador, de calma en medio de la tormenta. Al torneo, Argentina había llegado con más dudas que certezas. Las críticas al equipo de Carlos Salvador Bilardo le llegaban por todos lados.
Sin embargo, Maradona le demostró a Juan Presta y a todo el mundo que no solo jugaba al fútbol como nadie en esa época, sino que veía y analizaba el deporte como pocos. “Me sorprendió lo mucho que sabía de fútbol”, nos dice el hombre de prensa. El ‘10′, que también fue técnico luego de su retiro, estudió a sus rivales sin necesidad de aplicaciones o pizarras.
—¿Qué fue lo que más le sorprendió de Maradona?
Lo mucho que sabía de fútbol. Él me pintó cómo iban a ser los tres primeros partidos que jugaba Argentina; es decir, cuáles iban a ser los inconvenientes y cuáles iban a ser los aspectos para aprovechar. Y los partidos salieron tal como me lo dijo. En otro momento me afirmó que Dinamarca no era rival, que se iba a caer, y aún sabiendo que venía de ganarle 6-1 a Uruguay. “Se cae, el rival es Alemania”, me dijo. Y la final fue contra Alemania. Fue increíble ahora que lo pienso.
—¿Siempre estuvo seguro de que ese iba a ser su Mundial?
Sí. De entrada estaba muy confiado en que iba a ser el Mundial de Argentina e iba a ser su Mundial. Estaba muy, muy confiado. Necesitaba ese torneo para ser el mejor del mundo y así lo hizo. Fue el alma de un equipo que fue campeón gracias fundamentalmente a él. Maradona sabía que lo necesitaba y se preparó como nunca. Tú lo veías y estaba flaco, musculoso, hecho un atleta.
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Argentina debutó en México 86 con un 3-1 sobre Corea del Sur. Jorge Valdano con un doblete y el ‘Cabezón’ Ruggeri desataron la euforia, pero detrás de ellos, con tres asistencias, estaba Diego Maradona. Era su Mundial y así lo avisaba desde el inicio.
Luego vino el 1-1 ante la vigente campeona Italia en el que el ‘10′ marcó su primer gol. Para él, uno de los más lindos que convirtió en su carrera. En el último encuentro (2-0 ante Bulgaria), Maradona volvió a asistir. Había influido en los tres encuentros de la fase de grupos.
En los octavos de final vencieron a Uruguay con un tanto de Pasculli. Y llegó la llave de cuartos de final frente a Inglaterra, entonces una potencia del fútbol y en medio de los conflictos sociales entre ambos países por la Guerra de las Malvinas (1982). Aquel 22 de junio de 1986 quedará en la memoria de todos como el día en el que Diego Maradona forjó su leyenda con dos goles inolvidables.
“Fue una de esas maravillas que ves una sola vez en la vida”, nos dice Presta, quien además pasará a contar cómo vivió el Diego antes y después del partido. Y, sobre todo, resolverá el misterio que gira alrededor de su gol con la mano. O mejor dicho, alrededor del nombre con el que se le bautizó: “La mano de Dios”.
—¿Cómo estaba Maradona antes del partido contra Inglaterra?
Ellos tenían una premisa y era que no podían hablar de Malvinas. Un partido de fútbol no te iba a devolver Malvinas. Y eso era lo que estaba por jugarse: un partido de fútbol. Que lo tenías que ganar para pasar, claro que sí. Pero Diego sabía que Inglaterra era un equipo fuerte, me lo dijo. También que le gustaba como rival porque “era leal”. “Los marcadores se tiran desde cinco metros pero van a la pelota y no hacen marcas personales, así que podremos jugar más libres”, recuerdo haber escrito en la columna.
—¿Cómo viviste sus dos goles?
Yo estaba en el palco de periodistas del estadio Azteca. En el primer gol, recuerdo que atrás mío había un periodista salteño de El Tribuno de Salta, Figueroa se apellidaba. Él lo gritaba desesperadamente y yo me doy la vuelta y le digo: no lo grites que lo hizo con la mano, no lo van a cobrar. Al ratito, el tipo me dice: ¡Grítalo porque lo están cobrando! Ahí recién lo grité, ja ja ja
—¿Y el segundo gol?
Ese fue una maravilla. De esas maravillas que ves solo una vez en la vida. Hay una anécdota en el Mundial 98 de Francia. Periodistas ingleses le preguntan a Michael Owen qué haría si hace un gol con la mano como Maradona con la intención de que diga que está mal o algo así. Pero Owen dijo: trataría de hacer un segundo gol como lo hizo Maradona. Fue sensacional.
—¿Alguna vez vio a un jugador hacer algo como Maradona ante Inglaterra?
No y menos en un torneo tan importante como el Mundial. Y sin embargo, no fue el mejor gol del certamen. Compartió el podio con un gol de chilena del mexicano Manuel Negrete a Bulgaria.
—Hay misterio detrás del primer gol, el que lo hizo con la mano, y el nombre con el que se le bautizó. ¿Quién fue el que nombró al tanto como la “Mano de Dios”?
Diego nunca dijo “La mano de Dios”. El que lo dijo fue Néstor Ferrero, periodista de ANSA. Diego no quería decir que había tocado el balón con la mano porque no quería tener consecuencias futuras. Él decía que no sabía donde le pegó, que fue con la cabeza, el hombro, qué se yo. Entonces el periodista le dijo: será la mano de Dios, y él replicó: habrá sido. Todos los periodistas que estaban ahí escuchando lo metieron como título. Ya luego él se apropió de la frase y la dijo como 200 millones de veces. Pero en aquel momento no lo dijo.
—¿Si Maradona no hubiera metido esos dos goles, hoy sería recordado igual?
Sí, por el Mundial que hizo. No solamente metió esos dos goles contra Inglaterra. En las semifinales ante Bélgica metió uno parecido al segundo, nada más que no arrancó desde la mitad de cancha sino desde tres cuartos. Maradona estaba iluminado en ese Mundial, estaba decidido a ser el mejor del mundo.
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El 29 de junio, en el estadio Azteca, Diego Maradona y la selección argentina vencieron 3-2 a Alemania. El ‘Pelusa’ no anotó, pero sí asistió en el 3-2 a los 84 minutos. “Yo no rendí pero el equipo jugó un partidazo: los alemanes me marcaron a mí y descuidaron a Brown, Buru y Valdano para los goles”, dijo para su columna al final.
Sí, el ‘Diez’, en medio de la locura que significó ganar una Copa del Mundo, tuvo tiempo para hablar con Juan Presta. O mejor dicho, el periodista se las ingenió para tener unos minutos al hombre del momento, luego de las celebraciones. Presta fue, también, campeón ese día.
—¿Cómo fue ese encuentro tras la obtención del título?
Nosotros burlamos todas las reglas de FIFA de una manera bastante terrible. Después de la conferencia de prensa pudimos entrar al vestuario luego de varios forcejeos. Cuando entré, me lo encontré saliendo de la ducha. Ya habían festejado. Ahí si tuvimos un mano a mano. Nos sentamos, él del lado de la ducha y yo afuera. Hicimos la columna final. Yo sabía que si no lo agarraba ahí, no lo agarraba más.
—¿Qué recuerdas de esa charla?
Lo que escribí, no mucho más. En el forcejeo me había fisurado la costilla. Solo recuerdo que decía: ¡Terminó, terminó! Estaba feliz porque Argentina salió campeón del mundo, pero también por haber terminado una tarea que me encomendaron.
—¿Maradona es el mejor jugador que vio?
A ver, la historia es según quien te la cuente y según qué generación. Yo pude ver a Pelé, un crack, un atleta, técnicamente muy superior a Maradona, pero Maradona era mucho mejor jugador porque justo con las condiciones físicas en contra, siendo un jugador de metro 68 hizo cosas que Pelé no pudo nunca. Pero yo no puedo compararlo. Ahora de lo que yo ví, sin lugar a dudas Maradona, por influencia, fue el mejor jugador del mundo. Se cargaba los equipos al hombro y ganaba los partidos.
—Alguna anécdota que más recuerda, más allá de lo que pasó en México
Recuerdo que un día fui a un entrenamiento de la selección. Pero ese día no se podía ir, no estaba permitido. Bilardo, que no me quería, hizo quedarme en la guardia hasta que termine el entrenamiento. Me quedé hasta que llegó Julio Grondona con quien tenía una buena relación porque en ese momento yo era el presidente del Centro de Periodistas de AFA. Tú vienes acá los días que no se puede, no es ético, me dijo Grondona pero en tono de amical, como molestándome. Me hizo entrar para hablar con Diego, pero para eso un fotógrafo español me pidió que le lleve cuatro fotos para que Diego las firme. Voy, se las entrego y me dice: estas dos fotos me gustan, me las quedo. Bueno, haz lo que quieras, después soy yo el que le da la cara al fotógrafo, le responde riéndome. Al final le llevé dos fotos al amigo pensando que me golpearía, pero se alegró porque Maradona se quedó con dos fotos suyas. Diego era así, cálido, pero nunca me gustó su entorno, lo que lo rodeaba, que lo que después lo llevó a la droga.