Manchester United ha perdido la identidad en el último tiempo | Foto: AFP
Manchester United ha perdido la identidad en el último tiempo | Foto: AFP
/ OLI SCARFF
Jerónimo Pimentel

Hace unos días Diego Torres, en el diario español El País, publicó una preocupante nota alrededor de la situación financiera del Manchester United. En ella se informaba que el club más rico del Reino Unido reducirá en 10% sus ingresos al fin de esta temporada, en junio de 2020; y también que podría ser penalizado por Adidas, uno de sus sponsors principales, si es que -como parece- no clasifica a la Champions League.

El United ha sido durante más de una década una referencia en marketing deportivo. Es difícil encontrar una marca futbolística más universal, con la excepción de los dos gigantes españoles. Poco se puede hacer, sin embargo, cuando el objeto de promoción decae. Toda la estrategia de marca y de mercadeo en un club de fútbol depende, en un punto obligado, de aquello que ocurra en la cancha. Y después de la salida de Sir Alex Ferguson de la dirección técnica ha pasado poco en Old Trafford.

En estas siete temporadas el otrora equipo hegemónico ha ganado apenas una Europa League y una FA Cup. Ni Moyes, ni Van Gaal, ni Mourinho, ni Solskjær lograron vencer en la Premier League y solo en la mitad de las veces lograron acabar el año en posiciones de clasificación al torneo de élite europeo. En este curso, por lo visto, será muy complicado que ello ocurra en vista del juego mostrado en estos primeros meses.

Manchester United no encuentra la fórmula para luchar en la Premier League | Foto: EFE
Manchester United no encuentra la fórmula para luchar en la Premier League | Foto: EFE
/ PETER POWELL

¿Cuál es la principal causa de esta debilidad? Obviamente, la salida del técnico escocés. Cuando un entrenador dirige un mismo equipo durante 1500 encuentros durante 27 años reconstituye el club a su imagen y proceder. La identidad futbolística del equipo se sintetiza con la del DT y, desde las áreas formativas hasta la política de contratación, la institución se alinea alrededor de la cabeza. Sin ella, por más ordenado que sea el proceso de transición, los efectos de pérdida y desgaste son inevitables. En el verano europeo pasado fue clara la ausencia de una política de fichajes funcional y la plantilla actual de los “diablos rojos” evidencia esa torpeza: no posee un 9 de fuste y dejó ir a Lukaku al ‘calcio’, su mediocentro estrella -Pogba- está a disgusto y fuerza su salida, mientras que los backs están lejos de ser los más confiables de la liga.

Hay algo peor: el Manchester United no tiene ya una idea que lo rija. Si Ferguson hizo del pragmatismo un medio y del éxito a toda costa el objetivo, los responsables hoy no han sabido cómo reemplazar el cómo ni el qué. Al lado, en cambio, el preciocismo de Guardiola financiado por los petrodólares árabes convirtió al vecino de ciudad en un paradigma. Con inversión y norte el Liverpool logró recuperar su sitial y se apropió de la narrativa de triunfo en las islas británicas. No hay ausencia de poder en ningún campo, tampoco en el fútbol, por lo que el derby ante el Arsenal que definió los noventa e inicios del 2000 (aquel de Ferguson vs Wenger) hoy es un partido vibrante, sí, pero de dos equipos media tabla que luchan por los restos que dejan los grandes de verdad.

En el Perú no son comunes los equipos víctimas de continuidad en el banquillo, por lo que vemos estos problemas con distancia y, quizás, nostalgia. Tampoco hay institucionalidad, ni cuentas claras, ni discusión sobre aumento o reducción de beneficios, y ni siquiera pudor al traicionar al gremio: se puede cambiar la posición dirigencial de un día a otro y esperar comprensión de los aficionados. Ese debe ser el grado cero de las crisis: perder incluso la vergüenza.


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