En el piso 14 de un clásico edificio de la calle Viamonte de Buenos Aires, el escritor Diego Borinsky nos espera para una charla entre periodistas argentinos y peruanos. Era octubre del 2017, faltaban dos días para el Perú-Argentina de las Eliminatorias y Borinsky, luego de la transmisión para Radio Cadena 3, me invita a su escritorio donde estaban aglomerados algunos libros que había escrito en los últimos años. Aparecían la biografía autorizada de Almeyda, los 25 partidos más importantes de Argentina en los mundiales y “Gallardo Monumental”, un retrato desde la admiración al pensamiento del técnico de River Plate. De ese hombre a quien hace 26 años dos compañeros –‘Chapa’ Zapata y Hernán Díaz– le pusieron apodo de juguete. Un ‘Muñeco’ que, esta Navidad, será el mejor regalo en la vida de cualquier hincha ‘millonario’.
Cuenta Borinsky que, cuando quiso hablarle de su proyecto, le regaló a Gallardo una edición de “Pep Guardiola, una manera de ganar”, libro ‘best-seller’ de Guillem Balagué. El ex jugador y hoy técnico dijo que ya lo había leído y aceptó participar con diez entrevistas extensas. Si algo diferencia a “Gallardo Monumental” de otros libros de técnicos, es que la mayoría de obras futbolísticas nos relata el mensaje de convencimiento de entrenadores como Guardiola, Mourinho o Bielsa; mientras que Borinsky prefirió entregarnos la fina descripción de un convencido. Ese libro también pudo haberse llamado: Marcelo Gallardo, el que siempre la tiene clara. “Esta es la victoria más importante de la historia”, dice Gallardo en sus últimas horas en Madrid. Su proclamación de prócer eterno es también la aceptación de su inevitable condición de leyenda. En “Gallardo Monumental”, aparece un profesional preocupado por gestionar grupos y, a partir de allí, forjar un estilo de juego. El ‘Muñeco’, aunque pocos lo habían percibido, se puso el buzo de River Plate hace cuatro años con la melancolía de quien se siente en deuda con los más queridos.
Como jugador, Gallardo destacó con River a finales de los noventa, aunque pocas veces tuvo el brillo imponente de cracks ‘millonarios’ como Francescoli u Ortega. En el libro de Borinsky, Marcelo recuerda que acumuló tantas lesiones como trofeos. En ese campeonato de Copa Libertadores de1996, Gallardo era un suplente de últimos 15 minutos. Sus huellas en el imaginario paseo de la fama ‘riverplatense’ las estampó recién como entrenador. Hoy es un ídolo ‘top ten’, comparable al Beto Alonso, Ramón Díaz o Amadeo Carrizo.
“Construyo pequeños mundos”, explica Gallardo a manera de revelar su fórmula de éxito. En una final volcánica –como describe Jorge Barraza en su última columna– había que llevar el fuego en el alma para ganar. Y River tuvo esa inteligencia y convicción de grupo unido, complementos insustituibles a un buen juego para ganar cosas grandes. Con nueve títulos en cuatro temporadas con River Plate, este cara de niño ha patentado su método. Marcelo Gallardo ha dejado de tener el nombre de un ex jugador habilidoso o de un técnico bañado en liderazgo. Marcelo Gallardo suena ahora a nombre de estadio.