Como Lionel Messi en Qatar 2022, Hernán Casciari también cumplió su sueño de pibe: contar historias para no tener que trabajar. A sus 51 años es el gran Mundial que ha conquistado este argentino que cuando escribe o cuando lee, te remece. A los once años se propuso “agarrar un sentimiento y ponérselo a otra persona” jugando con las palabras, y vaya que se ha vuelto un experto: hace un par de días, en su programa radial Perros de la calle, su co-conductor emitió al aire un mensaje de Messi por WhatsApp que iba dirigido para él.
“Anto (Antonella Roccuzzo) me mostró lo de Hernán. Lo que escribió, como lo contó. Fue impresionante, nos pusimos a llorar los dos porque es algo muy cierto. Quería mandarle un saludo, agradecerle y decirle que lo escuchamos, nos emocionamos y quería que lo sepa. Les mando un abrazo grande”, se escuchó. A los primeros tres segundos del audio, Casciari ya estaba sobándose los ojos. Y cuando acabó, él que siempre encuentra ingeniosas maneras de expresarse, no sabía bien qué decir. No todos los días te da las gracias un campeón del mundo que, además, es el mejor del mundo.
El relato al que el ‘10′ de la selección argentina se refiere es La valija de Messi que, por cierto, ilustra el próximo número de la revista Orsai, esa locura editorial de Casciari donde no entran a tallar los intermediarios. Esa revista que no tiene lectores, sino hinchas. ¿De qué trata el texto? De cómo Messi se marchó de Argentina, pero cómo Argentina nunca se marchó de él. Antes de que la ‘Pulga’ debutara en el 2004, ya era la estrella de las divisiones menores del Barza y Casciari, que vivía allí desde el 2001, no se perdía un partido de ese muchachito que era su argentinidad en Cataluña.
“Había dos clases de inmigrantes: los que guardaban la valija en el ropero ni bien llegaban a España, decían ‘vale’, ‘tío’ y ‘hostias’. Y los que teníamos la valija sin guardar manteníamos las costumbres, como por ejemplo el mate o el yeísmo. Decíamos yuvia, decíamos caye”, cuenta Casciari. Dice que cuando escuchó el icónico “Qué mirá, bobo, andá payá” confirmó que Messi jamás había perdido su yeísmo. Algo así como llevar la camiseta de tu país debajo adondequiera que vayas.
Hincha de Racing de Avellaneda, Casciari tiene el don de convertir en estadios los lugares donde narra historias. A diferencia del fútbol, el mejor aliento es el silencio. Silencio que quiebra, cada tanto, con párrafos suyos, cargados de humor y tragedia, frases poderosas, y finales demoledores. Solo después de acabar con un cuento, la platea, encantada, lo aplaude como si hubiese consumado un gol.
Hace diez años, a Casciari se le ocurrió explicar a Messi comparándolo con su perro de la infancia. Totín enloquecía con la esponja de lavar los platos. Cada vez que la agarraba no la soltaba más. No dejaba de contemplarla. Y la movía a gran velocidad, como Messi cuando gambeteaba rivales como si fueran conos de carne y hueso. Nadie le podía arrebatar la pelota. “Messi es un perro o mejor, un hombre perro. Messi es el primer perro que juega al fútbol. No entiende las reglas del fútbol, por eso no se tira cuando lo traban, por eso no se queja”, escribió. El texto luego fue libro, y hoy es culto.
Hoy, desde nuestras computadoras, Casciari nos sigue reuniendo alrededor del fuego. Un momento supremo donde ni las alertas de WhatsApp pueden meter sus narices. ¿Será la última vez que Casciari le dedique un relato a Messi? Habrá esperanza mientras siga arrugando sus ideas hasta formar pequeñas pelotitas.
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