Después de cada lágrima, Lionel Messi encuentra una buena oportunidad para comenzar desde cero. En sus más de veinte años de carrera, un ganador como el crack argentino solo puede asimilar las caídas con una opción de “resetearlo” todo. Señales ha dado varias: una dieta rígida en el 2014, un cabello pintado en el 2016 y ahora un número de camiseta para recordar sus primeros deseos en el fútbol. Messi ha llorado al irse del Barcelona, pero rápidamente refresca su semblante con el número ‘30’ del PSG. El último Messi, que debutará en la liga francesa ante el Reims, ya solo quiere competir con él mismo. El último Messi buscará, a sus 34 años, parecerse al primero.
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Cuando Messi fue promovido al primer equipo del Barcelona por el holandés Frank Rijkaard, el número ‘10’ indiscutible de los azulgranas era Ronaldinho Gaúcho. Estábamos en el año 2005, con el brasileño en su hora más estelar (ganó el Balón de Oro ese año) y dando recitales de fútbol poético todos los fines de semana. La ‘Pulga’ debutó y anotó por primera vez en esa temporada, con el número ‘30’ del cuadro catalán.
Esta vez no fue un cambio de look, ni tampoco una pérdida de peso. Hoy Messi acepta con la ‘30’ del PSG para decirnos que quiere divertirse, que quiere disfrutar sin sobresaltos su última etapa en el fútbol de elite. No quiere competir con Neymar, ni con Mbappé, solo quiere que todos unan sus voces para convertir al cuadro francés en el mejor canto coral del fútbol contempóraneo. Ese número ‘30’ es un acto de humildad y también una señal. Y Leo Messi sabe de señales. Ya lo hice antes: en el llanto tras la final de la Copa América Centenario o cuando miraba destrozado la Copa del Mundo en julio del 2014.
Siempre reinventándose
Ocho minutos y veinte segundos. Eso es lo que podría durar un video editado con el sufrimiento de Lionel Messi en tres actos y con un cambio de look para aliviar cada caída. En los primeros cuatro minutos, aparecería Leo en el centro del campo del Maracaná de Río después de perder la final del Mundial con Alemania. Allí está con una camiseta azul y con las manos en la cintura. Con la mirada en el vacío recibirá el premio al mejor jugador del torneo y después subirá a la tribuna con sus compañeros para que les cuelguen medallas de plata que solo algunos conservarán. Aún no llora, solo ha convertido su rostro en una pena con signo de interrogación.
Segundo acto de dos minutos y cinco segundos: Messi otra vez, ahora frente al arco del estadio Nacional de Chile donde perdió el título de la Copa América frente a la selección local. Luce el cabello más largo y una camiseta albiceleste. Al inicio estará tranquilo al anotarle a Claudio Bravo y después apabullado cuando Higuaín y Banega fallen. Se sienta con los ojos clavados en el césped, un lagrimón parece que va a caer. Unos niños se acercan para consolarlo; más tarde se tomará un retrato con uno de ellos. La foto aún no ha sido encontrada en Internet, pudo haber sido el selfie más triste de todos sus tiempos.
En el cierre de este video melodramático de poco más de ciento veinte segundos , tendremos a Lionel en el pico más alto de su tragedia. Ya es 2016 y es la tercera final consecutiva con su selección en el estadio Metlife de Nueva Jersey.
En el cierre de la Copa América Centenario no solo perdió otra vez ante Chile sino que falló el primer penal de la definición. Se ha dejado crecer una barba casi bíblica. El derrumbe es secuencial: comienza tapándose el rostro con su camiseta, continúa con las manos apoyadas en el banco y el primer amago de sollozo. Camina unos metros, lo abrazan Agüero y Lavezzi, algo le dice el chileno Díaz. Lionel ya no puede más. Llora. Llora como si ese desahogo viniera desde ese gol de Goetze en el Maracaná. Llora como pidiendo que por esa noche de junio del 2016, dejara de ser él mismo. Para alguien tan competitivo como Messi, perder una final es el mejor pretexto para intentar ser otro.
“Me teñí el cabello porque es una forma de comenzar de cero. Venía de muchos líos con cosas que habían pasado y me dije que era hora de romper con eso”, le respondió más calmado Lionel Messi al imitador argentino Miguel Rodríguez, en la sala de entrevistas del complejo de la AFA en Ezeiza, tres meses después de esa pesadilla en Estados Unidos. Cada transformación llegó después de una dura caída, cada cambio fue para Messi una manera de dejar atrás a algún Lío.
Voy a renunciar a mí
26 de junio del 2016. Ha terminado la final de la Copa América Centenario en el Metlife y la sala de prensa del recinto se desborda. Vuelan por todos lados papeles con las estadísticas del partido, los pasadizos se congestionan con periodistas apurados por alguna entrevista en caliente. Los reporteros radiales incendian las emociones en todos los idiomas y hacen un coro incomprensible de euforia deportiva. Como si el fútbol ya tuviera mucho de monetario, estos minutos después del triunfo chileno hace ver esta zona del estadio como una bolsa de valores en estado de emergencia.
El bullicio se interrumpe cuando desde la zona mixta se escucha que Lionel Messi ha renunciado a la selección argentina. “Se terminó, la selección no es para mí”. Se multiplicaron los reportes, las agencias de noticias agilizaron el ritmo, las portadas sufrieron cambios de último minuto. Esa noche en el Metlife, el personal de limpieza del estadio acabó su trabajo a la una de la mañana, mientras que los periodistas que estábamos allí volvimos a nuestros hospedajes a menos de dos horas para el amanecer.
Fue largo el silencio de Lionel Messi, hasta que dos meses después subió una foto a su cuenta de Instagram donde aparecía con la misma barba, pero con el cabello rubio, una camiseta de los Chicago Bulls y su perro Hulk. Tres millones de likes. Desde los programas más sintonizados de la televisión argentina, se le pedía volver a Messi. Hasta el nuevo técnico, Edgardo Bauza, viajó a Barcelona para conversar con él. Leo regresó rubio, con barba e ilusiones. Era otro.
Si después de la Copa América Centenario hubo un cabello rubio, en otros días difíciles también hubo espíritu de conversión. Cuando perdió la final de Brasil 2014, lo primero que hizo Lionel fue buscar un nutricionista para bajar de peso; después de perder la primera final con Chile en la Copa 2015, Messi se olvidó por un largo tiempo de la rasuradora. En medio de tantos cambios también hubo tatuajes y un afán por abandonar su timidez. Messi hoy debutará con el PSG con un look sobrio, sonriente a cada minuto y con un número ‘30′ que le recuerda sus mejores orígenes.
Con seis Balones de Oro, 38 títulos y una incontrolable actualización de marcas registradas, Lionel Messi también parece haber entendido que su principal adversario no es Cristiano Ronaldo sino él mismo. Cambiar de ‘look’ o de número de camiseta también es dejar atrás cada una de sus versiones y buscar alguna que sea más fuerte, más hábil, más ganadora y más líder. En resumen, ser mejor cada milésima de segundo. Para ganarle al que fue, todo debe comenzar por olvidarlo y borrarlo completamente del espejo.
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