No me gustan los técnicos arrogantes, los que siempre tienen a la mano una excusa para explicar sus derrotas. No me agradan los entrenadores que se creen tipos tocados por Dios, únicos en su especie y que poseen el don de ganar los partidos antes de jugarlos. Jamás se equivocan, nunca pierden. Los que se interponen en su camino al éxito son los árbitros con cobros tendenciosos, los dirigentes ignorantes o los jugadores incapaces de obedecer una indicación suya. Y si el periodista no comparte sus argumentos es que de fútbol sabe poco o nada. No me gusta José Mourinho. Eso es obvio.
Que no sea fan suyo ni comparta su filosofía de juego –conservadora por definirla de alguna manera– no quiere decir que desconozca sus logros ni minimice su capacidad de gran estratega. Que es un buen entrenador no es tema de discusión. Veinticuatro títulos –entre ellos dos Champions y coronas ligueras en Portugal, Inglaterra, Italia y España– no caen del cielo sino son producto del conocimiento táctico, mucho trabajo, manejo de grupo y otras virtudes más.
Pero ‘Mou’ ha construido su imperio dorado precisamente sobre la base del triunfo. Su éxito radica en el resultado eficiente de un estilo pragmático y contragolpeador que se traduce en números redondos. Para él las estadísticas juegan de su lado y bajo esa verdad no hay nada que refutarle. “Parece que para algunos es más importante tener el balón que marcar goles”, suele responder cuando lo acusan de técnico defensivo.
La eternidad de ‘The Special One’ estará siempre sometida al resultado inmediato. Cuando los títulos empiecen a escasear no lo recordarán por lo exitoso que fue, recordarán al entrenador polémico, bocón. Estará ubicado en las antípodas de los Rinus Michels, los Johan Cruyff o los Telé Santana, técnicos que dejaron una escuela sin la necesidad de estar supeditados al éxito efímero, que antepusieron la estética como camino a la victoria. Ellos son eternos porque entendieron que el fútbol también puede ser una expresión artística; mientras más precioso se juegue, mejor.
“Mi fútbol es vertical e intenso. Me gusta la posesión de balón como camino para ser vertical, no para aumentar la estadística”, se escuda el portugués para diferenciarse de sus líricos colegas a los que llama “filósofos”. En esa intención de separar lo blanco de lo negro, ‘Mou’ sencillamente será un estadista del fútbol y estará obligado siempre a ganar para darle sentido a su propuesta pragmática. Completar dos años sin un título importante –el último fue la Premier 2014-15 con el Chelsea– sería empezar a morir para quien vive bajo las reglas del triunfo como único medio para lograr el éxito.
Hoy, en la Europa League, será el joven Ajax inspirado en el espíritu de Michels y Cruyff el último obstáculo de su Manchester que acaricia el título que falta para revalorizar a ‘The Special One’. Para ‘Mou’ es ganar o ganar.
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