Jerónimo Pimentel

De todas las emociones noveleras que dará el mercado europeo de pases, las que produzcan los ires y venires de serán sin duda las más dramáticas y lacrimógenas. Todo está armado para ello: tenemos héroes y villanos, se sentirá indignación y manipulación, abunda tanto el dinero como la rivalidad y, por si fuera poco, ¡hasta aparece un presidente deseoso de utilizar el culebrón como cortina de humo!

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A un año de que se venza su contrato, el Paris Saint Germain afronta un dilema: o vende al crack francés ahora o lo mantiene hasta la próxima temporada con el riesgo de que se vaya sin dejar un euro al club. Decir “riesgo” es un eufemismo: el jugador ya ha declarado formalmente que no renovará y tiene intención de cumplir el año que le queda en Francia.

Para colmo de males, el dinero catarí ha encontrado nuevos destinos. La prensa europea reporta que el jeque Jassim bin Hamad al-Thani está en negociaciones con la familia Glazer, los dueños del Manchester United, con el fin de adquirir el club por 6 mil millones de dólares. Qatar Sports Investments, el fondo dueño del PSG que también depende del emirato, queda de alguna forma reducido en su peso político-económico luego de haber invertido una fortuna -1.3 billones de euros- en una institución que no consiguió el premio final autoimpuesto: la Champions League.

Es peor para los parisinos, en tanto las contrataciones de Messi, Neymar y Mbappé no solo no lograron el quiebre prometido, sino que dejaron la sensación agria de decepcionar a la afición. Es un tema de expectativa. A quien le prometen el cielo no le contenta nada que no sepa a nubes, y esa posibilidad defraudada es la que explica los continuos chiflidos y abucheos a los astros sudamericanos, que salen de la Ciudad Luz injustamente maltratados y con ánimo de nuevos o aires retiro dorado. Sus partidas, sin embargo, marcan un fin de ciclo para la Ligue 1: difícilmente otro club francés será capaz de reunir a los mejores jugadores del mundo, así estos sean nativos. La intervención de Macron responde a ello, en tanto el debilitamiento de la primera división (y la marca-país deportiva) crea una oportunidad para intervenir con fines subalternos. Hacer del futuro de Mbappé una cuestión de Estado es bastante ridículo, incluso desde Sudamérica.

En tanto, el Real Madrid se frota las manos. Mbappé es el reemplazo perfecto para Benzema, puede constituir el arma clave que permita equiparar el dominio del Manchester City de Haaland, con quien existe rivalidad generacional, y es el trofeo-símbolo soñado desde hace años por la directiva. ¿Tiene otras opciones el delantero? El Manchester United es la única alternativa. Dos factores pueden ser concluyentes ahí. El primero es si la compra del club se ejecuta con petrodólares, pues el resto sería en la práctica una negociación familiar. Lo segundo es el deseo de Mbappé de medirse en la liga más atractiva del mundo con su único par, lo que atraería no solo atención global sino también morbo.

Gloria madridista o derby inglés, esa es la cuestión.


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