Ezequiel Fernández
La Nación de Argentina / GDA
Demasiado negocio para ser solo deporte. Demasiado deporte para ser solo negocio. La vieja frase la sufre River, que acaso se soñó rey del mundo ganándole la final del Mundial de Clubes a un Real Madrid en crisis, pero que el martes, sin lucidez, cayó en el debut ante un rival cuyo país era conocido en el fútbol más por una línea aérea que por un equipo. Que el fútbol puede, a veces, ofrecernos una versión distinta del mundo, lo había sufrido la semana pasada el nuevo propietario del Milan, Paul Singer, un hombre acostumbrado a no perder. Alimentó a su conocido ‘Fondo Buitre’ con las crisis de deuda de Argentina y Grecia y lleva invertidos unos 300 millones de euros en el club siete veces rey de Europa y que sirvió de trampolín político a Silvio Berlusconi. Pero la UEFA acaba de advertirle que si no ordena las cuentas, será excluido de las competencias y sufrirá una quita de 12 millones de euros. No fue todo.
▷ River Plate vs. Kashima: fecha, horarios y canal del tercer puesto por el Mundial de Clubes 2018
El jueves pasado, el Milan de Singer jugaba su permanencia en Liga de Europa justamente en la Grecia empobrecida. Podía darse el lujo de perder por un gol. Pero cayó 3-1. Los ultras de Olympiacos lo recibieron con una coreografía de la serie “La Casa de Papel”. El cartel gigante mostraba a los ladrones de TV de mameluco rojo y máscaras de Dalí y a “La Casa del Trofeo”. Era el trofeo que le birlaban al poderoso Milan. El magnate Evangelos Marinakis, su presidente, fue suspendido de por vida en el 2015, luego sobreseído, acusado de comprar partidos. Marinakis sobrevivió también a acusaciones de narcotráfico. Este año le compró a un jeque kuwaití el club inglés Nottingham Forest. Olympiacos gana siempre en Grecia desde que él se adueñó del club en el 2010. Ahora le ganó a Singer.
El mismo día glorioso de Olympiacos, fanáticos del alemán Eintracht Frankfurt devastaron el centro de Roma antes de su partido ante Lazio. Es la capital italiana con paredes que dicen “Pallotta go Home”. Fueron pintadas por hinchas de la Roma cansados de su presidente estadounidense James Pallotta. Más indignados lucieron aquel mismo jueves los hinchas del Sevilla en su partido ante el ruso Krasnodar. Cantaron ruidosos el Himno del Centenario del club. Arrojaron bufandas a la cancha. Y gritaron todos juntos “¡El Sevilla no se vende!”.
La multipropiedad (mismo patrón en clubes distintos) es una excepción del fútbol mexicano tolerada por la FIFA y también presente en el Mundial de Clubes con el Chivas de Jorge Vergara, accionista además del Coras de Tepic, del ascenso. Chivas fue el primero de Latinoamérica eliminado esta semana en Abu Dabi. El martes fue el turno de River, representante de nuestros clubes asociaciones civiles. De los socios o de los magnates, los clubes latinoamericanos están cada vez más lejos. Por eso, la FIFA quiere ampliar el negocio del Mundial a 24 equipos con dineros de Arabia Saudí. Y por eso tal vez los clubes europeos proyectaron una Superliga propia. Su representante máximo, Real Madrid, jugará la final con su camiseta Fly Emirates vs. Al Ain. Negocio redondo para Emiratos Árabes Unidos, un fútbol de clubes que no discuten si SA o Asociaciones Civiles, sutilezas para una monarquía que reina desde 1793. Real Madrid es 13 veces ganador de la Champions, tiene un presupuesto de mil millones de euros, deudas reales –según opositores– de 450 millones y un presidente sin rivales, porque presentar avales por 75 millones de euros es cosa de Florentino Pérez y no muchos más. Aún en crisis de juego, Real Madrid sigue siendo la Casa Blanca. River soñó con ser La Casa de Papel.