Puede ser un antes y un después en los 160 años del fútbol organizado. Este jueves 21, a las 9,30 hora de Luxemburgo, el Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE) dictará una sentencia que puede cambiar la historia de este deporte. Deberá decidir si la UEFA incurre en monopolio en cuanto a organizar torneos futbolísticos. Las leyes antimonopolio son uno de los principios fundamentales de la comunidad política que integran 27 países del Viejo Continente. Si el TJUE dictamina que la UEFA puede seguir montando sus torneos, pero no con exclusividad, cambiará todo el ordenamiento de este deporte en Europa y, a partir de ahí, de la propia FIFA y de las demás confederaciones del resto del planeta. Incluso arrastraría a otros deportes. Resumido, sería un terremoto de consecuencias absolutamente impredecibles.
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Si eso sucede -y los medios europeos aseguran que sucederá- inmediatamente la empresa A22 Sports Management anunciará la creación de la Superliga Europea, un nuevo torneo que repartirá premios hipermillonarios, muy superiores a los de la UEFA. Los clubes de esos 27 países tendrán libertad para salirse de la Champions y disputar la Superliga sin ser desafiliados ni sancionados por la UEFA ni por sus asociaciones nacionales. A22 Sports confirmó que ya tiene apalabrados a 60 equipos, liderados por esos dos transatlánticos que son el Real Madrid y el Barcelona, los dos que sostuvieron el proyecto y por lo cual recibirán, antes de empezar a jugar, 1.000 millones de euros cada uno. Para el Barça, cuya deuda es monstruosa, sería la salvación económica. La Superliga busca concentrar a los clubes más poderosos y las federaciones saben que si penalizan a sus instituciones más populares, por ejemplo, Barcelona, Real Madrid y Atlético de Madrid, su liga quedaría reducida a nada. Lo mismo acontecería con Alemania, Italia, Francia, Portugal, etcétera.
Según se adelanta, la Superliga ya tendría el OK, entre otros, del PSV y el Feyenoord (Holanda), Porto, Benfica y Sporting (Portugal), Estrella Roja (Serbia), Anderlecht (Bélgica)… Esos para el inicio, luego se irían sumando otros. El torneo sería, en principio, por invitación.
El fallo no dirá “ganó la UEFA” o “ganó la Superliga”. Se remitirá a que no debe haber monopolios en la UE. Aleksander Ceferin, presidente de la UEFA y su aliando Nasser Al-Khelaifi, titular del Paris Saint Germain y de la ECA (Asociación de Clubes Europeos) están ya juntando firmas para comprometer a la mayor cantidad de clubes de quedarse en su competición, pero en Europa la mayoría de las instituciones son empresas y éstas van detrás del dinero. Siendo libres de elegir, optarán por el torneo que les dé más rédito.
Hay un elemento adicional importante: un club que no haya clasificado en su liga para disputar Champions o Europa League podría irse a jugar la Superliga y no perder la competencia internacional. Las variables que desataría el dictamen de la corte de Luxemburgo son inimaginables. Incluso otras empresas podrían crear nuevas competiciones dado que nadie tendría el monopolio organizativo. La Superliga, financiada por grandes bancos con exceso de liquidez, arrancaría con un pozo a repartir de 15.000 millones de euros. Los espectadores decidirían qué torneo ver, si el tradicional de la UEFA -la Champions- o la Superliga, que reuniría a los más renombrados: Madrid, Barça, Bayern Munich, Milan, Inter, Juventus…
Hay decenas de preguntas que surgirían tras la sentencia: ¿Cuáles títulos valdrían más…? ¿Qué decidirán los futbolistas, representados por la FIFpro…? ¿Qué postura tomarán los poderosos equipos ingleses ahora que su país no integra la Unión Europea…? ¿La Superliga respetará las fechas FIFA para no entorpecer los torneos locales o de selecciones…? Porque la Superliga les ofrecería premios suculentos a los jugadores y éstos tal vez elegirían quedarse a disputar ese torneo y no jugar por sus selecciones. ¿Habría otra empresa, o la misma A22 Sports, que quisiera venir a Sudamérica y organizar una Libertadores paralela, con muchísimos más millones de los que da la Conmebol…?
Y algo trascendental: si la UEFA pierde la exclusividad para regir sobre los torneos, también la perderían las federaciones nacionales, comprendidas dentro de la UE.
Bernd Reichart, alemán, 49 años, de amplia trayectoria en medios de comunicación y en el negocio de la televisión, presidente de A22 Sports Management, explicó en un comunicado: “Hay todavía mucha confusión, pero lo que realmente está ocurriendo es que la UEFA tiene un monopolio absoluto en el tablero del fútbol y el tribunal determinará si a ese monopolio se le permite continuar o si debe caer”. Agregó que “todas las Ligas domésticas están operadas y gestionadas por los clubes participantes. Solamente es a nivel europeo que los clubes no tienen voz. Confiamos firmemente en el tribunal y en las leyes de la Unión Europea que lo guían”. Muy convencido, finalizó: “después de leer y asumir la resolución y de confirmar que el monopolio de la UEFA es ilegal, finalmente podremos ser capaces de hacer público el resultado de más de un año de conversaciones con accionistas de diferentes clubes. Propondremos una competición europea de formato abierto para más de sesenta equipos y nos aseguraremos de que todos ellos serán tratados de forma igualitaria y justa”.
De salir el dictamen antimonopolio caería el esquema piramidal en la organización del fútbol mundial. A22 Sports se enfoca -de momento- sólo en el fútbol de clubes, la FIFA, la UEFA y demás confederaciones seguirían manejando la actividad a nivel de selecciones, pero quedarían debilitadas. El golpe sería catastrófico. A Gianni Infantino, el todopoderoso presidente de la matriz de Zurich, se le movería el piso. El esloveno Aleksander Ceferín, abogado de prestigio en su tierra, hijo y hermano de abogados también, ha mostrado hasta ahora una firmeza granítica en su gestión, un duro total, pero Reichart y el conglomerado de inversionistas que representa lo han hecho tambalear: apelaron a un punto estratégico, el principio antimonopolio de la Unión Europea. El poder del dinero de la FIFA y la UEFA, amenazado por el mismo recurso: más dinero.
La corte de Luxemburgo que decidirá el jueves es la misma que sancionó la Ley Bosman en 1995, que cambió para siempre la relación entre clubes y futbolistas. Declaró ilegales las indemnizaciones por traspaso una vez concluido el contrato y los cupos de extranjeros cuando se aplicaran a ciudadanos de la Unión Europea, entendiendo que tales reglas impedían de facto la libre contratación de jugadores y contradecían normas laborales y comerciales de la Unión Europea. El club Lieja, de Bélgica, tuvo un comportamiento esclavizante con Jean-Marc Bosman. Por un cortocircuito con los dirigentes, éstos le rebajaron su sueldo en un 60%; Bosman esperó que terminara su vínculo con el club y consiguió otro equipo, el Dunkerke, de la Segunda División francesa. El Lieja se plantó: o renovaba con ellos o pretendía 800.000 dólares de indemnización si se marchaba. Bosman recurrió a los tribunales y ganó en una sentencia histórica: fue considerado libre. En aquel momento se apeló al tratado de Roma de 1957, que establece la libre circulación de los trabajadores europeos dentro de los países de la Unión.
Nada está definido todavía, sin embargo, el gobierno del fútbol está contra la pared. El jueves puede recibir una estocada de muerte.