Cuando se vuelve a uno de los partidos más insólitos de la historia de los mundiales, la semifinal de Brasil 2014 en la que Alemania, de visita, propinó un terrible 7 a 1 al anfitrión, es claro quién es el responsable de la catástrofe verdeamarilla: Toni Kroos. En los primeros 45 minutos de juego se encargó de lanzar el córner del primer gol, que añade Müller; luego construye la jugada que acaba con la definición de Klose en dos tiempos; el tercero es todo suyo, de izquierda a contrapique; un minuto después hace el cuarto de derecha tras una pared con Khedira… En ese año Kroos tenía 24 años y parecía que había llegado al cénit de su carrera con el título mundial que, días después, ganaría ante Argentina. Nada más lejos de la realidad.
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Fue justo después de esa copa que llega al Real Madrid, donde se convierte en el todocampista perfecto por una década. Es difícil transmitir lo gravitante que fue sin caer en lugares comunes, pero lo intentaremos. Lo primero es su ductilidad posicional. El alemán es capaz de ocupar todas las posiciones del medio, de 5 a 8, de volante interior a exterior, en mucho gracias a su impecable lectura táctica y una técnica que roza la perfección. Es capaz de lanzar pases de 30 o 40 metros a extremos y laterales (Dani Carbajal fue muy beneficiado), con ambos perfiles, como si hacerlo fuera algo sencillo y natural. Por encima de los centrales se despliega como una barredora, como si lo suyo fuera el uso del cuerpo para la marca o el cierre tiempista. Por detrás de los delanteros, aparece como un mediapunta que provee asistencia y eventualmente el gol. Y todo como si siempre estuviera descansado, como si no sudara, como si un partido de fútbol se pudiera administrar al trote y con ciertas aceleraciones puntuales y medidas.
Kroos no es el jugador más veloz, ni el más fuerte, ni el más ágil, solo el más elegante. Casi como desmontando la idea de que el físico y el biotipo son los atributos indispensables del futbolista moderno, el crack del Real Madrid nos enseñó que más importante es entender el juego, leer el partido y anticiparse a los movimientos del rival. No tienes que ser un correcaminos si tienes la mente más rápida, no es necesario ir al choque bruto si estás mejor posicionado para el quite y el contacto, no tienes que tener reflejos felinos si el juego ocurre para ti más lento, de manera más predecible. Ofensivamente, ese súperpoder es letal: implica la construcción de espacios primero con la mirada y después con el pie, pero también convertir la presión en salida y lo difícil en simple. Es el matrimonio de la excelencia técnica con la táctica. Kroos es el hijo de ese amor.
El próximo 1 de junio este portento de perfil bajo tendrá la oportunidad de terminar su carrera levantando su quinta Liga de Campeones de Europa. Diez años después de la hazaña en Brasil, Kroos podrá vanagloriarse de cerrar una trayectoria donde nunca se permitió menos que lo máximo. Pocos consiguen entender la grandeza de retirarse justo en ese momento. Bailar el último vals.
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