Nací en Lima en 1947. Estudié en el colegio Markham y en la Universidad Católica. He sido vicepresidente de Desco y soy jefe de Departamento de Comunicaciones de la PUCP desde el 2011. Las obligaciones académicas no me dejan tanto tiempo para escribir, pero últimamente estoy dedicando las mañanas a la poesía. Soy la oveja negra de la familia, pues todos los Sánchez León son de la ‘U’, pero yo soy hincha de Alianza. ¿Un defecto? Soy refunfuñón. ¿Una virtud? Ahí tengo que escarbar más. A ver, sé ordenarme en el tiempo, soy un programador de mi vida o, como diría Ribeyro, un bohemio con agenda.
La pasión de ‘Balo’ por la literatura y la enseñanza corre pareja con su afición al fútbol. Dice que el escritor creador siente afinidad con el deporte en su estado puro. Que luego los dirigentes lo convierten en negocio. “Al menos llévenlo en azul, sean modernos”, les pide.
Ha dejado de ir al estadio porque, según él, no quiere convertirse en cómplice del club del cual es hincha, que hoy es “una institución mediocre, mal llevada y desordenada”. Pero el fútbol lo sigue emocionando, como desde niño, cuando no podía ir los lunes al colegio si su equipo había perdido en la víspera.
—En el prólogo de “Ese gol existe” dijiste que escribir sobre fútbol en el Perú supone una cierta dosis de masoquismo. ¿Hablar sobre él también, entonces?
[Risas] Pues sí. Podemos hablar de masoquismo, de ilusión, de pasión. Eso es el fútbol. La ilusión siempre estará, pero hay que ser conscientes de que hoy en día el fútbol es de una exigencia que el peruano no está dispuesto a asumir. ‘Canchita’ Gonzales acaba de decir que en Chile ha aprendido lo que es presión.
—El país ha cambiado, la economía ha crecido, se avanza en muchos rubros. ¿Por qué en el fútbol seguimos estancados o en retroceso?
Lo primero que se me viene a la mente son los dirigentes, que son un desastre. Cuando vino al Perú Mayne-Nicholls [ex mandatario de la federación chilena] dijo que no podía haber un presidente de la federación que no pudiera salir y dar la cara, que era el caso de Manuel Burga. Hoy Oviedo no habla, y creo que mejor así [risas].
—¿Y nuestros clubes?
Son otro desastre. Los más grandes son los peores; yo los llamo los tradicionales. El torneo local es muy malo porque los clubes no hacen su trabajo. ¿Cómo se puede jugar con las tribunas vacías, tanto en Lima como en el interior? No puede haber un torneo en rojo, eso tiene que replantearse pero nadie toma el guante.
—¿Eso es algo que sí entendieron nuestros vecinos?
Veamos a Ecuador, que ha ido a tres de los últimos cuatro mundiales. Mucho se explica por una dirigencia seria. Un estudioso como Fernando Carrión pone como ejemplo al LDU, que ha logrado copas internacionales en los últimos años.
—Y la materia prima sigue saliendo y renovándose.
Ellos han desarrollado todo un trabajo genético, científico. Como me decía mi amigo Carrión, el fútbol ecuatoriano no es un fútbol nacional sino de afroecuatorianos. En la costa y en la sierra tienen lugares en que reclutan jugadores. ¿Viste la carrera de Antonio Valencia antes del gol a Argentina por las Eliminatorias?
—Advíncula hizo algo similar antes del gol a Chile en la Copa América.
Sí. Advíncula es el más cercano. Pero Valencia juega en el Manchester United y Advíncula está... ¿dónde?
—En el Bursaspor, de Turquía.
Eso lo dice todo. También tienen a Miller Bolaños. ¿Cómo se puede pedir como tabla de salvación a Ruidíaz? Es la ceguera absoluta, la esperanza desesperada. En el fútbol somos un país desesperado y una selección angustiada.
—¿Tanto así?
Mira las noticias: “Lobatón no está al 100%”, “Vargas no podrá jugar”, “Tapia jugará pero está sentido”, todo se acumula, es una selección de angustias. Gareca dice que no quiere que los muchachos peleen, sino que jueguen, pero es complicado.
—¿Hay algún espacio semejante al fútbol para levantar la autoestima nacional?
Nada de esa magnitud. Es que el fútbol es una guerra reprimida. Hay enfrentamiento, violencia, injusticia. La vida sudamericana es bien interesante con este formato eliminatorio. En estas fechas los diez países estamos conectados.
—¿Con tanta eliminación de los mundiales nos estamos condenando a la resignación?
Es más fácil construir una piscina que formar un campeón de natación, es más sencillo construir un estadio que hacer un buen equipo. El tema es humano. No nos podemos resignar. En el Perú hay dos cosas que se han descolgado: el fútbol y el transporte público. En ambos es un tema de organización, donde unos cuantos se benefician a costa de un mal servicio. No podemos seguir teniendo actividades en rojo.
— Se dice que con Gareca estamos volviendo a la esencia y a la historia de nuestro fútbol.
Pero ello no nos llevó a ningún lugar.
—Pero llegamos a tres mundiales.
Cuando la clasificación era otro tipo de torneo. Pero de los mundiales nos hemos ido de forma lamentable. El 6 a 0 de Argentina 78, en el que no tengo la menor duda de que el Perú se echó, y el 5 a 1 contra Polonia de España 82 es otra vergüenza.
—¿Cómo ves el partido de hoy?
Paraguay es un cuadro guerrero y va a vender carísima su derrota. Si Perú no gana, acaba el año en cero o con un punto. Jamás debimos perder con Colombia, que presentó un equipo mediocre. Hay que meter con rocoto en la cabeza de nuestros jugadores esa cosa belicosa que supone no dar una pelota por perdida, correr hasta el final, no desconcentrarse.