Cuando el árbitro principal, Bruno Pérez, pitó el final de la segunda final que proclamó bicampeón nacional a Alianza Lima, el césped del Alejandro Villanueva fue el centro de distintas historias. Las lágrimas de Pablo Lavandeira por conseguir su primer título como profesional, el abrazo infinito entre Chicho Salas y Jefferson Farfán por un nuevo bicampeonato juntos como en 2003-04 aunque esa vez ambos eran jugadores. Y también estaba Yordi Vílchez, el gran central aliancista que había hecho una promesa y tuvo que cumplirla.
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El ‘Gordo’ -como lo llaman en el vestuario- fue primero a abrazar a Ángelo Campos y Pablo Míguez. Los tres, portero y centrales, fueron el muro que necesitó Alianza para remontar en el Clausura y ante Melgar. Si el equipo del Chicho Salas solo recibió un gol en seis partidos jugados en Matute fue, principalmente, gracias a ellos. Pero después del abrazo, y mientras cada uno celebraba a su manera, Vílchez fue corriendo hacia la línea final del campo que da hacia la tribuna norte. Llegó, se persignó mirando hacia el cielo y se arrodilló.
De rodillas, el defensor emprendió su camino hacia el mediocampo. Las cámaras de GolPerú captaron el momento cuando se besó el escudo aliancista y señaló el parche de campeón que embellece la camiseta blanquiazul. “¡Vamos, norteño! ¡Vamos norteño, cara**!”, le gritaba alguien mientras estaba a punto de llegar al final. “¡Gloria a Dios! ¡Gloria a Dios! ¡Dos años, dos campeonatos!”, respondió el hijo pródigo de San Juan de Bigote, uno de los diez distritos de la provincia de Morropón, Piura.
“Es una promesa que había hecho y gracias a Dios pude cumplirla. Y Dios también me cumplió esta oportunidad de salir campeón”, contó Yordi tras conseguir el título. El central, que se quedará en La Victoria hasta fines de 2024, tenía una pequeña lesión en la rodilla desde el partido de ida, pero no quiso salir en ningún momento. Sabía que Dios le tenía algo preparado, como si fuera un predestinado. Y fue así. Anotó el primer gol con el que los íntimos vencieron 2-0 para remontar la final ante Melgar. En la ida, en Arequipa, los locales ganaron 1-0 con autogol justamente del defensor.
Yordi llegó a Alianza en enero de 2021, cuando el club aún creía que iba a jugar en la Liga 2 aunque luego el TAS falló justamente a favor para mantenerlos en primera división. Pero llegó con una lesión sobre su físico. No jugó el Apertura y las críticas cayeron sobre él. Sin embargo, pudo estar en el Clausura y junto a Portales y Míguez conformaron una línea de 3 que fue vital para conseguir el campeonato.
El ‘Gordo’ casi siempre fue el sacrificado. Lo fue porque sabían que en el lugar en el que esté iba a rendir, por lo menos, 7 puntos. Juega en la zaga a pie cambiado, fue lateral por ambas bandas y si le daban los guantes en algún caso extremo, se los ponía. “Mientras esté acá, daré lo mejor de mí”, afirmó. Y el pueblo blanquiazul se lo reconoce, se lo agradece.
El festejo de Vílchez trajo a la memoria otros casos similares de futbolistas o equipos que hicieron una promesa antes de cumplir un objetivo y luego lo cumplieron. A continuación repasaremos algunos de los casos más conocidos. Y también de una selección que convirtió una promesa en una ‘maldición’ que se rompió este año.
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El juego de cartas que se convirtió en un tatuaje que Messi aún no cumple
A inicios de mes se estrenó “Sean eternos”, el documental de Netflix que recorre la conquista de la Copa América 2021 por parte de la selección argentina. Y más allá de la emotiva arenga de Lionel Messi, una de las escenas que resaltó fue la anécdota en el que un juego de cartas se convirtió en una especie de presagio y promesa que algunos cumplieron.
La increíble situación se vivió en plena concentración y fue revelada por Alejandro Gómez, el ‘Papu’. “Si adivinas una de diez cartas, ganamos la Copa”, contó que fue lo que se dijo antes del partido contra Brasil en el Maracaná. Y el desafío arrancó. “Empiezo a tirar: 5 de basto, no; 12 de oro, no; y así hasta que me toca la última...Digo el ancho (1) de basto y le pego, ¿viste? Gritos, abrazos... ‘Ganamos la Copa, vamos, es esta, la energía, es el aura’”, siguió el mediocampista del Sevilla. Pero la historia no terminó ahí.
Di María agregó: “La primera que tiré, le pegué al 6 de basto y pareció un gol. Se tiraban todos, gritaban todos, era una locura...”. Justamente Fideo fue el autor de aquella hermosa definición de sombrero que le dio la Copa América al equipo de Scaloni.
Cuando le llegó el turno a Nicolás Otamendi pasó lo inesperado: “Si la adivinabas, te la tenías que tatuar... Acerté el 7 de espada”, dijo el actual jugador del Benfica de Portugal, mientras mostraba el lugar que eligió para hacerse el tatuaje, justo debajo de la fecha de obtención de la Copa América (10 de julio de 2021).
El Kun Agüero también se sumó a la anécdota: “Yo tengo que preguntar ahora, pero creo que era el 3 de basto”, dijo sobre la carta que todavía se tiene que tatuar. Con la historia conocida, todavía quedaba la palabra del capitán y líder futbolístico, Lionel Messi. El ‘Papu’ Gómez comentó: “Va tirando cartas, le va errando, le va errando, le va errando... y claro, él había perdido cuatro finales con Argentina... cuatro copas”.
“Le pegó y dijimos ‘Listo, no podemos perder’”, cerró Papu Gómez, el hacedor de una anécdota increíble que arrancó como un juego más y terminó en un tatuaje que une a un plantel que quedará en la historia grande del fútbol argentino.
“El 5 de copas me tocó a mí, pero... me lo voy a hacer”, confesó Messi y se tapó la cara con las manos, sabiendo que las promesas están para cumplirse. La pregunta es: ¿se lo hará antes de que arranque el mundial de Qatar 2022?
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Las promesas de los jugadores de River tras la histórica Libertadores de 2018
A finales de 2018, Argentina fue el epicentro del fútbol mundial. Bueno, primero Argentina y luego España. River Plate y Boca Juniors se enfrentaron por primera vez en la final de una Copa Libertadores con el añadido de que fue la última que se jugó a dos partidos (ida y vuelta). La definición, obviamente, trajo consigo promesas por doquier. De un lado y del otro.
Luego de jugarse la ida en la Bombonera y la vuelta en el Santiago Bernabéu de España -no se jugó en el Monumental por temas de seguridad-, los ‘Millonarios’ se proclamaron campeones de América y los futbolistas empezaron a cumplir sus juramentos.
Bruno Zuculini y Lucas Martínez Quarta no dudaron en pasar por la barbería para platinarse el cabello. Juan Fernando Quintero, autor de uno de los goles históricos, se tatuó la Copa Libertadores con el número de su camiseta.
Enzo Pérez, hincha e ídolo de River, fue más allá que todos. Se tiñó el cabello, pero también se tatuó toda la espalda con una imagen alusiva a ese trofeo tan valioso que ganaron en tierras europeas.
Rafael Santos Borré, que no pudo estar en la segunda final por suspensión pero fue determinante en el camino a la definición, también hizo un juramento. Nada material ni físico, sino espiritual. El colombiano había prometido ir a la Basílica del Señor de los Milagros, ubicada en el Valle del Cauca, con la Copa. Y lo hizo.
Alemao al estilo Vílchez, pero con otro motivo
En 2017, luego de superar una grave lesión muscular, Alemao, jugador del Inter de Porto Alegre, volvió a las canchas. Y cuando el árbitro pitó el final de la goleada por 3-0 del exequipo de Paolo Guerrero por la Serie B brasileña, el estadio Beira-Rio se puso de pie. Y él de rodillas.
El defensa esperó el pitazo final para cumplir con su promesa. Ni bien terminó el partido y ante 20.000 espectadores que lo ovacionaban, se dirigió a uno de los fondos y comenzó a andar de rodillas, notablemente emocionado. Al llegar a la otra portería, apuntó con los brazos al cielo y agradeció estar otra vez disputando un partido oficial.
Sus compañeros, que lo aplaudían desde el círculo central, tenían varias razones para festejar: victoria, liderato del torneo, y el regreso de Alemao tras su grave lesión.
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La promesa incumplida que se volvió maldición
El fútbol está plagado de historias de todo tipo de circunstancias, y una de ellas tiene que ver con la selección argentina y un “episodio religioso”, en el cual se habla de la “Maldición de Tilcara”, una historia que, según los supersticiosos, sería la causante del porqué la selección argentina nunca más levantó una copa del Mundo desde México 1986.
Para recordar esta supuesta situación hay que retroceder a enero de 1986, cuando el entonces técnico de la selección, Carlos Salvador Bilardo, decidió llevar al plantel a la localidad de Tilcara, ubicada en la provincia de Jujuy, en el centro de la quebrada de Humahuaca, a 1.400 kilómetros al norte de Buenos Aires y en el límite con Bolivia.
La presencia del seleccionado argentino revolucionó a los más de 4 mil pobladores del pueblo que forma parte de la llamada “Quebrada de Humahuaca”, uno de los principales atractivos turísticos de Argentina. La comitiva de la selección se inclinó por utilizar las instalaciones del Club Atlético Pueblo Nuevo y solicitó que el primer equipo de esa institución entrenara junto a la Selección. Entre los jugadores de ese pequeño equipo se encontraba el tilcarense David Gordillo.
“El pueblo de Tilcara era tan chico que compartíamos todos los días una gaseosa y un café con los jugadores. Y en una de esas tantas reuniones, uno de los jugadores nos preguntó por la Virgen de Tilcara. Esta Virgen, llamada Virgen de Copacabana del Abra de Punta del Corral, es la patrona de Tilcara y es conocida en la región por conceder milagros a todos quienes recurren a ella. Los fieles del pueblo suelen sacar cada Semana Santa a la Virgen del santuario en el Abra de Punta Corral para realizar una multitudinaria procesión por 15 kilómetros de camino empinado en un cerro. En ese momento, algunos jugadores de la selección realizaron la promesa de agradecerle a la Virgen si se titulaban campeones del mundo”, contó Gordillo.
Meses más tarde, el 26 de junio de 1986, la selección argentina se consagró campeona del mundo tras derrotar a la selección de Alemania por 3-2, en la final del Mundial de México disputada en el Estadio Azteca. El problema es que después de titularse campeones del mundo, ningún integrante del plantel argentino regresó a Jujuy a agradecer por el título del mundo a la Virgen de Tilcara, desencadenando la supuesta maldición que recaería sobre la selección argentina, que a partir de ese momento nunca más volvería a ganar un Mundial de fútbol.
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