Se escuchan sus voces y también sus corazones. Ese grito unísono del Alianza Lima Campeón retumba en el Estadio Nacional, pero también en cada latido de los aliancistas que en su intimidad supieron peregrinar hacia este título. Porque el 28 de noviembre ya no es un día maldito, hoy la historia dicta el verdadero capítulo que debe escribir la blanquiazul, es el día de la reivindicación de los colores.
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Porque los abrazos se reparten por doquier y las lagrimas recorren cada rostro de este equipo que ha hecho del drama su alimento del alma. Y no solo hablamos de una sufrida final ante Sporting Cristal, quien tuvo todo menos el gol, hablamos de una historia de el hincha que llega en silla de ruedas el estadio o de quien viste un polo con la inscripción “porque los que alientan desde el cielo”. De Barcos corriendo como joven a sus 37 años, de Farfán y su regreso glorioso, de Campos y sus manos milagrosas, de Míguez y cada grito que pega, de Aguirre y su entrega total. Así, de cada aliancista que recorre el mundo.
Alianza es campeón porque partió desde lo que reconoce su historia: la humildad. Se vio en el hoyo y para salir de ahí había que recorrer un camino complicado. No se equivocó. Apostó por la sangre, por la identidad que hace grande a este club. Con la inteligencia de Carlos Bustos, se conformó un grupo con cabezas visibles. Líderes como Ballón y Benítez, talentosos como Concha, aguerridos como Arley, con corazón como Aldair. Y siguen nombres.
Hace un año escribía estas líneas. “Alianza es su gente”. Su gente lo hizo grande y su gente lo devolvió a lo más alto. Quien imagina lo que hubiera sido el 2020 con el hincha, pero en estas finales quedó demostrado que cuando se canta “con la hinchada y jugadores… vamos a recorrer todos los rincones”, se canta desde el corazón.
Es que Alianza es un sentimiento (que no tiene explicación), cantan, pero si quieren encontrar algunas, vean lo que hacen estos muchachos en el campo de juego. Lo que se entrega Portales y Vílchez en la zaga, lo que mete Valenzuela, lo que se corre Lagos. Y todos los demás.
Alianza es campeón porque volvió a ser Alianza. Desde esos latidos en la tribuna y por esas decisiones importantes donde primó el bien del club y no el protagonismo de las personas. Así creció en las viejas calles limeñas, así se hizo grande en el coloso victoriano, así conquista el fútbol ahora desde el Nacional.
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