De todos los sueños en el imaginario de un niño futbolista, es uno que resume todas sus fantasías: celebrar un gol delante de tu hinchada. Se lo recrea, se lo narra, hasta se lo dibuja. Luego vendrá la casa para la mamá, el BMW, los Louis Vuitton, el degradé. Pero primero es ese gol fantástico frente a un balcón de lunas rotas que hace de tribuna. Ese gol en un arco de dos piedras. Porque parece imposible, sospecho. Porque a los 10 años hay océanos de distancia de ello, me consta, tras breve encuesta con tres ídolos locales. Y porque hay miles de muchachos que piensan lo mismo, y apenas juega un 9 por equipo.