Liberado ya del cartel de ‘asistente de Markarián’, Pablo Bengoechea atravesó su segundo año en Alianza Lima mucho más empoderado como entrenador. Más lenguaraz que en su primera versión, logró incluso desde la dialéctica defender su gestión con frases ante Silvio Valencia y, una genial, contra el técnico de Melgar (“si eramos nosotros los que estábamos 3-0 arriba, no nos empataban así jugáramos un mes”). Elevado a la categoría de “personaje”, Pablo generó adhesiones tales entre los hinchas de Alianza que en redes sociales algunos pedían “monumento” para él por haber puesto al club en la final. Decían “¿qué más le podemos pedir?, ha hecho mucho con poco”, sin medir que, por ejemplo, Sporting Cristal, su rival en la finalísima, no tenía un plantel más fuerte, aunque sí mejor gestionado.
Más allá del 1-7 del global, es Mario Salas quien termina de desnudar el año de Bengoechea. Alianza no era un rejunte de jugadores acabados. Y Cristal tampoco tenía una supernómina. De hecho, los titulares Madrid y López no son adquisiciones pomposas sino promociones de inferiores. Que el técnico celeste haya movido sus fichas mejor que el aliancista puede haber dado una imagen final de desbalance, pero no se confunda: Butrón no es menos que Álvarez, Riojas tampoco que Madrid ni Godoy está muy por debajo de Merlo. Tampoco, en la previa, debía haber tanta distancia entre el trío Cruzado-Ramírez-Lemos versus Cazulo-Ballón-Calcaterra. La superioridad de Herrera sobre Affonso y de Costa sobre Quevedo se dio esta temporada puntual, porque el colectivo sostuvo el rendimiento de los celestes, y eso es un tema de funcionamiento atribuible al entrenador. También el ojo para los jales: los nuevos extranjeros no ayudaron casi nada al aliancista.
Bengoechea, para más señas, quedó último en la Libertadores, no ganó ningún torneo en el año, tampoco promovió un solo titular de la cantera (Fuentes es del 2017) y pasó las semis con Melgar tras una reacción meritoria, pero ayudado por un fallo arbitral que con VAR le hubiera costado muy probablemente la eliminación. Que Fabio Rojas y Osling Mora sean titulares de la selección Sub 20, pero no tengan minutos con el uruguayo explica a las claras cuánto le importa la cantera al actual entrenador de los íntimos. No entraremos tampoco a valorar el “estilo Bengoechea” porque de un tiempo a esta parte al hincha aliancista, al parecer, no le importan los toques y la gambeta sino el resultado puro y duro. En ese sentido, que el equipo juegue a veces al “sálvame Butrón” no es ya ni censurable.
Si bien a Pablo le cabe la virtud de haber puesto a pelear al club hasta el final, no conviene tampoco sobrevalorar una gestión que en líneas generales –abarcando sus dos años- es aceptable, pero de ningún modo “para monumento”.