Como en el 2018, el la nueva Liga 1 un equipo podrá aspirar al título sin ganar un torneo. (Foto: GEC).
Como en el 2018, el la nueva Liga 1 un equipo podrá aspirar al título sin ganar un torneo. (Foto: GEC).
Guillermo Oshiro Uchima

Nuestra nueva tendrá este 2019 la misma cantidad de equipos que la Bundesliga, una igualdad numérica que sirve para cuestionar muchos aspectos sobre nuestro universo futbolístico, pero que no debería servir como único parangón para desacreditar las intenciones de refundar y formalizar las bases de nuestro balompié. La crítica no debería centrarse en que 18 clubes son excesivos para sostener la calidad digna de un país mundialista, que lo son; debería apuntar a la insistencia en repetir algunas imperfecciones en la configuración de nuestro amado Descentralizado.

Para este año la FPF anunció un nuevo entramado en el calendario que solo incluirá fechas los fines de semana. Un Apertura con 17 fechas, un Clausura con otras 17 jornadas y una competición intermedia denominada Copa Bicentenario, que coincidirá con la Copa América y los Panamericanos. Esta, como lo fueron la Copa del Inca y el Torneo de Verano, romperá con la monotonía. La novedad será la inclusión de los 14 equipos de la Segunda División que se mezclarán con los de Primera para armar un mundialito, con fase de grupos y luego con eliminación directa. El premio será un cupo a la Copa Sudamericana y beneficiará más a los equipos chicos que a los grandes, lo que podría ir en detrimento del espectáculo.

El año pasado Alianza Lima no ganó ningún torneo ni quedó primero en el acumulado. A pesar de ello, los íntimos llegaron a la final. Esto se podría repetir en la Liga 1. (Foto: GEC).
El año pasado Alianza Lima no ganó ningún torneo ni quedó primero en el acumulado. A pesar de ello, los íntimos llegaron a la final. Esto se podría repetir en la Liga 1. (Foto: GEC).

Además, teniendo en cuenta las dificultades que padecieron los clubes del ascenso el año pasado habrá que preguntarse si realmente están en condiciones no solo de competir dignamente, sino si pueden sostenerse económicamente en pie para afrontar esta nueva peregrinación, si su logística les permitirá trasladarse con más frecuencia para disputar el torneo. ¿Cuántos encuentros podrían definirse en mesa?





Precisamente en ese ítem el nuevo presidente de la FPF, Agustín Lozano, fue claro hace unos días: “Los puntos solo se definen en la cancha”. Y dejó picando la posibilidad de que los equipos ya no pierdan puntos por faltas administrativas (deudas, sobre todo), sino que las sanciones recaerían en sus dirigentes. Si esa insania se llegara a concretar, todo el camino de la formalización de los clubes iniciada con el tema de las licencias sufriría un enorme retroceso. La informalidad se enquistaría nuevamente en nuestro fútbol.

Esperando que ese sea solo un rumor, lo que consuela es la intención de la federación de sostener al menos el mismo formato en el tiempo, darle continuidad a una apuesta y corregir los errores en el camino.

“Es preferible empezar con estas pequeñas imperfecciones que no empezar nada”, avala Juan Carlos Oblitas. Lo criticable es cuando esas imperfecciones son visibles y no se corrigen. Como en el 2018, un equipo podrá aspirar en diciembre al título nacional en los playoffs sin ganar ningún torneo.

La experiencia europea sirve para comprender que en la simpleza se encuentra la justicia. El viejo formato de todos contra todos, en partidos de ida y vuelta, es más sencillo de comprender y mucho más pragmático. Todo está escrito. Habrá que apuntar a que en el tiempo los clubes sean autosustentables con la venta de jugadores para evitar que las necesidades de la televisión –que exige una cantidad de fechas– no sigan mandando en la cancha. Mientras tanto seguiremos inventando nuevos formatos de competencia.

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