Antes de que comience el partido frente a Alianza Lima, los dirigidos por Roberto Mosquera desfilaron en el centro del campo de Matute para saludar a Vanessa Bravo, la esposa de Juan Pablo Vergara, el volante del "Poderoso del Sur”, que falleció el 3 de diciembre al no resistir una operación después de un accidente automovilístico. Con una camiseta color cielo, los jugadores de Binacional saludaron la eternidad del amigo ausente.
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“Hay que ponernos a trabajar que dentro de poco vamos a pelear por alcanzar la gloria”, les dijo Mosquera –quien reemplazó a Javier Arce como entrenador del cuadro puneño-, después de superar una durísima crisis interna hace dos meses. Nueve jugadores del equipo (seis de ellos jugaron hoy ante Alianza Lima) iban a ser separados por reclamar pagos pendientes a la directiva. El distanciamiento parecía ser irremediable, pero el entrenador peruano se ofreció de mediador entre la dirigencia y los futbolistas. Hubo rápida reconciliación y desde allí, después de la molestia por temas económicos y por los tropiezos deportivos, tocó recuperar el espíritu de pelea. Para unir a ese grupo, Mosquera organizó almuerzos y cenas con conversaciones interminables. Su táctica no solo fue administrar sistemas de juego, sino en devolver la alegría a un equipo decaído. Para cerrar muchas de esas reuniones, el técnico les daba clases de cómo bailar la salsa de salón.
Deportivo Binacional había recuperado su jerarquía como local en Juliaca, pelearon el título del Clausura hasta las últimas fechas (ya habían ganado el Apertura a mitad de año) y solo quedaba apelar a la máxima concentración y preparación física para disputar la final del título nacional. El 3 de diciembre, mientras se dirigía al entrenamiento en el estadio Municipal de Caracoto (cerca de Juliaca), Juan Pablo Vergara perdió el control de su auto y sufrió golpes muy fuertes en la zona cercana al hígado. El futbolista de 34 años no pudo resistir la intervención quirúrgica, que buscaba detener la hemorragia interna que estaba sufriendo.
Los técnicos de Alianza Lima y Sporting Cristal –que disputaban la semifinal por esas fechas- manifestaron estar de acuerdo en postergar la final si Binacional, ante esa tragedia, decidía hacerlo. El club de Desaguadero envió un comunicado muy rápido: agradecían el gesto, pero aceptaban jugar en las fechas establecidas. Eso sí, Mosquera y sus jugadores acordaron arrancar la final en Juliaca. El presidente del club, Juan Carlos Aquino, quería jugar primero en Lima. Otra vez la situación llegó a un límite y el entrenador dijo que “si no podía decidir en temas deportivos se iba”. Los futbolistas, liderados por Donald Millán, apoyaron la postura. “Se van todos y les damos la Copa a Alianza”, les respondió un ofuscado Aquino.
La conversación decisiva para resolver este tema, entre el técnico y el directivo, duró algo más de dos horas. Allí, Aquino -quien fue alcalde de la localidad de Chucuito, lugar original del club Binacional- entendió que por la pérdida repentina de un compañero y amigo (Vergara) lo más sensato era que Binacional –que había dejado de entrenar por tres días- dispute la primera final en casa. “Le pido disculpas al presidente por algunas expresiones”, nos declaró Mosquera minutos después de cerrar el trato. Lo que vino después de eso fue un plan metódico para levantar la copa en el estadio Alejandro Villanueva.
El primer partido acabó con el 4-1 a favor en el estadio Guillermo Briceño de Juliaca, fue un resultado redondo aunque con la polémica por el uso del VAR (sistema de video arbitraje) en la expulsión del lateral de Alianza Lima, Anthony Rossel. Durante la semana no hubo declaración ni del técnico, ni de los jugadores de Binacional. Micrófonos cerrados hasta el día esperado en La Victoria.
Binacional llegó ayer a Lima y rápidamente –cumpliendo su palabra de no tener contacto con la prensa- se dirigió al hotel Meliá de San Isidro. Este recinto cuenta con ventanas que protegen de los ruidos en el exterior. Eso, sin duda, ayudó en la madrugada del domingo, cuando a las tres de la mañana sonaron, durante cinco minutos, explosiones de luces artificiales en la misma cuadra del hotel. El incidente no evitó que el plantel de Binacional tomara desayuno a las 7:30 de la mañana de hoy.
Desde utilería les comunicaron en el almuerzo, poco antes del mediodía, que sus camisetas también incluirían la imagen de la Virgen de la Candelaria de Puno. Mística para creer en el momento más decisivo. Era el momento de estar todos juntos y abrazar la alegría deportiva más importante de sus carreras. Los hinchas del club llegaron también en las primeras horas de hoy en buses interprovinciales que viajaron durante casi un día completo. En vez de descansar, este grupo se dirigió a la puerta del Meliá donde unían sus cánticos de apoyo con danzas de caporales (tradicional en toda la zona de Desaguadero).
Fortalecidos en el alma, después de una charla técnica muy emotiva, los jugadores de Binacional salieron al estadio blanquiazul con la convicción del estudiante que ha aprendido todas las lecciones. No importaba que al técnico rival lo llamaran “Profesor”, ellos iban a aprobar sin problemas su examen final. Al formarse para la foto tradicional del equipo vieron que estaba cerca Vanessa Bravo, la esposa de Vergara. La invitaron a acercarse, la saludaron y los once titulares besaron la frente del hijo de Juan Pablo, quien solo tiene cuatro meses de nacido. No hubo expulsados en el Alianza Lima-Binacional, sin embargo los de Juliaca jugaron con ventaja numérica desde el primer minuto. La lista oficial dirá que salieron once a la cancha, el corazón, en cambio, ha registrado que en su día más glorioso, este “Poderoso del Sur” jugó con doce.