Un camarín de fútbol huele a axila, perfume, orín, más perfume, pero sobre todo a frotación. Y más en uno donde hace falta lubricar las bisagras.
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En estos instantes, en un ambiente estrecho, con un par de bancas y algunos casilleros oxidados, medio equipo de Universitario está siendo masajeado.
Juan ‘Chiquito’ Flores, con el torso descubierto y, por lo tanto, con los ‘mondongos’ al aire, rechifla mientras una muchacha delgada pasa sus manos calientes sobre sus muslos. A su costado, Mauro Cantoro, quien ha llegado hace unas horas de Chiclayo, tan solo para jugar esta noche, está de pie en calzoncillos, dándole la espalda a otra fisioterapeuta veinteañera. En el baño, Roberto ‘Foca’ Farfán, el original como suele llamarse, está siendo humectado por otro masajista.
Sin cremas ni pomadas difícilmente estos cuarentones, que coquetean con la base cinco, se animarían a ingresar al campo sintético del Complejo Deportivo Ollantaytambo, en Ate Vitarte, donde desde el primer martes de mayo, participan en la Copa Leyendas de Fútbol 7.
Este campeonato, que apenas lleva dos fechas, ha sido organizado por Renzo Adrianzén, un arquero aficionado que estudió gerencia deportiva en Argentina y que, de niño, salió de mascota en tres partidos de la mano del ‘Viejo’ Balerio. Un nostálgico de los años noventa. Y como tal, ha reunido a los jugadores más emblemáticos de esa década colorida, con canchas chamuscadas, donde irse al extranjero era una rareza y la mayoría convivía en nuestra malquerida liga local.
Mientras Oswaldo el ‘Torito’ Araujo escribe la charla técnica sobre un papelógrafo, José Carranza se sube las medias. A sus 58 años y con más de un nieto, conserva gran parte de su flacura y, como lo veré más adelante, su fiereza. Le dicen el ‘Puma’, pero tiene el corazón blando de un marshmello. Lo fastidian por su poca destreza con las palabras, pero será él quien me ofrezca la declaración más sentida de la jornada.
“Este torneo nos da vida. Que te pidan fotos y firmas todavía, eso no se cambia por nada. Es el reconocimiento a todo lo que dimos. Vivo agradecido”, me dirá después de haber dado un par de pases del desprecio, cometer un autogol, y de haberse “carajeado” con los chalacos de La Misilera, el equipo que ha juntado a las glorias del Sport Boys.
“Tengo que pu... Eso no se pierde”, sostiene.
Pero serán los rosados quienes se llevarán la victoria con una goleada por 3-0, de la mano de Nolberto Solano y Manuel Marengo. Y, desde luego, de Joel Abanto, un arquero rollizo de reflejos excepcionales que no llegó a Primera, pero que cuenta con pergaminos en el puesto.
Si bien, el propósito del torneo es que lo protagonicen futbolistas en retiro, identificados con su club, también pueden reforzarse con los habilidosos del futsal o del fútbol 7. La única regla es que por equipo solo pueden haber dos menores de cuarenta años en cancha.
El partido ya terminó, pero una voz aguardentosa resuena como un eco fastidioso en todo el complejo. Es un hombre calvo dentro de un muñeco rosado: la pantera rosa de La Misilera, quien en un derroche de generosidad ofrece al respetable “caramelos que te dejan más duro que un robot”.
Este es el único recinto, estadio en miniatura pero estadio al fin, donde los hinchas pueden venir con las camisetas de los clubes que aman sin recibir ningún golpe por ello.
Aquí la gente no se escuda en el fútbol para desplegar sus miserias. Vienen a otra cosa. Los coleccionistas por esa firma que les falta a su camiseta desempolvada. Algunos otros por esa foto que nunca consiguieron cuando eran adolescentes. Y otros más, acaso la mayoría, que jamás tuvieron la posibilidad de tener a sus ídolos tan cerca. De la tribuna a la cancha sintética apenas hay un salto.
Por eso, cuando acaba cada uno de los cuatro partidos de la fecha, el público se abalanza hacia ellos tan solo para tocarlos. Es allí que el personal de seguridad debe desdoblarse y correr más que el ‘Cóndor’ Mendoza.
“El jugador que te diga que eso no le gusta te está mintiendo. Si salimos a un campo es porque nos encanta que nos vean jugar”, dice Aldo Olcese, capitán de La Academia, equipo que honra a Deportivo Municipal.
La Copa Leyendas de Fútbol 7 es el primer torneo que ‘Voz de pito’ juega en tres años. Y le está pasando factura a sus 47 ‘cheques’.
“Me he sentido horrible, agarrotado. Trato de jugar unos siete minutos, salgo, y luego vuelvo a entrar. Tengo doce kilos de más. No sé si llamarlo kilos o litros (ríe)”, bromea Olcese. En La Academia quienes corren por él son dos jovenzuelos: Masakatsu Sawa, de 39 años, y Juan Diego Gonzales-Vigil, más ‘Lobo’ que nunca, de 37 años.
El último martes, el Sporting, encabezado por Jorge ‘Camello’ Soto, los zarandeó por 6-2. No estuvo el ‘Chorri’ Palacios, récord Guinness en ser el futbolista que más litros de lágrimas derramó en su despedida. Pero sí, por ejemplo, Julio ‘Coyote’ Rivera, el ‘Breve’, tras su fugaz paso por el IPD.
Vergüenza deportiva
A Waldir Sáenz se le ha marcado una vena en la frente. Señal de que su cabeza es una tetera hirviendo. Los Íntimos están perdiendo por 5-2 ante El Pelícano, la escuadra que hace referencia al Unión Huaral, y el goleador histórico de Alianza Lima anda histérico.
Ha mandado a volar a Wenceslao Fernández por engolosinarse con la pelota y no soltarla cuando debería.
Desde el banco, Carlos ‘Gato’ Basombrío solo atina a ponerse la camiseta y ordenar su propio cambio. El ‘Gato’, que salió campeón con Alianza Lima en 1997, hará de entrenador-jugador. Elogiable por donde se le mire, por los 48 puntos que tiene en la rodilla derecha. Doloroso regalo que le dejó el fútbol.
El Pelícano, con Crifford Seminario y Sidney Faiffer, anotará uno más para el 6-2 final. ‘Wally’ se llevará las manos a la cintura y hará uno que otro aspaviento antes de cruzar el umbral del camarín.
En el último partido, al borde de la medianoche, Germán Carty, con sus 53 años encima, extenderá su plumaje y meneará su cintura al son del añorado ‘baile del avestruz’ ante Los Santos de la San Martín.
Mientras la gente se marcha extasiada por lo revivido, desde los parlantes se escucha: “Upa que Upa Upa Upau Papá. El Cienciano del Cusco es el papá”. Ah, la nostalgia, esa dulce tristeza.
*La Copa Leyendas F7 se juega cada martes, desde las 7:00 p.m., en el Complejo Deportivo Ollantaytambo de Ate Vitarte. Es televisado por GolPerú y las entradas solo se compran en boletería el mismo día de la fecha.
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