Alianza Lima no gana de local por la Copa Libertadores desde 2012. Aquella vez venció 2-1 a Nacional de Uruguay en el Estadio Nacional. (Foto: Libertadores)
Alianza Lima no gana de local por la Copa Libertadores desde 2012. Aquella vez venció 2-1 a Nacional de Uruguay en el Estadio Nacional. (Foto: Libertadores)
Pedro Ortiz Bisso

Si nos fijamos únicamente en la estadística, la semana ha sido fatal para los clubes peruanos. Un solo punto -y de local- de 15 disputados en torneos internacionales habla de un país comodín al que en Sudamérica todos quieren enfrentar porque es garantía casi absoluta de un triunfo, sea en casa o cancha ajena.

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La semana trajo también nuevos blancos de la rabia del hincha. Grimaldo, Carvallo y Chicho (pueden añadir a Cueva, Soso y Abreu) fueron consagrados como los culpables de esta dolorosa ausencia de triunfos. De acuerdo con la simplonería emocional, sus malas actuaciones nos privaron de volver a ser felices.

Hasta aquí no hay nada nuevo. Señalar responsables es un deporte más popular que el fútbol, sobre todo en nuestro medio, donde muchos siguen creyendo que alguna vez fuimos muy importantes y que si no llegamos a más fue por obra de la injusticia. En la galería de responsables de esas desgracias persecutorias abundan entrenadores (Didí, Barotti, Gareca, Oblitas, Chemo), jugadores (Chicho Uribe, Quiroga, Reynoso, Mendoza, Cueva), asuntos geográficos y climatológicos (la altura, canchas azotadas por las lluvias, calor intenso), malos árbitros (Chechelev, Pazos, Castro, Arpi Filho, Bascuñán, el señor VAR), la malasangre de dirigentes y organizaciones (Havelange, Blatter, Grondona, Léoz, la FIFA, la Conmebol) y otros poderes más o menos ocultos.

Christian Cueva ingresó en el segundo tiempo y no pudo evitar la caída de Alianza Lima ante Libertad por 2-1. (Foto: Fernando Mejía).
Christian Cueva ingresó en el segundo tiempo y no pudo evitar la caída de Alianza Lima ante Libertad por 2-1. (Foto: Fernando Mejía).

La autocrítica es escasa, la consciencia de nuestro nivel mínima. Cuando no ganamos hacemos foco en errores puntuales y no en las causas de los mismos. No valoramos la pelea que le hizo Cristal a River, pero sí culpamos a Grimaldo por estrellar una pelota en un poste o no dar un pase bueno ¿Que la mayoría de clubes tenga atacantes extranjeros no es acaso una pista de nuestras limitaciones? La Libertadores y la Sudamericana son los escaparates donde se evidencia nuestro pobre trabajo formativo.

Hay, pese a todo, un avance. Tímido e insuficiente, pero existe. El jueves, mientras la celeste guerreaba con el equipo de Demichelis, Juan Pablo Varsky recordaba que se cumplía un año del 8-1 del millonario sobre Alianza. A diferencia de aquella vez, esta temporada los íntimos tomaron más en serio su participación y armaron un equipo con pretensiones. Lo mismo hicieron Universitario y Cristal en la medida de sus billeteras. Probablemente no alcance para una actuación descollante, pero se compite mejor, lo cual es un avance. Pasar de la vergüenza internacional a dar cierta pelea representa un crecimiento para un fútbol que, a nivel de clubes, era hasta hace muy poco un meme con chimpunes.

Elogiar una mejora, por pequeña que sea, no es conformismo. Es reconocer un camino por seguir cuyo recorrido es largo y sinuoso. Sin bases sólidas es imposible tener buenos resultados. Lo más importante es reconocer dónde estamos. Y sostener lo avanzado (¿o no, Melgar?).


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