Hubo un tiempo en el que no era necesario vestir la ‘10′ para tener la elegancia de los genios del balón. La salida limpia, el pase correcto y la jugada perfecta también nacían desde el fondo del campo, desde la imaginación de un defensa. Hubo un tiempo en que no todos querían ser el cerebro del equipo, querían ser Beckenbauer. La calidad era la misma.

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