Ni siquiera Pablo Bengoechea pudo imaginar un final tan decepcionante en su segunda etapa en Alianza Lima. El uruguayo se despidió el último lunes del club íntimo en medio de la tristeza de los hinchas, a quienes supo ganárselos a punta de resultados en el campeonato doméstico. En menos de tres meses, el técnico pasó de la ilusión por formar un equipo lleno de fichajes (11) al desencanto de tener que irse por situaciones en las que el balón siempre estuvo ausente.
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Siendo realistas, el ‘Profesor’ le tomó la mano a la liga local, en la que Alianza bajo su mando siempre peleó el título, ganándolo el 2017 de principio a fin. Ese año fue clave para este fenómeno Bengoechea en La Victoria. Con el terror de los hinchas de sumar un año más sin celebraciones –llevaban once-, el ex-Peñarol terminó con la sequía. Maquillado muchas veces por los buenos números, en el Descentralizado convirtió a los blanquiazules en un conjunto confiable. Todo lo contrario en la Copa Libertadores y Sudamericana, en donde pasó con más pena que gloria, muy lejos de tentar una clasificación a la siguiente fase.
Dicho esto, olvidando la estética de su propuesta, la decisión del ‘Profesor’ fue la correcta. En una institución como Alianza Lima la disciplina y el sentido común debe ser innegociable. Y no solo fue Jean Deza, quien se merece un párrafo aparte.
Cuando Bengoechea afirmó que “la situación lo había superado y se sentía sin fuerzas para ayudar a Alianza Lima”, se refería a una situación extradeportiva a días del partido contra Nacional. Entendiendo que Deza era un caso perdido, Pablo nunca pensó que jugadores con mayor recorrido asistieran a la celebración de un cumpleaños a poco del debut en la Copa Libertadores. Ahí supo que su ciclo estaba acabado.
Mientras que Jean Deza, fichaje al que le dio su visto bueno, siguió siendo el mismo pelotero que conocemos. El atacante de 26 años llegó para hacer goles y terminó brillando en los programas de espectáculos.
Nunca hubo arrepentimiento real. El perdón en la celebración de su gol en la Noche Blanquiazul fue para los hinchas mas no de corazón. Un futbolista que en plena crisis, cuando el grupo más lo necesitaba, vive de manera placentera su castigo y no se hace problemas porque está seguro que en unas semanas el profesor lo va a devolver al primer equipo ya que lo necesitará, no tiene cabida en ninguna empresa seria.
Al igual que la de Bengoechea, la aventura de Jean Deza en Alianza Lima ha llegado a su fin. Y es lo mejor para el club íntimo, que no debe darle lugar a este tipo de futbolistas si quiere ser una institución de primer mundo con manejo empresarial.