Es técnico, rápido, encarador y disciplinado tácticamente. El problema de André Carrillo no es de frialdad o de temperatura, como dicen sus críticos más malévolos, sino, básicamente, de conceptos. No sabe cómo resolver la última jugada de su maniobra. Se llena de pelotas en el instante donde toca un pase o un remate. Le pasa más en la selección, donde ya carga una presión extra por sus fallos ante Colombia en el 2012, que en su club donde no es que sea un goleador, pero sí sobrelleva mejor el asunto de meter tantos importantes.
Que lo citen seguido podría hasta entenderse. Tiene años en Europa y una formación en equipo grande como Alianza. También podría decirse que siguió el camino lógico de aquellos que jugaron la Sub 20 de Ferrín.
Si está Callens, si está Ascues, si estuvo Cueva alguna vez, ¿por qué sería descabellarlo llamarlo a él? La ‘Culebra’, sin embargo, parece haberse estancado como un asistidor sin mayor posibilidad de gol, una suerte de pasador o preparador de jugadas al que se le apaga la TV cuando divisa al arquero rival. Más allá de estar en todas las jugadas peligrosas de Perú, su fallo contra Chile generó otro palo para él. Pasó de ser el nuevo Farfán a ser el flamante Advíncula en los odios populares.
André, que era el jugador número 12 de Markarián, es hoy el titular seguro de Bengoechea. No es que sea malo, pero se ha convertido, sin duda, en un delantero inofensivo y poco profundo. Si en la Videna lo quieren, tal vez harían bien en no exponerlo por ahora. Hoy no ponerlo de titular en partidos de alto riesgo es la mejor manera de cuidarlo.