Después de rogar votos en Canal 4, jurar que podía traer a Simeone y llamar 'maricones' a los de la Asamblea de Bases, el señor Freddy Ames lanzó la única frase por la que creo lo recordaré: “Yo estuve en el vientre de la ballena, y ese vientre está podrido”.
La ballena, suponemos, es Manuel Burga y su vientre en crisis podría ser una gestión de 12 años a la que Ames sirvió sin chistar entre el 2002 y el 2006. En dicho mamífero con sede en Videna pululan dirigentes con derecho a voto asemejables en varios casos a la robaluz o al comeoro del Congreso. En este cetáceo con dirección en San Luis, Burga no ejerce de presidente de fútbol, sino de político buscavotos, con ganas de negociar hasta reelegirse. Por eso es flexible con los 16 clubes y no los presiona con la resolución que exige formalizarlos. Por eso es dadivoso con las 25 departamentales e invita a sus caciques a ser parte de su lista. Y por eso se hace el loco y mantiene el ascenso a Primera de la imposible Copa Perú.
Por eso –por temor a enfrentarse y que no lo voten en la siguiente elección-, es que nunca lideró la idea de adecentarlos o de exigirles divisiones menores de verdad si deseaban integrar el sistema. Burga sabe que sin buenas instituciones, no hay buenos jugadores. Y que sin jugadores, no hay selección. Y que sin selección, no hay clasificación a nada. Lo sabe, pero no lo prioriza. Lo sabe, pero le gana su necesidad política de transar con la mayoría de la Asamblea y reelegirse de 4 años en 4 años. En ese sentido, el gran fracaso de Burga no es no habernos llevado a un Mundial; es, más bien, nunca haber impulsado en serio la conversión de los ‘equipos’ en 'instituciones'.
Burga debe irse. Y no porque su salida vaya a solucionar mágicamente los males, sino, básicamente, porque su presencia solo frena reformas y mantiene el statu quo. Anteponer sus afanes reelecionistas a las mejoras reales del sistema prueba su fracaso como presidente. Y de paso, la podredumbre de su gestión.